Investigacion Frontera
Enviado por servandogonzalez • 14 de Noviembre de 2013 • 2.145 Palabras (9 Páginas) • 1.126 Visitas
R Respira. Siente el aire que entra por tus fosas nasales y pasa por la nariz. Tu diafragma se contrae y empuja el aire hacia el interior del pecho. El oxígeno inunda las diminutas cavidades de tus pulmones y pasa a los capilares, listo para hacer funcionar cada célula de tu cuerpo. Estás vivo.
STAPHYLOCOCCUS AUREUS
Esta bacteria, que normalmente es inofensiva, vive en las fosas nasales de una tercera parte de la población mundial. Pero puede tornarse virulenta y causar trastornos en la piel o infecciones más graves. El uso excesivo de antibióticos a partir de mediados del siglo pasado ha dado lugar a la evolución de cepas mortales.
Como lo está el aire que acabas de respirar. Cuando inhalamos, nuestras fosas nasales captan millones de partículas invisibles: polvo, po¬¬len, espuma de mar, ceniza volcánica, esporas vegetales… A su vez, esas motitas albergan una nutrida comunidad de virus y bacterias. Algunos pueden causar episodios de alergia o de asma. Mucho más raros son los patógenos inhalados que en sí mismos son agentes de enferme¬dades como el SARS, la tuberculosis o la gripe.
A lo largo de los últimos 15 años he pasado mucho tiempo introduciendo bastoncillos de algodón en narices humanas, morros de cerdo, picos de aves y hocicos de primates para detectar esos agentes antes de que causen pandemias mortíferas. Como resultado, he llegado a ver el aire como el medio de la próxima pandemia y no como la sustancia que sostiene la vida. Pero podemos respirar tranquilos, porque la mayoría de los microbios que flotan en el aire son inofensivos, y algunos incluso son beneficiosos. Lo cierto es que aún los conocemos muy poco.
Las bacterias constituyen la mayor parte de la masa de la vida en la Tierra, pero no supimos de su existencia hasta que Antoni van Leeu¬wenhoek empezó a usar sus microscopios con muestras de agua de charca y de saliva hace 350 años. Los virus, mucho más pequeños que las bacterias pero mucho más numerosos que todas las otras formas de vida juntas, fueron descubiertos hace poco más de un siglo. Solo en las últimas décadas hemos empezado a darnos cuenta de que los microbios están en todas par¬tes, desde la cima de las nubes hasta varios kilómetros bajo la superficie de la Tierra. Y hace muy poco que hemos comprendido su importancia para nuestra salud y para la salud del planeta. Nos enorgullecemos de haber explorado casi todos los rincones de la Tierra, pero detrás del mundo conocido hay un mundo oculto de microbios, a menudo más decisivo.
Nuestro desconocimiento de la abundancia microbiana en el planeta se debía en gran parte a nuestra incapacidad para cultivar la mayoría de los microorganismos en el laboratorio. Últimamente las técnicas de secuenciación del ADN nos han permitido estudiar poblaciones enteras en un ambiente determinado sin necesidad de cultivarlas en una placa de Petri. En 2006, por ejemplo, unos científicos del Labora¬torio Nacional Lawrence Berkeley anunciaron que las muestras de aire reunidas en San Antonio y Austin (Texas) albergaban por lo menos 1.800 especies distintas de bacterias aéreas, lo que situaba la riqueza microbiana del aire en el mismo nivel que la del suelo. Entre ellas había bacterias procedentes de campos de heno, depuradoras de aguas residuales, fuentes termales y encías humanas, así como las sorprendentemente abundantes de la pintura deteriorada.
HELICOBACTER
Helicobacter pylori (amarillo), una bacteria común que vive en la mucosa del estómago, aumenta el riesgo de padecer cáncer gástrico (células marrones) y úlceras pépticas. Pero con el tiempo H. pylori puede reducir la acidez de estómago y el reflujo gastroesofágico, lo que tal vez disminuya el riesgo de desarrollar cáncer de esófago. El microbio también parece ser que nos protege de alergias y asma. Algunos científicos sospechan que el aumento espectacular de estas afecciones en el mundo industrializado podría estar relacionado con la disminución de la frecuencia de H. pylori en nuestros estómagos, hecho que se debe en
Muchos microbios que flotan en el aire no proceden de muy lejos, pero otros han recorrido distancias enormes. El polvo de los desiertos de China atraviesa el Pacífico hasta América del Norte y sigue su recorrido en dirección este hacia Europa, hasta dar la vuelta al mundo. Esas nubes de polvo acarrean virus y bacterias de los suelos donde se originaron, y también microbios recogidos del humo de los vertederos o de la niebla formada sobre los mares que atraviesan. Cada vez que respiramos, inhalamos una muestra del mundo.
Por encima del aire que respiramos, la alta atmósfera también contiene microbios, que flotan a alturas de hasta 36 kilómetros sobre la superficie terrestre. Creo que incluso llegan más alto, aunque es difícil imaginar que puedan vivir a tal distancia del agua y los nutrientes. Un poco más abajo, viven e incluso medran. Hay evidencias de que a pesar de unos niveles de radiación ultravioleta que matarían a la mayoría de las bacterias, algunas incluso se reproducen dentro de las nubes. De hecho, es posible que contribuyan a la formación de copos de nieve, que crista-lizan en torno a una pequeña partícula llamada nucleador. En 2008, Brent Christner y sus colegas de la Universidad del Estado de Luisiana demostraron que los microorganismos eran los nucleadores más eficaces presentes en la nieve. Como puede verse, la nieve está literalmente viva.
Los microbios no solo habitan el aire; también lo crearon, al menos la parte más crucial para nosotros. Cuando apareció la vida en la Tierra apenas había oxígeno en la atmósfera. El oxígeno es un subproducto de la fotosíntesis, proceso «inventado» hace 2.500 millones de años por las cianobacterias. Estas bacterias son responsables directas de la mitad del oxígeno producido cada año en la Tierra, e indirectamente lo son de casi todo el resto. Hace cientos de millones de años formas arcaicas de cianobacterias se asociaron con las células que con el tiempo evolucionarían hasta convertirse en plantas. Una vez incorporadas en aquellas antecesoras de las plantas, pasaron a ser cloroplastos, los motores de la fotosíntesis y la producción de oxígeno en los vegetales. Juntos, las cianobacterias libres y sus primos los cloroplastos de las plantas realizan la gran mayoría de la fotosíntesis en nuestro planeta.
Pero volvamos a nuestra nariz. ¿Qué hay de esos microbios aéreos que inhalamos sin darnos cuenta? Solamente están de paso. Nuestros conductos nasales albergan además una rica y compleja población de residentes permanentes. La mayor parte de las bacterias presentes en nuestras fosas nasales pertenecen a tres géneros: Corynebacterium, Propionibacterium y Staphylococcus. Entre todas forman una de las muchas comunidades que constituyen el microbioma
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