Ka Corrida De Toros Desde Una Perspectiva Psicologica
Enviado por cristianvqvq • 3 de Julio de 2015 • 2.663 Palabras (11 Páginas) • 248 Visitas
Marco teórico
Historia
El origen de las corridas de toros en España hunde sus raíces en la cultura grecolatina que es introducida en el proceso de romanización. El culto al toro como divinidad y su sacrificio ritual está constatado en las civilizaciones minoica y otras del mediterráneo oriental desde al menos la edad del bronce. Los romanos, que incorporan a su propia cultura los mitos y divinidades de su zona de influencia, comienzan la conquista de Hispania con su desembarco en Ampurias, en la actual Cataluña, en el contexto de las Guerras Púnicas. La romanización, que comienza en la Tarraconense y se extiende con los siglos a toda Hispania, instaura en la cultura local los juegos y luchas de fieras, en las que el toro era un animal de frecuente intervención, existiendo constancia de luchas contra osos, leones y por supuesto seres humanos.
Durante la ocupación visigoda y en los primeros tiempos del califato omeya, hay cierta oscuridad sobre espectáculos taurinos, aunque la persistencia de los mismos en etapas posteriores dan idea de que la arraigada costumbre pervivió intacta a través del tiempo.
Hay noticias documentadas sobre fiestas de toros en Cuéllar (Segovia) en el año 1215, año en el que su obispo decretó "que ningún clérigo juegue a los dados ni asista a juegos de toros, y sea suspendido si lo hiciera". En el mismo siglo Alfonso X El Sabio prohibió que dichos juegos se celebrasen por dinero, lo cual apunta a la existencia de una "profesionalidad" incipiente entre los dedicados a lidiar reses bravas. Y es que recorrían los pueblos de España los llamados «matatoros» o «toreadores», divirtiendo al público (y cobrando por ello) mediante la práctica del toreo a pie de forma más o menos rudimentaria (sorteando o recortando a los toros, dándoles lanzadas o saltos, etc.). Además, estaban los pajes que, como parte de su servicio, ayudaban a los caballeros a lancear o rejonear a caballo, realizando los quites cuando fuera necesario. Igualmente en el reino nazarí de Granada también se documentan ciertos "juegos de fieras" en la que es probable que participaran toros.
Ya en el renacimiento, en 1542 la ciudad de Barcelona homenajea al príncipe Felipe, futuro Felipe II de España, con "luminarias, danzas, máscaras y juegos de toros". Miguel de Cervantes deja constancia de la cría de reses bravas para estas fiestas en el incidente que sufre Don Quijote de la Mancha quien grita a quien los transporta "¡Ea, canalla, para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas!", apuntando la existencia de explotaciones ganaderas de intrínseca finalidad taurina.
La prohibición de torear a caballo que en 1723 Felipe V impuso a sus cortesanos, acarreó que los modestos matatoros y los pajes empezaron a torear por su cuenta en las ciudades más importantes y a desatar el entusiasmo del gran público.
Siglo XVIII
Aunque la lidia de toros se practica desde muy antiguo, en la segunda mitad del siglo XVIII se produjeron en España una serie de novedades en su práctica que dio lugar a las corridas de toros en su sentido moderno:
• El toreo a pie sustituye al de a caballo.
• Los protagonistas ya no son caballeros pertenecientes a clases altas, sino gente del pueblo que se profesionaliza y cobra por su actuación.
• Nacen las ganaderías bravas y se comienza a seleccionar los toros para la lidia, frente a la situación anterior de mera espontaneidad.
• Se construyen las primeras plazas de toros como edificios permanentes destinados al festejo.
• Se escriben las primeras tauromaquias, que fijan la técnica y las normas y van definiendo el arte de torear.
Existieron dos corrientes regionales de cuya combinación surgió el toreo a pie: el ámbito vasconavarro y el andaluz. La tauromaquia vasconavarra se basaba en los saltos, en los recortes y en las banderillas, sin mayor sofisticación, mientras que la andaluza se desarrollaba con lienzos y capas para engañar a los toros. Durante algunas décadas ambos estilos se disputaron la primacía del público, saliendo victorioso el modelo andaluz. De la tauromaquia vasconavarra dejó constancia gráfica Francisco de Goya, que presenció los saltos de garrocha de Martincho, del licenciado de Falces o de Juanito Apiñani en las plazas de Zaragoza y de Madrid. La actual suerte de banderillas es el único legado que ha perdurado de aquel toreo navarro en las corridas de toros, si bien siguen muy vivos los espectáculos de saltos y recortadores en festejos populares.
Con diversas variaciones, se van estableciendo a lo largo del siglo XVIII todos los elementos de las corridas modernas. Se considera al rondeñoFrancisco Romero el padre del toreo moderno. Romero, fundador de una célebre dinastía, había tomado parte en las últimas corridas caballerescas. Inventó la muleta, dividió la lidia en tres tercios (varas, banderillas y muerte) y subordinó la cuadrilla a las exigencias del diestro. Sin embargo, será su hijo Juan Romero y sobre todo Pedro Romero (nieto de Francisco), Pepe-Hillo y Costillares, las primeras figuras conocidas, quienes ya en la década de los setenta del siglo XVIII impongan de forma definitiva su visión del toreo frente a la tradición navarra, muy semejante ya a la actual.
Una vez decantado el toreo en favor de la idea andaluza, surge una nueva disputa entre toreros andaluces a finales del siglo XVIII: los partidarios del estilo rondeño y los del sevillano. Ambos se basaban en el toreo con capa, pero discrepaban en la finalidad de la lidia: para los rondeños lo fundamental era la estocada, por lo que todo se supeditaba a la preparación de la muerte del toro. Cuantos menos capotazos mejor, para no agotar al toro y poderlo matar recibiendo (no conocían el volapié). En cambio, los sevillanos consideraban que lo importante era lucirse con la capa, mientras que la muerte era solo una forma de poner fin a la faena cuando el toro ya estaba agotado. Costillares inventó la verónica y el matar a volapié (fundamental, para poder dar muerte a toros aplomados tras numerosos pases). También logró supeditar la labor de los picadores a las necesidades de la lidia a pie.
Siglo XIX
Este primer periodo triunfal de la fiesta llega a su fin con la Guerra de la Independencia Española. Tras la guerra, retiradas o desaparecidas las grandes figuras anteriores, tiene lugar un periodo de decadencia de la fiesta. Pero en la década de 1830 aparece otra gran figura del toreo, "Paquiro", conocido como el «napoleón de los toreros», quien une a la escuela rondeña y sevillana y demuestra que ambas son compatibles, es decir, que efectividad y brillantez pueden aunarse en la lidia. Le siguen "Cúchares", "Lagartijo" y
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