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Infoética en el Derecho Mexicano


Enviado por   •  7 de Octubre de 2015  •  Ensayo  •  2.915 Palabras (12 Páginas)  •  202 Visitas

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LA INFOÉTICA EN EL DERECHO MEXICANO

ÉTICA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN E INFOÉTICA

José Rubio Cariacedo

Ética del Siglo XXI.

Editorial Proteus: Madrid 2009, página 41 a 67.

La libertad de información y de ser informado, si bien es uno de los derechos civiles característicos de la Revolución Liberal y por tanto es la base de la libertad de opinión, actualmente atraviesa serias dificultades. Ello, porque se encuentra entrampada por la presión del neoliberalismo económico, así como por la influencia de la partidocracia.

Si asumimos que la democracia no es posible sin ciudadanos, entonces debemos aceptar, que la ciudadanía no es posible sin el uso público de la razón, esto es, sin la libertad de poder construir una opinión pública, mediante la deliberación racional, equitativa, crítica e incesante.

El sentido último de los medios de información y de comunicación, consiste en hacer posible y promover la autonomía de los ciudadanos.

Se debe diferenciar entre ciudadanía audiovisual y la ciberciudadanía; es decir, entre los medios de comunicación tradicionales (prensa, radio, cine, televisión) y la red de redes (internet).

Los medios de comunicación tradicionales, son bilaterales, y por tanto, son proclives a la asimetría o jerarquía emisor-receptor.

La internet, tiene una estructura multilateral que hace más simétrica la participación activa de los cibernautas. Para regular las exigencias de esta última, en el ámbito moral, existe la infoética, reservándose para los medios de comunicación tradicionales la ética de los medios de comunicación propiamente dicha.

En cualquier caso, debe tenerse presente, un principio fundamental: se trata de medios sociales aunque unos adopten un formato más individual que otros y por tanto, deben estar concientes de la relevancia social que tienen, así como el papel que juegan en el equilibrio de los demás bienes externos (prestigio, dinero, poder). Actualmente en las democracias, existe una inquietante alteración en la jerarquía de los bienes de una sociedad, hasta el punto de que sin mayor reflexión se admiten como ciertas, frases-lema del tipo “la información es poder” o “la información es el valor de mercado”.

La opinión pública es el alma misma de la democracia y la guía de los ciudadanos para no sucumbir a una sociedad autónoma y uniforme.

 Las principales fuentes de contaminación de los medios de comunicación, son el mercado y la partidocracia, el mercado, porque el sistema neoliberal, con su desmedido afán de lucro antepone, a cualquier precio, el interés económico a los principios éticos de un medio de comunicación.

La partidocracia, por su parte, irrumpe con las grandes plataformas mediáticas que se alinean para definir la opinión pública a su antojo. Así vemos a los principales políticos de los principales partidos, viviendo en los medios de comunicación y colonizando con sus mensajes a los ciudadanos, provocando que el debate y la reflexión se convierta en una simple bronca e insultos al adversario.

Ante este escenario, se cumple la paradoja de que, una sociedad tan mediatizada como la nuestra, con tan abrumador caudal de información, se convierte en una sociedad desinformada y carente de opinión crítica al estar alineada con los principales factores del poder, desprovista de la mínima dignidad para abandonar, en su caso, sus medios de comunicación, ante la evidencia de burda manipulación.

La ética en los medios de comunicación ha de empezar por desarticular las redes de complicidad que tienen con el mercado y el poder político.

EL CIUDADANO, ENTRE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y EL DERECHO DE INFORMACIÓN.

Desde el punto de vista ético y realista, los medios de comunicación deben cumplir un objetivo primordial: facilitar a los ciudadanos el uso de su autonomía moral y política por medio de su acceso al proceso de construcción de la opinión pública, mediante sus informaciones sobre los debates, las nuevas ideas y proyectos que deben ser fruto del pluralismo axiológico y social, con independencia de las notificas e informaciones más relevantes.

Los medios de comunicación deben ser la expresión directa del derecho democrático a la libertad de expresión.

MARCO CONSTITUCIONAL.

La constitución constituye un respaldo sólido para los profesionales de los medios de comunicación, a efecto de que puedan enfrentar las presiones del mercado neoliberal y la partidocracia. Es así, porque además de tutelar los derechos fundamentales, entre ellos la libertad de información y de ser informado, expresa los principios firmes de la ética de la comunicación,  todo ello sobre la base esencial de la veracidad.

LOS VALORES SUPREMOS DE LA COMUNICACIÓN.

El reconocimiento y tutela del derecho humano a la libre expresión, se relaciona mayoritariamente, por la revolución liberal, que desembocaron en una declaración conjunta de derechos civiles y políticos, lo que, junto con la separación de los tres poderes del Estado, rápidamente los medios de expresión y de información, fueron considerados como el cuarto poder.

Otro aspecto derivado de la Revolución Liberal, es el derecho a la intimidad o privacidad, mismo que se recoge en la constitución. No faltan casos difíciles en los que concurren el interés público del derecho a la privacidad que habrán de resolverse generalmente a favor del primero cuando resulte objetivo e indiscutible.

La pluralidad de la información, si bien no fue muy concreta en tiempos pasados, en la actualidad ha terminado por sucumbir a la trama del neoliberalismo económico de las presiones interesadas de la partidocracia, hasta el grado de alinearse con ciertas excepciones destacadas.

Los medios de comunicación se han convertido en empresas económicas, enfocadas, primeramente a la obtención de la ganancia comercial, y en convivencia más o menos cercana, para obtener poder.

¿Qué opinión pública puede surgir de la “logomaquia”[1]?

No puede ser otra que una opinión pública sesgada por la política, la propaganda económica y que a partir del siglo pasado, de acuerdo con un estudio de W. Lippmann, se ha denominado como manufactura del consentimiento, la cual, ha sido ejercida no solo por movimientos fascistas y comunistas, sino también por las democracias, en particular por los partidos en el gobierno o en la oposición, con base en la rivalización de los factores políticos, con el fin de fabricar el clima de la opinión que más les convenga, mediante campañas de intención de voto y mediante la famosa espiral del silencio (Noelle-Newman).

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