Ciencia Forense: ¿cómo usar la ciencia y la tecnología para desvelar lo ocurrido
Enviado por gsdbh • 30 de Noviembre de 2013 • Trabajo • 2.555 Palabras (11 Páginas) • 384 Visitas
Ciencia Forense: ¿cómo usar la ciencia y la tecnología para desvelar lo ocurrido?
¿Cómo determinar si una víctima murió por asfixia en un accidente por incendio o murió con anterioridad? Si la sangre contiene monóxido de carbono, con gran probabilidad la víctima respiró los gases y murió con posterioridad al inicio del incendio. En caso contrario, perdió la vida antes de producirse el fuego y comenzamos a sospechar... Una ejemplo, tal vez macabro, de las pistas que rastrean los forenses.
Siguiendo en esta línea gore, los forenses conocen perfectamente que el proceso de descomposición no es el mismo en el agua que en tierra. Al cabo de una semana o más, los cambios químicos en un cuerpo hacen que el abdomen se llene de gas y el cuerpo ascienda. Así se recuperan a muchos ahogados. Para determinar el lugar exacto de fallecimiento se atienden a la salinidad o a indicadores tan sutiles como las diatomeas - seres microscópicos que viven en el agua como los dibujados a la derecha - presentes en órganos internos. Su existencia indica que la víctima estaba viva al introducirse en el agua y proporciona indicios de dónde ocurrió el hecho. Sorprendente de nuevo, ¿verdad?
¿Cuándo ocurrió o de quién se trata?
Observen que en los párrafos anteriores hemos usado conceptos procedentes de la química y la microbiología para obtener respuestas. Ese es el espíritu de las ciencias forenses: multidisciplina. Hace 3000 años en China se utilizaron por primera vez las huellas dactilares como prueba de identidad personal. Desde entonces la ciencia forense y la investigación criminal han evolucionado sin cesar. Si hay una ciencia multidisciplinar es la forense: los antropólogos forenses estudian traumatismos y huesos, los odontólogos analizan huellas dentales, los expertos en indicios microscópicos obtienen información a partir de pelos y fibras, polen o tierra, los peritos en balística determinan las armas de un crimen o los biólogos analizan sangre, saliva o semen. Y para ello se utilizan las técnicas más modernas: PCR, electroforesis, cromatografía o espectrometría de masas. Veamos algún ejemplo concreto más.
La determinación de la hora de la muerte de una víctima es una información evidentemente necesaria en el esclarecimiento de los hechos. ¿Qué argucias utilizan los forenses? El método más seguro es tomar la temperatura interna que baja aproximadamente un grado por hora durante las doce primeras horas. En las siguientes doce horas este ritmo se reduce a la mitad. Por supuesto las condiciones ambientales pueden variar esta estimación. ¡Esto es termodinámica! Otros indicios son el rigor mortis, que aparece cuando la química del cuerpo humano pasa a un estado ácido en vez de alcalino. Los músculos, inicialmente relajados tras la muerte, se ponen rígidos. El proceso comienza en los párpados y baja paulatinamente hasta llegar a las piernas. Otro indicador del momento del óbito, menos conocido popularmente, es el livor mortis o contusiones de la muerte: los glóbulos rojos acaban decantándose por gravedad hacia la zona corporal en contacto con el suelo. Al romperse los glóbulos rojos, y si el cadáver no ha sido movido, adquiere en la zona de decantación un fuerte color. Por ejemplo, en un envenenamiento por monóxido de carbono ese color es rojo y en el caso del cianuro es rosado. ¡Esto es bioquímica! Y se sigue progresando científicamente en este asunto. John Coe descubrió, hace poco, que los glóbulos rojos al desagregarse en el livor mortis desprenden potasio a un ritmo lento y constante en el humor vítreo del ojo. La concentración del potasio indica de una forma fiel la hora de la muerte.
Cuando la determinación del momento de una defunción pasa de horas a días, aún así existe la posibilidad de estimarlo. Es una de las labores de los poco conocidos entomólogos forenses: la presencia de cresas, crisálidas, hongos u otros insectos son indicadores fiables. ¡Y esto es entomología! Una deducción sorprendente, ¿no creen?
¿Esta teoría científica o herramienta tecnológica puede ser útil para desentrañar el puzzle de los hechos? Entonces: bienvenida sea la técnica o la idea por remota que sea su procedencia. Los especialistas forenses se sirven del mismo yeso que los odontólogos para hacer moldes de huellas de pisadas o ruedas. ¡Y ya tenemos la odontología presente! Si la huella está en la nieve se utilizan pulverizadores con una cera especial que endurece la nieve lo suficiente como para extraer un molde. Pueden deducir la forma de andar a partir de los detalles de la huella de una pisada. Pueden extraer muchísima información a partir de las marcas de herramientas o las huellas dentales de un mordisco en la comida. Todavía hoy las fichas dentales contribuyen más que ninguna otra información a la identificación de cadáveres. Aún los archivos dentales o médicos poseen ventajas sobre las huellas dactilares o el ADN porque están mucho más extendidos sobre la población.
La ciencia forense: una historia de caminos que se cruzan
Toda ciencia tiene sus problemas-mito. El origen de la vida en biología, la hipótesis de Riemman en matemáticas o la gran unificación en física son algunos ejemplos. La ciencia forense tiene los suyos. Jack el Destripador, famoso asesino en la década de 1880 en los lúgubres callejones de Witechapel en el East End de Londres, es su problema-mito más famoso: "Más de un siglo después, escritores, investigadores y agentes de policía siguen publicando teorías sobre los motivos y de la identidad del asesino más famoso de la historia" escribe el forense David Owen en su libro "40 casos criminales y cómo consiguieron resolverse". La investigación forense, llevaba sin embargo siglos de progreso antes de los trágicos sucesos de Witechapel a finales del siglo XIX.
Parece que los historiadores coinciden en el lugar y fecha de nacimiento de la ciencia forense: en China durante la dinastía Tang. En el siglo VII, Ti Yen Chieh se hizo famoso por utilizar la lógica y las pruebas forenses para resolver crímenes. En el siglo XIII en China se publicó un libro que explicaba cómo reconocer las señales de ahogo o estrangulamiento, o cómo las heridas podían revelar el tipo y tamaño del arma empleada.
La ciencia forense debe gran parte de su arsenal de instrumentos y métodos a la ciencia occidental de los siglos XVI a XVIII. A mediados del siglo XVII ya se enseñaba medicina forense en varias universidades de Europa. El instrumental que fue surgiendo progresivamente de la revolución científica fue empleado rápidamente en la lucha contra el crimen. El microscopio, inventado por Zacharias Jansen en 1590, el microscopio estereoscópico
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