De parte a matrona

La importancia de la matronería se evidencia desde tiempos prehistóricos debido a la permanente necesidad de personas capacitadas para asistir un parto. En sus inicios esto no era una profesión, sino más bien, una labor que se transmitía a través de las experiencias generacionales.

En Chile la historia de esta profesión se remonta al siglo XIX donde las mujeres que realizaban este oficio eran conocidas como “comadres”, “Comadronas”, “recibidoras”, “médicas”, “meicas” y hasta de “matronas” (Féminas que sin entrenamiento alguno se encargaban del parto y de curar enfermedades específicamente femeninas y de los recién nacidos). A éstas se les exigían requisitos extremadamente básicos, como por ejemplo, pertenecer al sexo femenino, haber sido madre, tener empatía y tener la suficiente experiencia en esta labor, citando el texto, el ensayista Benjamín Vicuña Mackenna quien declara, “la preferencia por la partera se justificaba tanto por la confianza en su pericia como por su pertenencia al sexo femenino...”

Debido al nulo estudio sobre el trabajo obstétrico, cometían muchos errores durante el parto. Esto se debía principalmente a la inexistencia de matronas instruidas como tal, y por el poco interés que sostenían los médicos sobre esta área. Las consecuencias de esta situación, se reflejaron en los altos índices de la mortalidad materno-infantil y con esto, la necesidad de aumentar el crecimiento demográfico. Por tales motivos, se vio la urgencia de requerir parteras con estudios académicos en la materia.

La transición de partera a matrona capacitada, no fue exclusivo en Chile, sino más bien, fue en Latinoamérica donde partió. La matrona comenzó a tomar un carácter profesional en Chile en 1834, cuando se creó la escuela de Obstetricia, siendo esta dependiente de la Universidad de Chile, más específicamente de la escuela de medicina. Sin embargo, conservo su carácter no universitario durante todo el siglo XIX. No obstante, el primer plan de estudios médicos se realizó en 1833 con la llegada del médico francés Lorenzo Sazié quien instruyo mujeres en el arte obstétrico y facilitó la ejecución del proyecto.

La aparición de esta nueva “profesional” introdujo límites y variaciones a la oferta obstétrica, declarándola legal y exclusivamente, a la asistencia del parto normal.

Cabe destacar que a pesar de que se haya creado la escuela de Obstetricia, esta no pasaba a tener el rango de ser una profesión, más bien las matronas pasaron a tener un mayor conocimiento anatómico y fisiológico, el cual las dejaba mayor preparadas para llevar a cabo su oficio. A pesar de esto, no significó que no habrían más desafíos ni interrupciones, pues a pesar del aumento de matronas, todavía existían las parteras, y es así como durante parte del siglo XlX y comienzos del siglo XX,

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