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Individualismo anárquico y civismo solidario: apuntes de ecología social venezolana.


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2016  •  Documentos de Investigación  •  6.387 Palabras (26 Páginas)  •  333 Visitas

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Individualismo anárquico y civismo solidario:

apuntes de ecología social venezolana.

 

Axel Capriles M.

“Sepa usted que Juan Crisóstomo Payara no acata sino las leyes que él mismo se haya impuesto”.

Rómulo Gallegos

Cantaclaro.[1]1

 

En psicología primitiva dos entidades separadas pueden constituir un único ser. Es lo que el antropólogo francés Levy-Bruhl denominó ley de participación. Ésta remite a un nivel de operación mental (presente en todos nosotros) donde ocurre una  participación íntima entre las personas, los grupos, los objetos y los elementos  inmateriales. Las personas no realizan una distinción tajante entre ellas y los demás seres de su entorno, sus familiares, los miembros de su clan, y mantienen un conexión íntima con las instituciones sociales y la naturaleza. A pesar de que existe una clara conciencia personal, no podemos inferir la noción de individuo tal como lo concebimos hoy en Occidente. Los límites de la individualidad son diferentes, imprecisos, difusos. Si bien la ley de participación no puede ser entendida como una ley filogenética referida a la historia y evolución de la conciencia, sino como una descripción de los niveles del psiquismo en el hombre y la mujer actuales, no podemos dejar de afirmar que el principal  logro del hombre moderno occidental fue la creación  del individuo. Pero el surgimiento de la individualidad no está exento de contradicciones y conflictos. ¿Hasta qué punto la afirmación del individuo libre, autónomo e independiente, implica la atomización social y el descuido de la vida pública y comunitaria? El presente ensayo intentará señalar algunos de los problemas surgidos de la extrapolación del individualismo, es decir, el individualismo anárquico centrado en los deseos personales y los derechos individuales sin tomar en cuenta las obligaciones y deberes ciudadanos.

En 1991 comencé la construcción de una atractiva torre de oficinas en El Rosal, sector de Caracas que se había convertido en el centro empresarial de la ciudad. Era mi primera obra de envergadura. A pesar de la rapidez con que habíamos ejecutado el proyecto y los muros colados de los sótanos,  apenas la estructura salió a nivel de calle, la obra comenzó a perder ritmo hasta que el retraso exasperante de la albañilería me obligó a reconsiderar todo el modelo gerencial. Hasta ese momento, habíamos utilizado las más avanzadas técnicas de planificación y gerencia de construcción, control de inventarios, Pert CPM, un ágil diseño de equipo de ingeniería e inspección. La estructura estaba siendo construida por mi empresa directamente, con maquinaria y personal  propio, mientras que la albañilería y los servicios los habíamos contratado con dos reconocidas firmas de construcción. Después de muchas consultas y conversaciones con constructores más experimentados, nos dimos cuenta de que lo mejor que podíamos hacer para terminar a tiempo la torre era despedir a todo el personal a sueldo y volverlo a enganchar como contratistas independientes. Con  las empresas que habíamos sub-contratado logramos un finiquito y un acuerdo para incorporar a sus maestros, albañiles, plomeros y electricistas a título personal, de manera independiente.

Una pregunta obvia comenzó a rondar mi cabeza: ¿por qué una misma persona se esfuerza y rinde  más como contratista independiente que como empleado de una firma empresarial, a pesar de que sus ingresos y tiempo de trabajo son  más o menos los mismos y hasta, en ciertos casos, inferiores? Ello sin contar la seguridad social. A partir de allí comencé una investigación incidental haciéndole a todos los contratistas de nuestras obras una misma pregunta: ¿qué prefiere,  trabajar como contratista independiente o como empleado en una empresa con todos los beneficios sociales de ley? Adicionalmente indagué en el por qué de su elección. A pesar de la gran variedad de respuestas que las preguntas abiertas de esa índole suelen producir, el 37,21% de los encuestados respondió que se desempeñaban como contratistas independientes porque preferían “trabajar por su cuenta”. Tan sólo un 23,26% respondió que lo hacían porque ganaban más, mientras que aproximadamente el 18,60% expresó que esa era la forma como se trabajaba en construcción.[2]2

Los resultados observados en la industria de la construcción parecen ser similares  a los de la población trabajadora en general. Son la expresión  de un rasgo de carácter anclado en lo más profundo de nuestra complexión histórico cultural. Un estudio sociológico sobre los valores sociales y aspiraciones de los venezolanos destaca que una de las principales “cosas por las que vale la pena esforzarse” es la independencia laboral,  tener su propio negocio,  trabajar por su cuenta, sin jefes, sin horarios,  con normas y programación propia, sin nadie que los mande. Como señalan González y Phelan,  autores de la investigación:

“En relación a la cultura de trabajo, nos encontramos en esta clase con un buen número de individuos que declararon que lo que más les gusta de un trabajo es desarrollarlo con independencia, por ello el 70% de los que componen la clase desean ser dueños, alegando que de esta forma estaría más tranquilos, no tendrían horarios ni quien los mande. Se observa aquí más claramente el componente individualista al que hicimos referencia anteriormente.” 3

Otras investigaciones sobre la economía informal en Venezuela apuntan en la misma dirección. Un trabajo sobre la microempresa como alternativa económica señala que la mayoría de los microempresarios entrevistados comenzaron su proyecto motivados por el deseo de independizarse.  Preguntados ¿por qué usted se hizo microempresario?, el 50% de los entrevistados apoyados por el Centro al Servicio de la Acción Popular (CESAP) y el 37% de los financiados por la Fundación Eugenio Mendoza, respondieron que lo habían hecho para ser independientes, mientras que sólo el 25% de ambos grupos argumentó haber estado motivado por un bajo nivel de ingresos[3]4. El móvil principal para crear una microempresa y trabajar en el área informal de la economía había sido, pues, la necesidad de sentirse independientes, el deseo de no tener jefe, de manejar su tiempo y su vida a su antojo, de no tener nada ni nadie por encima de ellos,  de no estar obligados a seguir normas ni tener que conformarse a las reglas de otros. Es decir, buena parte de las microempresas de la economía informal venezolana debían su origen, no a un motivo económico sino psicológico. Una variante más amplia de la proposición de Hernando de Soto[4]5, en el Perú, quien entendió la economía informal como una reacción ante la excesiva regulación del Estado en las actividades económicas de los individuos que lleva a las empresas y a las personas a evadir los controles oficiales, a desempeñarse independientemente al margen de la ley. Es el libre desempeño de la iniciativa privada.

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