LA ENUNCIACION
Enviado por Mairela • 16 de Octubre de 2012 • 1.776 Palabras (8 Páginas) • 384 Visitas
¿POR QUÉ UNA MULTIMEDIA?
Ya en 1970 Roland Barthes adelanta la noción de “multimedia”, al describir un texto ideal en donde: “... abundan las redes (réseaux) que actúan entre sí sin que ninguna pueda imponerse a las demás; este texto es una galaxia de significantes y no una estructura de significados; no tiene principio, pero sí diversas vías de acceso, sin que ninguna de ellas pueda calificarse de principal; los códigos que moviliza se extienden hasta donde alcance la vista; son indeterminables (...); los sistemas de significados pueden imponerse a este texto absolutamente plural, pero su número nunca está limitado, ya que está basado en la infinidad del lenguaje.” (Barthes, R., S/Z, Paris, ed. Du Seuil, 1970, pp. 11-12).
Michel Foucault también piensa en el texto como una forma de redes y nodos cuyas “fronteras nunca están claramente definidas” (Foucault, Michel, Archeology of Knowledge, Nueva York, Harper Colophon, 1976, p. 23). En esta misma obra afirma que el libro “está atrapado en un sistema de referencia a otros libros, otros textos y otras frases: es un nodo dentro de una red (...) una red de referencias”. Este concepto se emparenta con aquél enunciado por Mijail M. Bajtin, cuando caracteriza al texto como un enunciado dialógico, un eslabón en la cadena discursiva.
Según Mijail M. Bajtin, todo texto es polifónico y dialogístico, construído como “no como el conjunto de una única conciencia que absorbiese en sí misma como objetos las otras conciencias, sino como un conjunto formado por la interacción de varias conciencias, sin que ninguna de ellas se convierta del todo en objeto de otra” (Bajtin, Mijail M., Problems of Dostoevsky’ Poetics, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1984, p.18). En esta línea, la multimedia no permite una única voz conductora, sino que propicia el “choque” de voces, y, por lo tanto, la libre elección del usuario que diseña su propio trayecto de “lectura”, desplazando continuamente el centro, y por lo tanto el enfoque o principio organizador de su investigación y experiencia. Anticipándose al multimedia, Barthes afirma en S/Z que procede en su análisis “estrellando” el texto, separando bloques de significado que denomina lexías, que serían unidades de lectura. De la misma manera, la multimedia perturba el texto y la experiencia de lectura, que se ve ahora ante una progresión no lineal, no secuencial, de fragmentos fracturados que asumen identidades individuales.
La multimedia constituye un todo no secuenciado, que posibilita la elección de diferentes itinerarios por parte del usuario. Estos itinerarios están conectados a través de nexos o nodos. La multimedia permite el paso de un discurso verbal –oral y escrito-, a discursos icónicos de todo tipo (imágenes, gráficos, videos, etc.). El carácter dialógico del texto (entendido en su sentido más amplio, es decir, como unidad de significado más allá de la naturaleza de los significantes), se hace explícito en una multimedia, ya que ésta permite contrastar las diferentes lexías entre sí (por ejemplo, una obra pictórica y la crítica que ha recibido), creando así un texto multisecuencial: tiene múltiples principios y finales, en lugar de uno solo.
En una multimedia, el seguimiento de las referencias individuales se ve facilitado muchísimo a través de esta herramienta, así como la “navegación” por todo el espectro de interrelaciones. La contextualidad e intertextualidad que se generan al situar unidades de lectura en una red de trayectos, entretejen los textos (las lexías de Barthes), incluyendo una multiplicidad de voces. Este proceso debilita y tal vez destruye cualquier sentido de unicidad textual preestablecido.
Una multimedia fragmenta y atomiza el texto suprimiendo la linealidad del significante y liberando las lexías de un principio ordenador: amenaza el texto con el caos, al destruir la noción de unidad y la noción de permanencia. Pero este supuesto caos se supera con la actividad del usuario, que, al poder acceder a las referencias individuales afecta radicalmente la calidad del contenido asimilado, mediante la interacción con la herramienta. Así, el usuario de una multimedia adquiere realmente el papel de receptor activo, otorgando un centro a este todo descentrado.
El usuario de la multimedia construye un eje organizador a partir de sus propios intereses. Empieza en algún punto que, para él, es el comienzo. Un comienzo que por otra parte, puede variar teóricamente al infinito con cada entrada a la multimedia. El punto de partida es el primer eslabón de la cadena, el primer paso de un proceso con duración y sentido, al decir de Said (“El comienzo es el primer paso en la producción intencional de significados” (Said, Edward W., Beginnings: Intention an Method, Nueva York, Columbia University Press, 1985, p. 3)). La designación de un comienzo se relaciona, pues, con la intención consecutiva.
A partir del campo de la primeridad, el usuario, guiado por su subjetividad, atraído por lo emotivo-perceptivo, selecciona un aspecto, y por ende, un primer interpretante, a partir del cual iniciará la producción de sentido mediante el proceso de semiosis, determinando uno entre los múltiples caminos de acceso al objeto dinámico. La multimedia se puede descentrar y recentrar hasta el infinito, ya que cada texto es un centro pasajero en “dirección a ...”, similar al Aleph borgiano, punto que contiene todos los demás puntos y desde el cual se pueden ver todos los demás (en este caso, “partir hacia” todos los demás).
Con palabras de Peirce, diríamos que todo “texto” (signo) genera una cadena de interpretantes más desarrollados que
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