Ensayo de la importancia de la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles en la Evaluación de Impacto Ambiental
NestorAugustoEnsayo12 de Julio de 2022
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UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL LISANDRO ALVARADO[pic 1][pic 2]
DECANATO EXPERIMENTAL DE HUMANIDADES Y ARTES
PROGRAMA DE LICENCIATURA EN DESARROLLO HUMANO
EVALUACIÓN DE IMPACTO AMBIENTAL Y METODOLOGÍA DE CIUDADES EMERGENTES Y SOSTENIBLES
Estudiantes:
Kariany Barrios CI: 21.487.666
Néstor Colmenárez CI: 25.433.906
Jailer Valera CI: 25.714.189
Prof: Benjamín Terán
Evaluación de Impacto Ambiental
Barquisimeto, julio de 2022
Durante los últimos años, se ha observado que las tendencias de urbanización han presentado cambios, especialmente, en América Latina y el Caribe, conformando actualmente una de las regiones más urbanizadas. Ahora bien, aunque las ciudades son espacios de oportunidades para la producción socioeconómica, la urbanización acelerada es una fuente de presión en cuanto a los servicios básicos, vivienda e infraestructura, por tanto, la falta de regulación y de control del crecimiento demográfico, incrementa los desafíos urbanos, tales como la inseguridad, la congestión en el tráfico, la mala calidad del aire, entre otros, conllevando con ello a que las ciudades sean insostenibles, por tal razón, la planificación es una herramienta fundamental que debe anticiparse a la expansión futura de las ciudades con altos índices de crecimiento (Banco Interamericano de Desarrollo [BID], 2016).
En relación con lo anterior, el BID (2014), indica que, aunque en Latinoamérica las ciudades grandes son importantes, ya no lideran los mayores niveles de crecimiento, sino que, las ciudades de tamaño intermedio son las que ahora encabezan el aumento de población urbano en la región. No obstante, las ciudades de América Latina y el Caribe no han logrado institucionalizar la planificación territorial, además, se cuentan con pocos recursos e incentivos a nivel local, de manera tal que, predominan las demandas cotidianas de las ciudades, generando así un sesgo político a corto plazo en función de la administración de las mismas (BID, 2016).
Al respecto, Cador, Martínez y Aguiar (2019), señalan que, las ciudades emergentes se caracterizan por el tamaño de su población, estando comprendidas entre 500.000 a 2 millones de habitantes; que en el caso de América Latina y el Caribe, por causa de la urbanización acelerada, la mayoría de las personas se enfrentan a retos como altos niveles de pobreza, desempleo, baja productividad laboral, inequidad urbana, degradación ambiental, delincuencia, y demás, los cuales se incrementan producto del cambio climático, sumado a la escasez de recursos económicos para inversiones que faciliten el desarrollo de tales ciudades, imposibilitando una gestión fiscal óptima (BID, 2016).
Aunado a ello, el autor anteriormente citado, expresa que, la mayoría de las ciudades presentan deficiencias en cuanto a aspectos fiscales, ya que, todavía no son independientes, por lo cual, las ciudades intermedias poseen un reducido espacio fiscal, lo que interfiere en su credibilidad y sobre la capacidad de desarrollar proyectos, públicos, privados y/o mixtos. En relación con ello, se entiende por ciudad intermedia aquella ciudad que está definida por sus funciones sociales, económicas, culturales y políticas, desempeñando un rol de relevo entre las ciudades urbanas más grandes o grupos de ciudades y el medio rural, de manera que, se fundamenta en la relación que las mismas tienen con su entorno, tanto regional, nacional, como internacional (Bolay, Rabinovich, Cabannes y Carrion, 2001).
Con base en lo expuesto, desde el año 2010 el BID da paso a la Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES) con el fin de apoyar a las ciudades emergentes a hacer frente a los desafíos que se le presentan, para que los mismos no sean una limitante para su desarrollo, además de, promover su crecimiento de forma sostenible (BID, 2014). En ese sentido, ICES es un programa de asistencia técnica destinado a prestar apoyo a los gobiernos de ciudades intermedias que tienen un crecimiento demográfico y económico, con el cual se pretende identificar, organizar y priorizar las intervenciones urbanas de corto, mediano y largo plazo, con las cuales se enfrenten los obstáculos que dificultan que las ciudades emergentes de la región de América Latina y el Caribe alcancen un desarrollo sostenible, basándose en tres dimensiones: fiscal y gobernabilidad, urbana y, por último, medioambiental y de cambio climático, todo ello desde un enfoque interdisciplinario y holístico (BID, 2022).
En concordancia con lo anterior, la metodología ICES promueve el desarrollo económico local, al igual que, la generación de empleo productivo y la competitividad, cuya implementación se lleva a cabo mediante dos etapas y cinco fases (preparación, diagnóstico, priorización, plan de acción, pre-inversión y monitoreo). En ese sentido, la primera etapa consta inicialmente de un proceso de recolección de información y diagnóstico, con base en el análisis de instrumentos, criterios de priorización o filtros, que permitan detectar las necesidades existentes en las ciudades emergentes, tomando en cuenta los estándares establecidos por el BID, en conjunto con 4 filtros: cambio climático y riesgo de desastres; opinión pública; multisectorialidad y económico; siendo este el punto de partida para la identificación y creación de las estrategias de corto, mediano y largo plazo que conformarán el plan de acción, el cual se realizará en un tiempo aproximado de 12 meses (BID, 2014).
Posterior a ello, inicia la segunda etapa que implica las fases de ejecución, comenzando con los estudios de pre-inversión para las intervenciones que se estiman realizar, así como, la implementación de un sistema de monitoreo ciudadano (BID, 2022). En otro orden de ideas, según Piñeros (2015), el desarrollo sostenible hace referencia a la idea de progreso productivo, sumado a la mejora de las condiciones de vida, y sostiene que, para el BID el desarrollo urbano de las ciudades las transforma en sistemas interdependientes y complejos, cuyo fin es el crecimiento urbano sostenible, el cual debe ser de beneficio para las generaciones presentes y futuras, tomando en cuenta el aumento de la población y de la actividad económica, en busca de garantizar el bienestar y la calidad de vida.
Ahora bien, con base en todo lo antes expuesto, es importante considerar la Evaluación de Impacto Ambiental (EIA), la cual consiste en un estudio que permite identificar, predecir, analizar e interpretar el impacto ambiental, incluyendo acciones de prevención o mitigación de acuerdo al caso, sobre los efectos negativos que puedan resultar de la intervención del hombre sobre el ecosistema, a través de programas y/o proyectos que puedan incidir en el bienestar individual, colectivo y ecológico, llevando a cabo de esta manera un rol fundamental en el diseño de planes y estrategias para la toma de decisiones en lo concerniente al medioambiente, considerando, a su vez, los diversos factores que lo rodean y que pueden ejercer una influencia sobre el mismo, dentro de los cuales destacan elementos sociales, culturales, económicos, políticos, entre otros (Perevochtchikova, 2013).
Así mismo, para el análisis, monitoreo y gestión de una EIA se necesitan diversos indicadores, que pueden ser tomados, desde el impacto del suelo, vegetación, agua entre otros elementos que faciliten el análisis del fenómeno que se esté desarrollando, de manera más simple y sistémica. Además, los indicadores para una EIA son fundamentales para el desarrollo sustentable, aunque no existen unos indicadores fijos para el dicho análisis, diferentes entidades y ONGS han creado diversos indicadores que ayudan a tal análisis, como lo es El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con su agenda 2030 sobre los objetivos del Desarrollo Sostenible.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha creado estos objetivos con el fin de erradicar la pobreza y proteger el planeta, a través de 17 objetivos globales, es así como, ¨Los 17 ODS están integrados: reconocen que la acción en un área afectará los resultados en otras áreas y que el desarrollo debe equilibrar la sostenibilidad social, económica y ambiental¨ (PNUD, 2015, p. sn). Por lo tanto, al definir los objetivos, se puede notar también, los indicadores de cada uno, por ende, tales indicadores permiten medir y evaluar los avances de la política ambiental y la efectividad que tienen los programas que se han implementado, contando con la agenda del 2030, que tiene como objetivo final, cumplir con lo establecido para el 2030 y garantizar que las personas, así como la tierra disfruten de paz y sostenibilidad.
Según Garmendia, Salvador, Crespo y Garmendia (2005), la EIA se fundamenta en la valoración de los impactos que se generan en el ambiente producto de un proyecto determinado, la cual denota un componente subjetivo, puesto que, toma como referencia la calidad ambiental, siendo este un fenómeno también subjetivo. Con base en ello, se considera que la metodología ICES es significativa dentro de la evaluación de impacto ambiental, dado que, su implementación permitirá identificar y disminuir los daños ocasionados al ambiente consecuentes del surgimiento de las ciudades emergentes, y a su vez, contribuirá en la planificación y toma de decisiones adecuadas en relación a las acciones posteriores, con el fin de prevenir que las nuevas intervenciones humanas que se estimen a realizar en dichos espacios produzcan impactos negativos sobre el ecosistema, por tanto, se cree que la aplicación conjunta de ambos enfoques servirá de apoyo para la creación y el desarrollo de ciudades que promuevan el bienestar ambiental y humano dentro de la urbanización.
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