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Falacias De Atinencia Y De Ambiguedad


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2014  •  2.895 Palabras (12 Páginas)  •  448 Visitas

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Falacias de atinencia

1. El argumento por la ignorancia: argumento ad ignorantiam

Es el error que se comete cuando se argumenta que una proposición es verdadera sobre la base de que se ha probado su falsedad o de que es falsa porque no se ha probado su vedad. Podemos percatarnos de que existen muchas proposiciones falsas cuya falsedad aún no se ha probado y de que existen muchas proposiciones verdaderas cuya verdad no se ha demostrado; así, nuestra ignorancia sobre cómo probar o refutar una proposición no establece su verdad ni su falsedad. Esta apelación a la ignorancia aparece en la investigación científica mal entendida donde considerar de modo equivoco como falsas las proposiciones cuya verdad no puede establecerse.

Quienes se oponen tenazmente a un cambio radical, con frecuencia están tentados a argumentar en su contra sobre la base de que no se ha probado todavía que el cambio es conveniente o seguro. Tal prueba es imposible de construir a priori y a la objeción es a la ignorancia mezclada con el temor. Tal apelación toma con mucha frecuencia la forma de pregunta retórica que sugieran, pero no afirman de manera directa, que los cambios propuestos conllevan peligros desconocidos. El hecho de que no se hayan obtenido ciertas evidencias o resultados luego de haberse buscado de modo activo en las formas calculadas para hallarlos puede, en algunas circunstancias, revestir una significativa fuerza argumentativa. Este uso de la incapacidad para probar algo supone, por regla general, que los investigadores están altamente capacitados y que es muy probable que habrían descubierto la evidencia buscada si en realidad existiera. Cuando un investigador de seguridad no proporciona evidencia de conducta impropia por parte de la persona investigada, sería erróneo concluir que la investigación nos ha dejado en la cuestión. En algunos casos, no extraer una conclusión es una forma incorrecta de razonamiento, lo mismo que sería el extraer una cierta conclusión.

2. La apelación inapropiada a la autoridad: argumento ad verecundiam

Cuando intentamos resolver un problema o cuestión compleja, es del todo razonable orientarse por el juicio de un experto reconocido que haya estudiado con cuidado la materia. Cuando argumentamos que una conclusión determinada es correcta sobre la base de que un experto ha arribado a esa opinión, no cometemos una falacia. Tal recurso a la autoridad es necesario para la mayoría de nosotros en casi todos los ámbitos.

La falacia ad verecundiam ocurre cuando se hace una apelación a personas que no tienen credencial legítimas de autoridad en la materia en discusión. Se debe tener cuidado en determinar qué autoridad es razonable para dirimir un determinado asunto y cuál se debe rechazar. Siempre que la verdad de una proposición se afirma sobre la base de la autoridad de una persona que no tiene especial competencia en esa esfera, se comete la falacia de apelación equivocada a la autoridad.

Ésta parece consistir en un error muy simple que resulta fácil de evitar, pero hay circunstancias en las cuales la apelación falaz es muy tentadora e intelectualmente peligrosa. En ocasiones es difícil sabes si un determinado “experto”, reputado como autoridad en un determinado campo, es confiable. Si la reputación del experto se mantiene íntegra, sin embargo, la elección no ha de considerarse propiamente una falacia. El error es de razonamiento -la falacia ad verecundiam- cuando la apelación es por completo inapropiada y hemos confiado en una autoridad ilegítima.

3. Pregunta compleja

Al formar con seriedad la pregunta, muchas veces se logara de modo falaz el propósito de quien interroga. La pregunta compleja es, quizás, el recurso más socorrido del llamado “periodismo amarillista”. Su presencia resulta sospechosa siempre que es acompañada de un tajante “sí” o “no”.

La complejidad falaz puede aparecer en el discurso de distintas maneras. En su forma más explícita ocurre en un diálogo en el que una de las partes plantea una cuestión que es compleja, una segunda parte la responde y la primera parte extrae entonces una inferencia falaz basada en la respuesta. Es más común que la falacia tome la forma menos explícita y más truculenta en la cual sólo hablante, o escritor, plantea deliberadamente la pregunta compleja, la responde él mismo y luego extrae la inferencia falaz. La pregunta compleja puede plantearse y se puede extraer la inferencia falaz sin que siquiera se haya enunciado la respuesta a la pregunta, sino tan sólo sugerido o presupuesto.

4. Argumento ad hominem

Nombra un ataque falaz dirigido no contra la conclusión que uno desea negar, sino contra la persona que la afirma o defiende. Tiene dos formas principales, porque hay dos maneras diferentes en las cuales se puede dirigir el ataque.

A. El argumento ad hominem abusivo

Las premisas son irrelevantes –pero muchas veces pueden persuadir por medio del proceso psicológico de transferencia. Ahí donde se puede evocar una actitud de desaprobación sobre una persona, el campo de la desaprobación emocional su puede extender lo suficiente para incluir el desacuerdo con las afirmaciones que la persona hace.

Algunas veces el oponente es acusado de ser ateo o comunista. Otras, se condena una conclusión tan sólo porque es compartida por las personas que supuestamente son viciosas o de un carácter perverso. Como el argumento ad hominem abusivo comúnmente toma la forma de atacar la fuente o género de la posición opuesta se llama a veces la “falacia genética”.

El argumento es falaz si la credibilidad del testigo y su testimonio puede así ser socavado; pero uno cometería una falacia si concluye, a partir de ello, que necesariamente lo que afirma es falso. Por otra parte, para impugnar a un testigo no basta con afirmar que es mentiroso, esto se debe mostrar a partir de la pauta de conducta que hasta entonces ha seguido el testigo, o de la inconsistencia del testigo presentado.

B. El argumento ad hominem circunstancial

Esta variante de la falacia ad hominem se basa en la irrelevancia que existe entre las creencias que se definen y las circunstancias de sus defensores. Un oponente debe aceptar (o rechazar) alguna conclusión, se argumenta falazmente, tan sólo debido a su empleo, nacionalidad o a otras circunstancias. Tal argumento es irrelevante para la verdad de la proposición que se discute – simplemente presenta la aceptación de ella por parte de algún individuo debido a las peculiares circunstancias de este último, a su situaciones o convicciones.

Las circunstancias del oponente no son el punto a discutir cuando se argumenta seriamente. Por ello, las premisas no tienen ninguna pertinencia. Llamar la atención sobre esa circunstancia puede resultar psicológicamente

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