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EL ORDEN CULTURAL EL HOMBRE EN EL ECOSISTEMA O FUERA DE EL


Enviado por   •  24 de Abril de 2015  •  2.362 Palabras (10 Páginas)  •  412 Visitas

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EL ORDEN CULTURAL

EL HOMBRE EN EL ECOSISTEMA O FUERA DE EL

El hecho de que el orden cultural sea natural no significa que se sitúe dentro del orden ecosistémico.

Significa, solamente, que el hombre es parte integral de la naturaleza. Es su último estadio evolutivo. La

cultura es tan natural como el agua, el oxígeno, las montañas, las plantas o los animales.

Este contraste entre las leyes del orden ecosistémico y las leyes del orden humano es uno de los problemas

teóricos modulares para entender la significación y el alcance de la problemática ambiental. Es, sin

embargo, un problema difícil de abordar por la carga de presupuestos con los que se ha enfocado.

Como vimos antes, dentro del ecosistema cada una de las especies está atada a la estructura general a

través de un nicho, es decir, a través de la función que ejerce dentro del conjunto. Cada una de ellas ocupa

un lugar en la transmisión de la energía o en los ciclos de recuperación de la materia.

En ese preciso equilibrio del ecosistema es imposible encontrar el nicho del hombre. Los ecólogos se

esfuerzan inútilmente en ello. Odum acaba por reconocerle al hombre una "función dual, como manipulador

y habitante de los ecosistemas". Cualquier tratado de ecología está lleno de diatribas contra el hombre,

porque éste no logra adaptarse a las leyes de los ecosistemas. La alimentación, la protección ante el clima, el

conocimiento, etc., del hombre, en efecto, no depende de una función o de un nicho, sino de su capacidad

para transformar los ecosistemas en sistemas artificiales mediante una plataforma instrumental. Depende

de su plataforma instrumental y no de un nicho.

Eso es lo que ha venido haciendo el hombre a lo largo de su historia, desde hace cinco millones de años. En

términos generales, los homínidos anteriores al Sapiens transformaron la piedra, la madera y otros

materiales para construir sus herramientas, además de domesticar el fuego. El Sapiens, unos cuarenta mil

años después de su aparición, domestica la flora, que denominamos agricultura, y la fauna, que

denominamos ganadería, avicultura, porcicultura, etc. En efecto, la transformación más radical del medio

ecosistémico, el del bioma, fue obra de las culturas neolíticas. La agricultura y la domesticación de los

animales no son otra cosa que la modificación de las leyes que regulan el equilibrio ecosistémico, tales como

las cadenas tróficas, el nicho de la especie domesticada, la cantidad de fotosíntesis, la capacidad de carga,

etc.. Para manejar el bioma en su provecho, el hombre necesita anular las especies competitivas,

especialmente los grandes predadores para la domesticación de la fauna y las especies vegetales para la

domesticación de la flora, puesto que compiten por los recursos y, por lo tanto, el hombre empieza a

considerarlas como malezas, plagas o animales dañinos.

Este es el significado de la revolución neolítica, que representa el momento más drástico de ruptura con el

orden ecosistémico. La domesticación de plantas y animales significó la imposición de una racionalidad

tecnológica al conjunto del ecosistema. El hombre introduce nuevas fuentes energéticas como la tracción

animal, modifica los ciclos de los elementos materiales y acorta los escalones de las cadenas tróficas. Con la

domesticación de los animales, el hombre se apropia de una fuente de energía adicional, que le permite

reemplazar la fuerza de su brazo. Con la domesticación de los animales, el hombre tiene a su amaño un

depósito disponible de proteínas, sin necesidad de gastar su energía en las fatigosas jornadas de caza.

Este nuevo orden, establecido para beneficio de un sola especie, ya no puede ser controlado por las leyes

del ecosistema, sino que dependen del equilibrio dinámico establecido por leyes del cálculo racional

construido por la cultura.

Los cambios en las cadenas alimenticias no se deben solamente a la domesticación, sino también al hecho

de que el hombre emigra con "sus" animales y "sus" plantas. Este ha sido un aspecto casi totalmente

olvidado por el análisis demográfico. El traspaso masivo de especies ha cambiado el paisaje y ha alterado los

equilibrios de los ecosistemas. La introducción en Alaska del reno de Laponia, que a diferencia del caribú, no

es migratorio, produjo grandes desequilibrios en un ecosistema en el que la migración es una importante

estrategia de supervivencia. Las plagas pueden trasladarse en las alforjas de viaje. Un pequeño hongo

transportado desde China, acabó con todos los castaños de los bosques apalaches.

Individuo y sociedad

Hasta ahora hemos hablado del "hombre". Es necesario empezar a hablar de "cultura". El primer aspecto

que es importante analizar es el papel del individuo en la transformación del medio. Es, tal vez, uno de los

aspectos más complejos y difíciles de abordar desde la plataforma de la ciencia moderna. Como se ha

podido observar, las disciplinas sociales no han podido romper el círculo del individualismo kantiano. El

individuo sigue siendo el eje central de las explicaciones sociales. Ya lo vimos en la afirmación categórica de

Murdock. A pesar del esfuerzo de los grandes clásicos tanto de la antropología como de la sociología para

construir las leyes de los sistemas sociales, estas acaban por erosionarse ante la interpretación subjetiva del

hecho social.

Desde la perspectiva del individuo aislado es imposible establecer un método de análisis ambiental que

satisfaga las necesidades de la gestión pública o del esfuerzo de la sociedad civil. Es indispensable, por tanto,

establecer con claridad las relaciones entre el individuo y el sistema social, pasando por encima de los

extremos teóricos que favorecen tanto el individualismo sin cauce como el totalitarismo sociológico.

Ante todo, el individuo, a no dudarlo, es el único que existe. Este hecho irrefutable ha desorientado a la

mayor parte de los teóricos sociales. No es de extrañar, o quizás lo es, el hecho de que Murdock haya

manifestado su sorpresa al final de sus días, sobre este hecho irrebatible. Por supuesto que las clases

sociales o la estructura social no tienen existencia física. Todo ello no es más que denominaciones diversas

para explicar el comportamiento individual.

El individualismo tiene razón al pregonar que el individuo es el centro

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