ESTADIOS DE H. WALLON

El estadio impulsivo puro: la principal característica del niño es la actividad motora refleja, la respuesta motora a los diferentes estímulos es una respuesta refleja. Los limites del estadio son muy precisos, Wallon no habla de nuevos estadios, sino cuando realmente ha prevalecido un nuevo tipo de conducta.

Ejemplo: cuando el niño solo hace movimientos involuntarios.

El segundo estadio: aparecen las primeras muestras de orientación hacia el mundo del hombre: la sonrisa, o la angustia, ya manifiestas a los tres o cuatro meses: sonrisa, cólera, etc., el niño establece sus primeras emociones basándose en sus necesidades elementales.

Ejemplo: cuando el niño le gusta algo ríe, cuando quiere comer no puede pronunciar palabras pero por medio de su llanto su mama se da cuenta de que tiene hambre.

El tercer estadio o estadio sensoriomotor: aparece al final del primer año o al comienzo del segundo, según con lo que denomina “sociabilidad incontenible”, el niño se interesa hacia los intereses objetivos y descubrirá realmente el mundo de los objetos. H. Wallon concede gran importancia a dos aspectos diversos del desarrollo, el andar y la palabra.

Ejemplo: el niño ya empieza decir algunas palabras, y comienza a gatear, comienza a observar lo que hay en su entorno.

El estadio proyectivo: es un estadio que posee considerable interés en la medida que guarda relación con toda la concepción genética walloniana. Es el estadio en que la acción es estimuladora de la actividad mental o de la que Wallon llama conciencia. El niño conoce el objeto únicamente a través de su acción sobre el mismo, el niño siente una especie de necesidad de proyectarse en las cosa para concebirse a sí mismo, esto quiere decir que sin movimiento, sin expresión motora, no sabe captar el mundo.

Ejemplo: cuando el niño le quita el celular de su papa, y así va explorando mientras teclea los botones

Quinto estadio o estadio del personalismo: en este estadio el niño llega a prescindir de situaciones en que se halla implicado y a reconocer su propia personalidad como independiente de las situaciones. Llega a la “conciencia del yo” que nace cuando se es capaz de tener firmada una imagen de sí mismo; es la llamada “reacción de prestancia”, el estar a disgusto o el sentirse avergonzado de lo que hace.

Ejemplo: cuando el niño hace alguna travesura, lo descubren las niñas y se avergüenza de lo que hizo.

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