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El problema del exceso de peso en los países de Аmérica Latina


Enviado por   •  8 de Febrero de 2015  •  Informe  •  1.556 Palabras (7 Páginas)  •  198 Visitas

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Desde el punto de vista nutricional, los países latinoamericanos han evolucionado hacia

diferentes estadios de transición expresándose en diferencias en la prevalencia de

trastornos nutricionales. La información analizada demuestra un incremento del exceso de

peso en todos los grupos y países, particularmente en mujeres adultas. Igualmente

preocupante es la situación de niños en los que si bien, no de manera tan marcada,

también ha aumentado. Coherentemente con lo anterior hay una tendencia a disminuir las

prevalencias de déficit de peso y estatura. Lo anterior no sería reflejo de un factor de

manera aislada, sino de un conjunto de ellos, destacándose:

- Un aumento de la ingesta calórica "aparente" que se refleja en todos los análisis de

disponibilidad de alimentos por países.

- Un aumento de la proporción de grasas en el total del consumo energético.

- Un incremento generalizado del sedentarismo por el uso de tecnologías que lo favorecen.

- Una disminución de la inseguridad alimentaria debido a un descenso de la población que

vive en condiciones de pobreza y especialmente de indigencia, aunque las desigualdades

sociales persisten en muchos lugares.

El aumento del exceso de peso puede ser uno de los resultados de la globalización,

probablemente por la importación cada vez mayor de alimentos del mundo industrializado y

la caída en los precios. De esta manera la mayor disponibilidad de alimentos no

tradicionales han provocado un cambio en los patrones de consumo de los países,

demostrándose una mayor oferta de grasas y aceites a bajo costo que han determinado un

incremento de su ingesta (43). En consecuencia, la alimentación tradicional basada en

cereales y verduras ha cambiado hacia el consumo de alimentos ricos en grasas, azúcar y

productos procesados. Por su parte, la mayor disponibilidad de alimentos a precios más

bajos ha permitido que grupos de menores ingresos tengan un mayor acceso a alimentos

con alto contenido energético. Así, la disposición para cambiar la dieta y la capacidad de

adoptar hábitos alimentarios saludables están supeditadas al acceso económico en aquellos

que viven en condiciones de restricción. Una relación inversa entre densidad energética de

los alimentos y el costo energético (definido como el costo monetario por unidad de

energía) se ha observado donde la dieta basada en cereales refinados, azúcar y grasas es

más asequible que la basada en el consumo de carnes magras, pescado, frutas y verduras

(44). Esto concuerda con el aumento de la disponibilidad de calorías en el continente a

partir de grasa evidenciado entre 1991 y 1998.

También el exceso de peso puede estar determinado por una menor actividad física dado la

adopción de estilos de vida más sedentarios en un entorno más urbanizado y que promueve

el uso de tecnología que limita dicha ac

tividad. Esta es dependiente del tipo de ocupación,

actividades domésticas y recreativas, como el deporte y el ejercicio. Actualmente los niños

han disminuido su acceso a actividades deportivas y ejercicio físico asociado con un

incremento en el acceso a televisión y video juegos que incrementan en gran medida su

susceptibilidad al incremento de peso (45-47).

El vivir en condiciones de pobreza también ha sido descrito como un factor predisponente

de obesidad aunque la relación pobreza y obesidad difiere de una región a otra y puede

estar mediada en parte por el bajo costo de alimentos altamente energéticos (48)(49), pero

por otro lado, por las preferencias individuales por alimentos que son culturalmente

considerados más apetecidos (50). Se ha reportado asociación de inseguridad de alimentos

y exceso de peso en mujeres (51)(52), encontrándose correlación positiva dependiendo de

la severidad de la inseguridad de alimentos (53), probablemente también asociado al

patrón de actividad. No solo el ingreso de los países en términos de producto bruto per

cápita se relaciona con la prevalencia de obesidad sino que también su distribución social. El

pertenecer a grupos de nivel socioeconómico más bajos en países de bajo ingreso per

cápita confiere un factor protector contra obesidad pero un factor de riesgo para la

enfermedad en economías con ingreso medio alto (54).

43. Schneider D. International trends in adolescent nutrition. Soc Sci Med 2000; 51 (6):

955-967.

44. Drewnowski A. Obesity and the food environment: dietary energy density and diet

costs. Am J Prev Med 2004t; 27 (3 Suppl): 154-162.

45. Robinson TN. Television viewing and childhood obesity. Pediatr Clin North Am 2001; 48

(4): 1017-1025.

46. Caroli M, Argentieri L, Cardone M, Masi A. Role of television in childhood obesity

prevention. Int J Obes Relat Metab Disord 2004; 28 Suppl 3: S104-S108.

47. Giammattei J, Blix G, Marshak HH, Wollitzer AO, Pettitt DJ. Television watching and

soft drink consumption: associations with obesity in 11- to 13-year-old schoolchildren. Arch

Pediatr Adolesc Med 2003; 157 (9): 882-886.

48. Blakely T, Hales S, Kieft C, Wilson N, Woodward A. The global distribution of risk

factors by poverty level. Bull World Health Organ 2005; 83 (2): 118-26.

49. Drewnowski A, Specter SE. Poverty and obesity: the role of energy density and energy

costs. Am J Clin Nutr 2004; 79 (1): 6-16.

50. Levine AS, Kotz CM, Gosnell BA. Sugars and fats: the neurobiology of preference.

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