EL ALQUIMISTA
Enviado por jegosdvgbfdsgbdb • 20 de Septiembre de 2014 • Síntesis • 3.193 Palabras (13 Páginas) • 264 Visitas
PAULO COELHO
EL ALQUIMISTA
EDICIONES OBELISCO
Paulo Coelho, nacido en 1947, es el escritor más vendido en Brasil. En
1970, tras haber realizado un viaje por el mundo movido por las
inquietudes filosóficas de su época, Coelho regresó a Brasil y empezó
a componer canciones que pronto se transformaron en éxitos populares.
Entre 1981 y 1986 estudió con la Orden de RAM, una antigua sociedad
secreta española fundada en 1492. Como parte de esa iniciación, Coelho
recorrió los 830 km del medieval Camino de Santiago.
En 1988 publicó El Alquimista del que ha vendido más de 1.500.000
ejemplares. Coelho ha escrito también Diario de un Mago, Brida,
Walkirias y ha realizado la adaptación de El Don Supremo de Henry
Drummond, uno de los clásicos de la búsqueda espiritual, publicado
también por Ediciones Obelisco.
El Alquimista es un gran éxito editorial en Australia, América Latina
y EE.UU., donde la Warners Brothers adquirió los derechos para
realizar una película sobre este libro.
Paulo Coelho vive en Río de Janeiro.
Para J.
Alquimista que conoce y utiliza los secretos de la Gran Obra
PREFACIO
Es importante decir algo acerca del hecho de que El Alquimista es un
libro simbólico, a diferencia de El Diario de un Mago, que no fue un
trabajo de ficción.
Durante once años de mi vida estudié Alquimia. La simple idea de
transformar metales en oro, o de descubrir el Elixir de Larga Vida, ya
era de por sí fascinante para que pudiera pasarle inadvertida a
cualquiera que se iniciase en la Magia. Con ieso que el Elixir de
Larga Vida me seducía más. Antes de entender y sentir la presencia de
Dios, la idea de que todo iba a acabar un día era algo que me
desesperaba. De modo que, al saber que había la posibilidad de
conseguir un líquido capaz de prolongar por muchos años mi existencia,
resolví dedicarme en cuerpo y alma a su obtención.
Era una época de grandes transformaciones sociales -al principio de
los años setenta- y aún no había publicaciones serias sobre Alquimia.
Comencé, como uno de los personajes del libro, a gastar el poco dinero
que tenía en la compra de libros importados, y dedicaba muchas horas
de mi día al estudio de su complicada simbología. Traté de entrar en
contacto con dos o tres personas que en Río de Janeiro se dedicaban en
serio a la Gran Obra, y rehusaron recibirme. Conocí también a muchas
otras personas que se decían alquimistas, poseían sus laboratorios, y
prometían enseñarme los secretos del Arte a cambio de verdaderas
fortunas; hoy comprendo que nada sabían de aquello que pretendían
enseñar.
A pesar de toda mi dedicación, los resultados eran absolutamente
nulos. No sucedía nada de lo que los manuales de Alquimia afirmaban en
su complicado lenguaje. Era un sinfín de símbolos, de dragones,
leones, soles, lunas y mercurios, y yo tenía siempre la impresión de
hallarme en el camino equivocado, porque el lenguaje simbólico permite
un enorme margen de errores. En 1973, desesperado ya por la falta de
progreso, cometí una suprema irresponsabilidad. En esa época estaba yo
contratado por la Secretaría de Educación de Mato Grosso para impartir
clases de teatro en aquel estado, y decidí utilizar a mis alumnos en
laboratorios teatrales que tenían como tema la Tabla de Esmeralda.
Esta actitud, unida a algunas incursiones mías en el terreno pantanoso
de la Magia fue la causa de que al año siguiente pudiese yo
experimentar en carne propia la verdad del refrán que dice: "El que
la hace, la paga". Todo se vino abajo por completo.
Pasé los seis siguientes años de mi vida en una actitud bastante
escéptica en relación con todo lo referente a lo místico. En este
exilio espiritual aprendí muchas cosas importantes: que sólo aceptamos
una verdad cuando primeramente la negamos desde el fondo del alma, que
no debemos huir de nuestro propio destino, y que la mano de Dios es
infinitamente generosa, a pesar de Su rigor.
En 1981, conocí RAM y a mi Maestro, que me conduciría de regreso al
camino que está trazado para mí. Y mientras él me adiestraba en sus
enseñanzas, yo volví a estudiar Alquimia por mi cuenta. Una noche,
mientras conversábamos, después de una agotadora sesión de telepatía,
le pregunté por qué el lenguaje de los alquimistas era tan vago y tan
complicado.
-Existen tres tipos de alquimistas -dijo mi Maestro-. Aquellos que son
imprecisos porque no saben de lo que están hablando; aquellos que
saben de lo que están hablando, pero saben también que el lenguaje de
la Alquimia es un lenguaje dirigido al corazón, y no a la razón.
-¿Y cuál es el tercer tipo? -pregunté.
-Aquellos que jamás oyeron hablar de Alquimia, pero que lograron, a
través de sus vidas, descubrir la Piedra Filosofal.
Y así, mi Maestro que pertenecía al segundo tipodecidió darme
lecciones de Alquimia. Descubrí que el lenguaje simbólico, que tanto
me irritaba y desorientaba, era la única manera de alcanzar el Alma
del Mundo o aquello que Jung llamó el "inconsciente colectivo".
Descubrí la Historia Personal, y las señales de Dios, verdades que mi
araciocinio intelectual rehusaba aceptar a causa de su sencillez.
Descubrí que alcanzar la Gran Obra no es tarea de unos pocos, sino de
todos los seres de la faz de la Tierra. Es evidente que no siempre la
Gran Obra acude bajo la forma de un huevo o de un frasco con un
líquido, pero todos nosotros podemos -sin el menor asomo de duda-
zambullirnos en el Alma del Mundo.
Por esto "El Alquimista" es también un texto simbólico. En el
decurso de sus páginas, amén de transmitir todo lo que aprendí al
respecto, trato de rendir homenaje a grandes escritores que lograron
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