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El Estado Plural: Una estrategia desde la ecología política para combatir la crisis ambiental


Enviado por   •  28 de Febrero de 2022  •  Ensayo  •  5.870 Palabras (24 Páginas)  •  107 Visitas

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El Estado Plural: Una estrategia desde la ecología política para combatir la problemática ambiental

El Estado Plural: Una estrategia desde la ecología política para combatir la crisis ambiental


El mundo en que vivimos es un mundo insustentable. El sistema económico actual está en contradicción con el funcionamiento de los sistemas naturales, así lo afirman diversos autores desde campos de conocimiento como las ciencias sociales y naturales. Leff (2004) hace mención que el mundo de hoy se encuentra en una crisis ambiental producto de la racionalidad económica imperante en la humanidad, así mismo señala que esta crisis es “la crisis del pensamiento occidental, de la metafísica que produjo la disyunción entre el ser y el ente […] que produjo un mundo fragmentado y cosificado en su afán de dominio y control de la naturaleza” (pág. 241). En este sentido, el papel del Estado es decisivo en esta problemática en tanto que suministra al sistema económico las estructuras del poder necesarias para que pueda apropiarse y explotar los llamados recursos naturales, a la vez que se constituye como mediador entre los diferentes actores que hacen parte del conflicto socioambiental que se presenta en torno a la apropiación de estos recursos.

El presente ensayo aborda el origen de la crisis ambiental mientras establece la función del Estado tanto en la problematización como en las posibles alternativas de solución planteando la siguiente pregunta: ¿Qué acciones se pueden tomar desde la esfera del Estado para combatir la problemática ambiental? A manera de respuesta se propone al Estado Plural como alternativa para hacer frente a esta crisis.  

Desde la aparición del hombre en la tierra, este se ha ido destacando por encima de los demás seres vivos. No obstante, la presencia del hombre como hoy se conoce ha sido producto de un proceso de evolución generado hace aproximadamente 65 millones de años. Con la aparición del hombre moderno se aceleró el proceso de evolución que anteriormente se habían desarrollo durante periodos espaciosos de años. La adaptación forzosa de la naturaleza que género la actividad del hombre para suplir sus necesidades, ha originado una transformación drástica en ella, pero es a partir de la revolución industrial que se da un giro respecto a la relación hombre-naturaleza, provocado principalmente por la utilización de nuevos energéticos (combustibles fósiles) y la aparición del sistema económico capitalista. La crisis ambiental tiene sus orígenes en este sistema económico, en donde la sociedad se ha ido relacionando con su entorno basado en un imaginario social que ve a la naturaleza – que es finita –   como una ganancia, un objeto o un simple recurso.

El Club de Roma (1972), con su informe Los límites del crecimiento, señalaba que de seguir con la misma tendencia – aumento de la población mundial, industrialización, explotación de recursos – los límites del planeta se alcanzarían en los próximos años. Al respecto Leff (2004) determina que “es imposible un crecimiento económico sostenido […] En el marco de la racionalidad económica la única salida posible sería una estrategia de descrecimiento; pero la racionalidad económica […] no tiene inscritos en su “código genético” los mecanismos de su propia desactivación” (pág. 188). A pesar de que desde mediados del siglo XX se había identificado esta situación, poco o nada se hizo para contrarrestar esta problemática y esto tiene que ver con dos factores principales: la separación hombre-naturaleza y la imposición del sistema a través del poder hegemónico.

La disyunción[1] presente entre el hombre y la naturaleza se origino con la cosificación de la naturaleza, es decir, cuando el hombre dejo de ser parte de la naturaleza para poder intervenirla, controlarla y manipularla. En este sentido este origen se puede situar incluso en el periodo de la Barbarie planteado por Lewis H. Morgan, el cual se caracterizó por la domesticación y cría de animales y el cultivo de plantas. Para finales de este periodo podemos encontrar sistemas que modificaban considerablemente a la naturaleza, como lo era “el arado de hierro tirado por animales domésticos, lo que hace posible la roturación de tierra a gran escala -agricultura- […]. Observamos también la tala de bosques y su transformación en tierras de labor y praderas” (Engels, 2006, pág. 34). Sin embargo, la separación entre el hombre y la naturaleza, es decir la cosificación de la naturaleza, se estableció como tal solo hasta la aparición del concepto de posesión de la misma, el cual surge con la formación del Estado.

La formación del Estado tiene estrecha relación con el surgimiento del matrimonio monogámico, pues este responde a la necesidad de concentrar y mantener la riqueza[2] en las mismas manos y garantizar que se conservara en la familia generación tras generación. La necesidad de acumulación de recursos y capitales – excedente permanente - por un grupo en específico propicia la aparición de las clases sociales. Con recursos hablamos de estos proporcionados por la naturaleza y por capital tomamos al referido en la obra de Dussel (2014) como el valor que se valoriza, donde del trabajo vivo -hombre natural- es el único que puede crear nuevo valor mediante la objetivación del trabajo (objetivar el trabajo significa que una acción tiene un efecto fuera del sujeto, es decir, originalmente en el entorno natural). Se puede identificar un primer momento de cosificación de la naturaleza con la simple idea de acumulación de la misma.

La aparición de las clases sociales genera una problemática en torno a la adquisición de esta riqueza, al respecto Engels (2006) señala:

[…] la repercusión de las diferencias de fortuna sobre la constitución social, mediante la formación de los gérmenes de una nobleza hereditaria y de la monarquía; la esclavitud, que al principio sólo comprendió a los prisioneros de guerra, pero que desbrozó el camino a la esclavitud de los propios miembros de la tribu y hasta de la gens; la degeneración de las antiguas guerras de unas tribus contra otras en correrías sistemáticas por tierra y por mar para apoderarse de ganados, esclavos y tesoros, lo que llegó a ser un negocio más. En resumen, la fortuna es apreciada y considerada como el sumo bien, y se abusa del antiguo orden gentilicio para justificar el robo de las riquezas por medio de la violencia. No faltaba más que una cosa: la institución que no sólo asegurase las nuevas riquezas de los individuos contra las tradiciones comunistas de las gens, que no sólo consagrase la propiedad privada, […] sino que además imprimiera el sello del reconocimiento social a las nuevas formas de adquirir la propiedad, que se desarrollaban una tras otra, y, por tanto, a la acumulación cada vez más acelerada de la riqueza. En una palabra, faltaba una institución que no sólo perpetuase la naciente división de la sociedad en clases, sino también el derecho de la clase poseedora de explotar a la no poseedora y el dominio de la primera sobre la segunda. Y esa institución nació. Se inventó el Estado. (pág. 115)

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