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DESIGUALDAD

avid0124 de Junio de 2015

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COMENTARIOS AL LIBRO EL CAPITAL EN EL SIGLO XXI DE THOMAS PIKETTY.

Reflexiones metodológicas y políticas sobre “El capital en el siglo XXI” y el concepto de “capital”

James K. Galbraith. 30/03/14

El economista francés Thomas Piketty acaba de publicar un voluminoso libro, Capital in the Twenty-First Century [El capital en el siglo XXI] (Belknap Press, Harvard, 2014, 671 páginas), que ha atraído inmediatamente la atención del mundo académico y hasta del Financial Times. El libro es resultado de una gran investigación empírica fundada en la elaboración de inmensas bases de datos. Es también una crítica inclemente de la irrelevancia y necedad de la ciencia social académica que ha llegado a imperar en las últimas décadas (no sólo en la teoría económica). Y aspira a ser, asimismo, una crítica política radical del catastrófico e insostenible capitalismo de nuestro tiempo. El texto que reproducimos a continuación es una reseña crítica escrita por James Galbraith, autor él mismo de la que acaso sea la mejor investigación teórica y empírica de la relación entre financiarización, inestabilidad y desigualdad en el capitalismo de nuestro tiempo ("Inequality and Instability"). La interesante crítica de Galbraith a Piketty es teórica (el concepto de "capital" de Piketty sería incauta e inadvertidamente neoclásico), es metodológica (su métrica sería incongruente), es empírica (sus ingentes bases de datos –salidas básicamente de los registros fiscales— no serían las mejores fuentes para lo que se propone) y es política (la forma concebida por Piketty para poner fin a la catástrofe neoliberal y "salvar al capitalismo de sí mismo" sería técnicamente ingenua, y por lo mismo, políticamente utópica). Se trata, en cualquier caso, de una gran discusión, científica y políticamente hablando. SP

¿Qué es el "capital"? Para Karl Marx era una categoría social, política y jurídica: los medios de control de los medios de producción por parte de la clase dominante. El capital podía ser dinero, podía ser máquina; podía ser fijo y podía ser variable. Pero la esencia del capital no era ni física ni financiera. Era el poder que el capital daba a los capitalistas, a saber: la autoridad para tomar decisiones y sacar excedente del trabajador.

A comienzos del pasado siglo, la teoría económica neoclásica sofocó ese análisis social y político, substituyéndolo por uno de tipo mecánico. El capital fue recategorizado como un elemento físico que se hallaba a la par con el trabajo en la producción del producto. Esta noción de capital facilitó la expresión matemática de la "función de producción", de modo que salarios y beneficios quedaban vinculados a los "productos marginales" respectivos de cada factor. La nueva visión elevaba así el uso de las máquinas por encima del papel de sus propietarios, y legitimaba el beneficio como la remuneración justa de una contribución indispensable.

Las matemáticas simbólicas traen consigo la cuantificación. Por ejemplo, si uno quiere sostener que una economía usa más capital (en relación con el trabajo) que otra, tiene que haber alguna unidad común para cada factor. Para el trabajo, podría ser una hora de tiempo de trabajo. ¿Y para el capital? Una vez se deja atrás el "modelo del grano", en el que el capital (la semilla) y el producto (la harina) son la misma cosa, hay que hacer conmensurables todas las diversas piezas de equipo e inventario que constituyen el "stock de capital" existente. ¿Y cómo?

Aunque Thomas Piketty, un profesor de la Escuela de Economía de París, ha escrito un voluminoso libro intitulado El capital en el siglo XXI, rechaza explícitamente (y un tanto cáusticamente) este punto de vista. En cierto sentido, es un escéptico respecto de la actual teoría económica académica dominante, pero no por ello deja de ver (en principio) el capital como una aglomeración de objetos físicos, al modo de la teoría económica neoclásica. Así pues, está obligado a enfrentarse a la cuestión de la contabilización métrica del capital como magnitud.

Lo hace en dos partes. En la primera, amalgama el equipo de capital con todas las formas de riqueza monetariamente valorada, incluidas tierras y edificios, y ya se use la riqueza productiva o improductivamente. Sólo excluye lo que los economistas neoclásicos llaman "capital humano", presumiblemente porque no puede comprarse ni venderse. Luego estima el valor de mercado de esa riqueza. Su medida del capital no es física, sino financiera.

Me temo que eso es fuente de terribles confusiones. Buena parte del análisis de Piketty gira en torno a lo que él define como la tasa de capital respecto del ingreso nacional: la razón capital/ingreso. Debería resultar obvio que esa razón depende en muy buena medida del flujo de valor de mercado. Y Piketty lo concede de grado. Por ejemplo, al describir el desplome de la razón capital/ingreso en Francia, Gran Bretaña y Alemania luego de 1910, sólo se refiere en parte a la destrucción física de equipo de capital. Casi no hubo destrucción física en Gran Bretaña durante la I Guerra Mundial, y la que hubo en Francia fue intencionadamente exagerada por los informes del momento, como mostró Keynes en 1919. Muy poca hubo en Alemania, que se mantuvo intacta hasta el final de la guerra.

¿Qué ocurrió entonces? Las alteraciones y movimientos registrados en la tasa de Piketty se debieron en su mayor parte a los ingresos dimanantes de la movilización del tiempo de guerra, muy altos en relación con una capitalización de mercado cuyas ganancias se redujeron y aun cayeron durante la guerra y la inmediata posguerra. Más tarde, cuando los valores de los activos colapsaron en la Gran Depresión, lo principal no fue la desintegración del capital físico, sino la evaporación de su valor de mercado. Durante la II Guerra Mundial la destrucción jugó un papel mucho más importante. El problema es que, aunque los cambios físicos y los cambios de los precios son cosas obviamente diferentes, Piketty los trata como si fueran distintos aspectos de una misma cosa.

La evolución de la desigualdad no es un proceso natural

Piketty busca mostrar que, en relación con el ingreso corriente, el valor de mercado de los activos de capital ha crecido drásticamente desde los 70. En el mundo angloamericano, según sus cálculos, esa razón creció desde un 250-300 por ciento entonces al 500-600 por ciento de nuestros días. En cierto sentido, el "capital" se ha convertido en un factor de la vida económica más importante, más dominante, mucho más grande.

Piketty atribuye ese incremento a la ralentización del crecimiento económico en relación con los rendimientos del capital, conforme a una fórmula bautizada por él como "ley fundamental". Algebraicamente, se expresa como r > c, siendo r los rendimientos del capital y c el crecimiento del ingreso. También aquí parece estar hablando de volúmenes físicos de capital, año tras año aumentados por los beneficios y el ahorro.

Pero lo que mide no son volúmenes físicos, y su fórmula no explica demasiado bien las pautas observadas en los distintos países. Por ejemplo: su razón capital/ingresos llega a la cúspide en Japón en 1990 –hace casi un cuarto de siglo, al comienzo del largo estancamiento japonés—, y en los EEUU, en 2008. Mientras que en Canadá, que no tuvo desplome financiero, todavía sigue creciendo. Una mente simple diría que lo que cambia es el valor de mercado y no la cantidad física, y que el valor de mercado está impulsado por la financiarización y exagerado por las burbujas, subiendo allí donde éstas se autorizan y cayendo cuando pinchan.

Piketty se propone armar una teoría relevante para el crecimiento que utilice capital físico como insumo. Y sin embargo, desarrolla una métrica empírica que no guarda relación con el capital físico productivo y cuyo valor en dólares depende, en parte, de los rendimientos del capital. ¿De dónde viene la tasa de rendimientos del capital? Piketty no nos lo dice. Se limita a afirmar que los rendimientos del capital promediaban un cierto valor, un 5% de la tierra en el siglo XIX digamos, y que en el siglo XX promedian un valor más alto.

La teoría económica neoclásica básica sostiene que la tasa de rendimientos del capital depende de su productividad (marginal). En tal caso, tenemos que pensar en términos de capital físico. Y esa parece ser también la idea de Piketty. Pero el empeño en construir una teoría del capital físico con una tasa de rendimiento tecnológico fracasó hace mucho tiempo bajo el fuego devastador de la artillería procedente de Cambridge (Inglaterra) en los 50 y los 60, y señaladamente de Joan Robinson, Piero Sraffa y Luigi Pasinetti.

Piketty apenas dedica tres páginas a las controversias Cambridge-Cambridge, pero son páginas muy reveladoras porque resultan terriblemente confusionarias. Escribe:

"La disputa prosiguió entre los economistas radicados sobre todo en Cambridge, Massachussets (entre ellos [Robert] Solow y [Paul] Samuelson) y los economistas radicados en Cambridge, Inglaterra…, quienes (no sin cierta confusión a veces) vieron en el modelo de Solow la pretensión de que el crecimiento anda siempre perfectamente equilibrado, lo que era como negar la importancia atribuida por Keynes a las fluctuaciones a corto plazo. No fue hasta bien entrados los 70 que el llamado modelo de crecimiento neoclásico de Solow terminó imponiéndose."

Pero los argumentos de los críticos no versaban sobre Keynes, ni sobre fluctuaciones. Versaban precisamente sobre el concepto de capital físico y sobre

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