Evidencia N° 2 “Termodinámica ... aplicación biológica.”
Enviado por Diana Abigail Contreras Hernandez • 30 de Diciembre de 2020 • Ensayo • 3.044 Palabras (13 Páginas) • 153 Visitas
Evidencia N° 2 “Termodinámica … aplicación biológica.”
INTRODUCCION
El cuerpo humano puede ser considerado como un sistema termodinámico abierto, que debe mantener su temperatura constante de 37ºC, a pesar de encontrarse en un entorno de temperatura generalmente inferior que se puede tomar como una media de 15ºC. Por otra parte, está continuamente intercambiando materia y energía con sus alrededores (metabolismo), consumiendo energía para desarrollar los trabajos internos y externos, y para fabricar moléculas estables (anabolismo) para lo cual necesita alimentarse, ingiriendo moléculas de gran energía libre (nutrición) que a partir de determinadas reacciones de combustión dan lugar a productos de menor energía (catabolismo).
Tiene la peculiaridad de que su entropía es mínima, por eso es un sistema termodinámico inestable lo que provoca su evolución permanente, o sea la vida misma. Precisamente la muerte implicaría un estado de máxima entropía. Para que el organismo vivo pueda mantenerse en dicho estado es necesario que elimine el exceso de entropía que se produce continuamente inherente a los procesos vitales: circulación de la sangre, respiración etc. Con la alimentación conseguimos introducir en el sistema moléculas más ordenadas, eliminando otras mucho más desordenadas (CO2 y H2O).
La obesidad es una enfermedad de curso crónico que tiene como origen una cadena causal compleja, de etiología multifactorial, donde interactúan factores genéticos, sociales y ambientales, incluyendo estilos de vida, así como determinantes sociales y económicos. Se caracteriza por un aumento en los depósitos de grasa corporal y por ende ganancia de peso, causados por un balance positivo de energía, que ocurre cuando la ingestión de energía de los alimentos excede al gasto energético y, como consecuencia, el exceso se almacena en forma de grasa en el organismo. El balance positivo de energía es la causa inmediata de la obesidad; sin embargo, la falta de correspondencia entre la ingestión y el gasto de energía tiene sus orígenes en un sistema causal de gran complejidad, donde diferentes factores biológicos, sociales, culturales, políticos y económicos (locales y globales) se interconectan, integran e interactúan modificando las características de la alimentación y la actividad física, haciendo difícil el control y prevención de esta enfermedad tanto a nivel individual como poblacional.
La obesidad es un reto para el sistema de salud actual, por los efectos sobre la calidad de vida, el elevado costo de su tratamiento y su contribución al incremento en la mortalidad. En el presente capítulo se hace una revisión del efecto de la obesidad sobre las principales enfermedades crónicas no transmisibles en la población mexicana. Las enfermedades íntimamente ligadas a un exceso de tejido adiposo que son revisadas en las siguientes páginas incluyen a la hipertensión arterial, las dislipidemias y la diabetes, todas ellas con un mecanismo fisiopatológico común que es la insulinorresistencia. Se ha demostrado que la obesidad produce hipertensión arterial al aumentar la necesidad de mayor vascularización y volumen sanguíneo circulante para irrigar el exceso de tejido adiposo. La hipertensión es uno de los factores de riesgo más importantes para distintas alteraciones cardiovasculares como insuficiencia cardiaca (aproximadamente la mitad de los hipertensos la desarrollan), ictus o enfermedad renal. Además, los adultos con obesidad tienen de dos a tres veces más posibilidades de tener hipertensión en comparación con aquellos que tienen un IMC normal.
La mayor incidencia de obesidad en las últimas dos décadas ha sido asociada también al aumento de la diabetes en México. Algunos estudios han descrito que esta asociación ha ocurrido, además de la insulinorresistencia, por el cambio de estilos de vida (más sedentarismo y alimentación con alto contenido energético) que ha adquirido gran proporción de la población mexicana. Estudios realizados en pacientes con obesidad y diabetes han mostrado que una reducción en el peso de entre 10 y 20% mejora los niveles de glucemia y la sensibilidad a la insulina y disminuyen su riesgo de mortalidad por complicaciones. Por lo tanto, una estrategia de prevención y control de la obesidad es de suma importancia. De acuerdo con datos de la Ensanut 2006, en México hay aproximadamente 7.3 millones de diabéticos entre la población mayor de 20 años, de los cuales, 49% desconocía que padecía esta enfermedad. La obesidad y la insulinorresistencia participan en la fisiopatología de un porcentaje alto de casos con dislipidemias. La obesidad es causa de sobreproducción de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL); su expresión clínica es el aumento de las concentraciones séricas de triglicéridos y/o lipoproteínas de baja densidad —LDL— y/o disminución de las concentraciones de las lipoproteínas de alta densidad —HDL—). Por otro lado, la obesidad ha sido considerada un factor de riesgo para presentar síndrome de apnea/hipopnea obstructiva del sueño (SAHOS). Se calcula que hasta 90% de los adultos que presentan este síndrome tienen obesidad. Siendo la obesidad un factor de riesgo reversible para todas las enfermedades crónicas antes mencionadas, y por las implicaciones que produce en la mortalidad, las estrategias en salud pública deberían enfocarse en lograr un peso corporal adecuado en toda la población.
En México se han implementado numerosas políticas y programas con componentes orientados a mejorar la alimentación. En diversas épocas se han incluido subsidios a la producción y el consumo de alimentos (incluyendo apoyos generalizados y focalizados), venta al menudeo de alimentos básicos subsidiados, programas de distribución directa de alimentos a hogares, desayunos escolares, la fortificación de alimentos de consumo generalizado y, más recientemente, la distribución de suplementos de micronutrientes (comprimidos) y la fortificación de alimentos dirigidos a poblaciones específicas. Frecuentemente estos programas se han acompañado de componentes de comunicación educativa. La inversión del gobierno en programas y políticas de nutrición y en distribución de alimentos ha sido cuantiosa. Por ejemplo, en 1993 el gobierno mexicano gastó más de dos millones de dólares al día en programas de ayuda alimentaria, incluidos los programas de subsidios al consumo. Esta cantidad es superior al gasto mínimo de ayuda alimentaria recomendado por diversas organizaciones para mejorar la nutrición de la población. Sin embargo, hasta 1997- 1998 los programas contaron con diseños que incluían evaluaciones externas que permitieron demostrar su efectividad. Otro cambio importante en la implementación de programas en México fue el cambio de diseño de programas con una deficiente focalización a programas dirigidos a grupos vulnerables, lo que contribuyó al logro de los impactos documentados. La mayoría de los programas federales y normas oficiales mexicanas (NOM) fueron elaboradas en un periodo en el que la obesidad y sus comorbilidades no habían sido identificados todavía como un problema de salud pública, y por lo tanto, no eran una preocupación central en las políticas de salud y desarrollo social. Tal es el caso de programas como los desayunos escolares, el programa Oportunidades (en su primera etapa), el programa de abasto social de la leche Liconsa, el abasto de alimentos a través de las tiendas Diconsa, el Programa de Ayuda Alimentaria, entre otros, cuyos objetivos centrales eran la prevención de la desnutrición, y que no consideraban como uno de sus objetivos la prevención de la obesidad.
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