LA OFRENDA DE PAN Y VINO EN EUCARISTÍA
Enviado por gasgabriela • 2 de Diciembre de 2014 • Informe • 861 Palabras (4 Páginas) • 506 Visitas
LA OFRENDA DE PAN Y VINO EN EUCARISTÍA Conviene que nuestros ojos miren que nuestro entendimiento pondere las ofrendas de pan y vino al inicio de la liturgia eucarística de la misa. Para que así pueda ser, el pan aparezca como pan y el vino como vino. Así lo pide la prescripción oficial: “La naturaleza misma del signo exige que la materia de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento” (OGMR 32).
El pan y el vino en cada misa tienen y son un mensaje. Hay que dejarles hablar. Su significación natural nos ayuda a acoger con asombro el Pan de Vida y la Bebida de Salvación. ¿Qué nos dicen las ofrendas de pan y vino?
1. Vienen de lejos. En las ofrendas de pan y vino pulsa la historia del universo. En ellas la creación ha alcanzado un momento estelar. Por el pan y el vino entramos en comunión de vida con la tierra, el sol, el agua y el aire; comulgamos con la naturaleza que nos envuelve y cobija maternalmente. Vivimos gracias a los frutos de la tierra.
Con humildad y gratitud ofrezcamos lo que tiene su origen en un humus y una gracia antes y fuera de nosotros. “Bendito seas, Señor, Dios del universo por este pan y este vino; serán para nosotros pan de Vida y bebida de Salvación”.
2. El pan y el vino de la misa son dones dignificados por el trabajo de muchísima gente. En esta larga cadena de trabajadores y trabajadoras por el pan de cada día la gente humilde ocupa un sitial privilegiado. El pan y el vino de la misa pertenecen más a ellos que a otros. ¡Contempla con detenimiento estos dones! En ellos están objetivados el esfuerzo, el sudor, el cansancio, la creatividad, la alegría y la solidaridad de las personas que te han dado la vida y que te mantienen con vida.
Qué preludio impactante para las palabras del Señor: “Esto es mi cuerpo entregado por ustedes…esta es mi sangre derramada por ustedes"
3. No dejemos de vincular el pan y el vino de la Eucaristía con las experiencias más entrañables de nuestra vida: las comidas en familia y en comunidad. Comer juntos significa sellar alianza, compartir una misma alegría, comprometerse uno por el bien del otro.
Estas comidas generalmente se deben a una iniciativa de convidar. Lo propio del convite consiste en compartir donando. El que da, hace posible el recibir y el que recibe, hace posible el don ¡Cómo no intuir incoado en la comida humana el misterio de la Eucaristía y de la Iglesia!
4. Los dones de pan y vino contienen también el drama, tal vez más crucial, de la convivencia humana. No nos neguemos hacer de las ofrendas de la misa una lectura política y ética. En cada pedazo de pan late el hambre de muchos y el vino refleja la tristeza de los muchos no invitados a la cena para todos.
Sí, ¡escucha el mandato del Señor durante una catequesis sobre la Eucaristía:
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