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Hombre-naturaleza


Enviado por   •  2 de Septiembre de 2013  •  3.947 Palabras (16 Páginas)  •  683 Visitas

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Uno se interroga sobre el hombre, es la eterna necesidad de saber qué somos, por qué somos, y para qué somos.

Luego del proceso de pensamiento acerca de estas cuestiones, básicamente determinado que en principio somos uno. Uno en el sentido estricto, uno puesto en el mundo, interactuando con el mundo, con la cultura de ese mundo, con los rituales de ese mundo, etc., etc. Uno consigo mismo.

Uno con un “self” establecido conforme a las carencias o déficits que, en consecuencia, siguiendo el postulado que somos eminentemente nuestra conducta nos adaptamos o pretendemos hacerlo a fuerza incluso en un proceso permanente y que sólo termina con nuestra muerte.

En principio la mente del ser humano y su conformación somática y por ende funcional a sus aptitudes para vivir en, dentro o transformar la naturaleza es la que importa para el ser. Aunque él no lo sepa, aunque crea en la presencia de un “yo” que lo distingue de los demás y lo “personaliza”, la verdad parece desprenderse de una situación biológica del proceso de adaptación. Es decir, que para que exista la necesaria homeostasis buscada genéticamente, estructural y funcionalmente por el cerebro para proveer a dos situaciones que le son inherentes: la procreación de la especie, y la sobrevivencia, el fenómeno adaptativo del cerebro pasa por confeccionar la idea de que uno es una persona.

En este proceso de individuación parece centrarse todo.

Desde el punto de vista empírico el fenómeno adaptativo conlleva para que el ser siga siendo la necesidad de re-conocimiento de los demás hacia uno. Y recíprocamente.

Las normas culturales sociales no parecen ser tan complejas. Su diseño obedece a la creación histórica de estas normas. El resultado confluye a brindar satisfacción a estos mandatos genéticos de procreación y de sobrevivencia. En lo primitivo ya las normas culturales sociales y del proceso adaptativo de los seres humanos funcionaron. Esta es la razón por la que siguió evolucionando hacia adelante en el tiempo, a medida que las sociedades humanas crecían y se adentraban en el conocimiento de la necesidad de las estructuras físicas de concentración social para poder realizar un más confortable modo de vida, que viene necesariamente de la mano de la asociación de los seres humanos en la creación organizada de ciudades, conceptos culturales de mínima y de máxima. Y la propia atribución emblemática ya del grupo al través de lo propicio del lenguaje como elemento funcional para que todo esto cobre algún sentido.

La tendencia al intercambio se vio definida así en un sistema de permisiones que se llama área de reserva o libertad. Esta libertad dejaba al hombre solo entre todos, le permitía ensayar sus conductas y perseguir la satisfacción de sus necesidades, siempre en forma organizada o no, pero con un valladar: el de no invadir la misma esfera de goce de esta autonomía relativa del otro. So pretexto de pagar con sus huesos en la cárcel o ser excluído como antisocial. En lo demás el hombre viviría para que el grupo funcione, y lo seguirá haciendo siempre.

Así como los animales son territoriales y delimitan con orín un territorio, el hombre es también territorial, pero su territorio puede ser muy pequeño en relación al de un animal, porque un animal necesita un territorio relativamente grande para realizar el goce de sus necesidades básicas, y el hombre por su proceso de culturalización , de estructuración de la manada humana y de la individuación de un líder dentro de esa manada, allega a considerarse potencialmente importante dentro de la estructura social determinada, cualquiera sea su nivel de evolución.

Algo es único y forzoso de que haga siempre el ser humano: seguir el proceso adaptativo para ser considerado por los demás como integrante inclusivo de la sociedad (ya dije, sea cual fuere ésta, tenga el tiempo de existencia que tenga, y la calidad y refinamiento cultural que tenga, como los iconos en los cuales funde su presencia institucional en el tiempo).

Uno nace en un determinado círculo que se integra al conjunto social, que se llamará la familia en la mayoría de los casos, o la sociedad pondrá una institución para que – de no tenerla por cualquier circunstancia – ese ser sea adoptado por otra célula como esta o metido en un instituto de crianza construido para dichos fines por la sociedad.

Si bien se desconoce el por qué los seres complejos tienen algo denominado como “afecto” una capacidad afectiva inherente al sí mismo, ya que en la estructura somática y de homeostasis lo único que vale es que todos los parénquimas y estructuras corporales “sean” para que el cerebro sea alimentado (el mismo cerebro, p.ej. regula la temperatura corporal, la cantidad de flujo de sangre que requiere, y demás elementos que posibilitan estar vivo o existir esta unidad llamada león, perro, hombre etc.) vale entonces decir que el primer objetivo de la existencia luego del poder alimentar todas las funciones vitales puras, es también consecuente el alimentar el campo afectivo del ser.

Por qué? Porque el ser tiene una necesidad básica en lo afectivo, de otro modo –haciendo una comparación muy directa- sería como una iguana, limitándose a satisfacer estos dos elementos básicos que signan su existencia: procreación y sobrevivencia.

Pero los afectos, al parecer, forman parte esencial del ser, sin afecto por más que el aspecto somático esté correctamente integrado, alimentado etc., no puedo haber vida por mucho tiempo.

El afecto y la necesidad de afecto son consecuencias del existir, y constituyen un combustible alimenticio que en los seres complejos pasa a ser natural ya. Si interpretamos por natural al proceso que es inherente al ser por “naturaleza” o por forzosa necesidad.

Para que se satisfaga esta necesidad de afecto, es necesario que ya en el mismo proceso de nacimiento a la vida exista alguien que satisfaga esta necesidad. La madre, por excelencia, es quien tiene como objeto el dar afecto al sujeto del afecto: su propia creación. Por más que haya habido otro ser –masculino - en dicho proceso natural de formación-fertilización de ese huevo interno o cigoto luego de la relación sexual la madre es la que lo lleva a ese huevo o saco que contiene el fruto de esa creación en marcha hacia su exterioridad dentro de su ser, su estructura ha sido creada naturalmente para ello, y el proceso de formación del feto lo siente dentro de su ser como un hecho intransferible aunque común.

Parece obvio que el momento del nacimiento sea traumático para este ser, porque la naturaleza de las cosas posibilitó que en un determinado tiempo de gestación, ese ser se estructurara biológicamente y afectivamente para poder salir al mundo convertido en “otro”.

En ese lugar en que moraba recibía

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