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Conocí un hombre una vez.


Enviado por   •  18 de Abril de 2017  •  Apuntes  •  915 Palabras (4 Páginas)  •  183 Visitas

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Conocí un hombre una vez.

 Su nombre era Jaime, el apellido no logro recordar. Era libanés, pero nacido en algún lugar de américa. Lo conocí en las provincias entrerrianas y tiempo después, la ciudad de Nueva York nos volvería a reunir, pero esa es otra historia. Eran los comienzos y mis gastos se cubrían bien con el papel de cadete. Una noche finalice el día entregando un pedido “al bar”. Si, ese era el nombre. Taberna común a todas las demás con una barra, luces tenues de color verde y un cantinero simpático que al entregarle el pedido, lo observo cabizbajo y mientras  fregaba un vaso pinta, alzo la mano desocupada y señalo a la única mesa de juego que se encontraba en el lugar. Sin decir una palabra gire y me dirigí al paño. Sentado estaban tres personas, entre ellas Jaime.

Observaban… observábamos, como un hombre, escondido en la sombra mezclaba los naipes de manera ágil y atractiva. Sus manos se veían con claridad. -¿Qué carta?- Preguntó, y un solo movimiento basto para hacer brincar del mazo un siete encargado de corazones. Puse el pedido sobre la mesa olvidándome que mi compromiso era entregarlo y marcharme. Lo sostuvo Jaime, quien pregunto si el paquete era para alguien. Yo seguía mudo y observaba de manera camuflada el mazo, las manos, los botones y su reloj. Me intercepto cuando levanto la mano, haciéndome salir de ese trance. Caí otra vez a la realidad. Es para mí, comunicaba la mano alzada.
- Son 25,5$ señor.
- Le propongo lo siguiente joven.
Mis dientes se apretaban para no dejar pasar una sola palabra, mi intriga me apresuraba y no me dejo reflexionar si mi respuesta era o no la correcta. No dije nada, pero vaya, es imposible no comunicar. Vio que quería, y como quería, quiso.

-Bien, abra el paquete. Lo abrí. – Deje la caja a un costado. Jaime hizo el favor de sostenerla.
-Bien, ahora  podrán observar ustedes que el mazo es nuevo, pero esta ordenado. Faltaría mezclar, ¿me aria usted ese favor?

De pequeño solía ir a la casa de mis tías, ellas me cuidaban y era costumbre que en ese hogar se jugaran a las cartas, chinchón diez centavos por cabeza, humo y risas envueltas con anécdotas y recuerdos interrumpidos por quejas al respecto de reglas y cuestiones de trampas entre ellas. Para  no ponerme inquieto era yo quien debía mezclar. Desde pequeño sufría de una parálisis no muy grave en el brazo izquierdo, que con el paso del tiempo iba empeorando más. Por suerte me valía de mi derecha para acelerar la moto y mezclar. Mezclaba bien, para hacerlo con una mano. Me divertía como entretenidas y en forma de pausa ellas se tomaban el tiempo de observarme y esperar. Cada vez lo hacía más rápido y el juego no perdía su linealidad y constancia.  

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- Listo.
- Bien joven, deje el mazo en el paño y escuche con atención. ¿Cree usted que con cortar solo una vez yo seré capaz de retirar los cuatro ases? Recuerde, ¿usted cree?

-No lo sé.
-Simpático…
Manoseo el mazo y acariciando la tela verde desparramo en un segundo todas las cartas de un mazo nuevo que circulo por las calles junto a mí, y yo, sin darme cuenta. Las cartas mantenían una distancia armoniosa y equilibrada. Retomo un discurso que al parecer, venia relatando a las otras dos personas.

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