LA PENICILINA
Enviado por changi • 19 de Octubre de 2014 • 2.113 Palabras (9 Páginas) • 178 Visitas
Aunque el descubrimiento de la Penicilina no se debió, ni mucho menos, a necesidades de los ejércitos, el desarrollo de esta sustancia antibiótica que se emplea para combatir las enfermedades causadas por ciertos microorganismos sí tuvo mucho que ver con el ámbito de la Defensa.
De hecho, el descubrimiento ‘casual’ del bacteriólogo escocés Alexander Fleming (en 1928) quedó en el olvido hasta que, durante la Segunda Guerra Mundial, la necesidad imperiosa de curar a los heridos hizo que ‘alguien’ se acordase de las investigaciones del científico y se ordenó la producción masiva de la sustancia ‘medicinal’[1].
El propio Fleming, en el discurso que pronunció cuando fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina, en 1945 [2], reconoció que el conflicto bélico propició, sin duda alguna, la producción masiva de su ‘olvidado’ invento:
“Sus resultados [3] fueron publicados en 1940, en medio de una gran guerra, cuando las economías ordinarias están en suspenso y cuando la producción puede continuar sin importar el costo (…) Para mí ha sido de especial interés observar cómo una simple observación realizada en un laboratorio bacteriológico de un hospital de Londres con el tiempo se ha convertido en una gran industria”. [4]
La Penicilina (cuyo nombre proviene de un hongo, Penicillium notatum, con gran poder bactericida) no sólo supuso salvar millones de vidas (por lo que está considerada el mayor descubrimiento del siglo XX); supuso un punto de inflexión, porque originó un cambio radical en el modelo a seguir en el trabajo científico, provocando un notable cambio en el desarrollo metodológico [5].
Hoy en día existen más de 1.000 productos en el vademécum que incluyen Penicilina en su composición. Gracias a los antibióticos, la esperanza de vida ha aumentado al menos 30 años en los últimos 50, y sin ellos muchos de nosotros no estaríamos hoy aquí.
Gracias a la Penicilina se elimina el enemigo fundamental de la cirugía y se facilita el desarrollo de los transplantes, y las infecciones dejan de ser consideradas como una amenaza mayor. En definitiva, la aparición de la Penicilina fue uno de esos descubrimientos que cambió la ciencia y, por consiguiente, nuestra historia.
De los remedios naturales a la búsqueda del microorganismo
Cuentan Sevillano y Ramos que en la edad moderna, las enfermedades infeccionas desencadenaron epidemias que azotaron y diezmaron la población de ciudades pequeñas y grandes. La lepra, la peste, la viruela, la tuberculosis, la gripe… Estas enfermedades tan comunes estaban originadas, según el pensamiento de entonces, por causas divinas, por comportamientos inmorales, por pautas climáticas, hambrunas, movimientos de tropas, guerra
Manteniendo estas constantes, estaba generalizado el empleo de remedios naturales y de prescripciones dietéticas, reconstituyentes religiosos, penitencia y oración, mezclados con ordenanzas de sanidad pública como cuarentenas, fumigaciones de bienes y personas, y cierre de casas, que fueron ampliamente divulgados con la aparición de la imprenta.
No fue hasta el siglo XIX cuando comenzó a generalizarse el hecho de que cada afección es real y con existencia independiente. Pasteur, por aquel entonces, empleó la palabra “microbio” para denominar a los causantes de estas enfermedades. La era de la búsqueda del microorganismo había comenzado. Pronto se conocieron muchos de los patógenos causantes de la mayor parte de las infecciones.
Se comenzó a imponer la vacunación de Pasteur, entendida como un proceso eficaz de inmunidad antes de manifestarse el agente infeccioso y no una vez declarada la enfermedad. Pero todavía muchos insistían en que las enfermedades tratadas con quimioterapia (tratamiento de las enfermedades por medio de productos químicos) eran las excepciones, y que la posibilidad de combate era más bien casualidad que regla para todas o muchas enfermedades infecciosas [6].
Descubrimiento y caída en el olvido de la Penicilina
El comienzo del cambio se produjo en 1928 con la “observación casual” [7] de Fleming. En otoño de 1928 estaba trabajando con variantes de una bacteria (Staphylococcus) cuando encontró que una placa, dejada descuidadamente junto a una ventana abierta, se había contaminado con un hongo, un moho. Identificó el moho como Penicillium (que en latín significa cepillo) y tres investigadores de la Escuela de Higiene de Londres enviaron una muestra al Departamento de Agricultura de Estados Unidos, donde se determinó que era Penicillium notatum [8].
No obstante, y a pesar de que posteriormente se demostró que esta ‘sustancia’ podía ser aplicada sobre la superficie infectada de un individuo e inhibir la infección, lo más trágico es que durante el decenio de 1930 a 1940, el “remedio milagroso” fue ignorado por todos, principalmente por falta de recursos económicos. Ni gobiernos ni industria se comprometían a invertir dinero en nuevas experiencias que prometían poco beneficio [9].
Fue en 1939 cuando Howard Florey y Ernst Chain, de la Sir William Dunn School of Pathology de Oxford, retoman el descubrimiento de Fleming y comienzan a hacer experimentos y a purificar la sustancia ‘milagrosa’, porque hasta ese momento sólo se utilizó el caldo de cultivo del Penicillium notatum como antiséptico local con buenos pero no resonantes resultados [10].
Finalmente consiguieron demostrar la poderosa acción antibacteriana de la Penicilina y publicaron sus hallazgos preliminares enThe Lancet, una importante revista médica británica. Ambos temían una inminente invasión alemana (la Segunda Guerra Mundial ya había comenzado) y transfirieron esporas de Penicillium notatum para salvaguardarlas en los forros de su chaquetas[11].
De hecho, el revuelo que ocasionó el nuevo milagro fue reconocido de forma casi inmediata al concederse el Premio Nobel en 1945 a sus descubridores. No sólo a Alexander Fleming; también a los menos conocidos Ernst B. Chain y Sir Howard Florey, quienes experimentaron con la sustancia medicinal cuando Fleming y sus resultados cayeron en el olvido.
La Segunda Guerra Mundial y la rivalidad con Alemania
Pero el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y la rivalidad, en todos los aspectos, con Alemania, forzó a los aliados a buscar nuevos enfoques terapéuticos. Alguien se acordó de aquel remedio milagroso, la Penicilina, y puso todo su empeño en purificarla. La necesidad de curar las heridas de los soldados hizo que se aplicara en diferentes soluciones [12].
Sin embargo, y a pesar de que los alemanes habían desarrollado las sulfamidas y autores como Ledermann sostienen que confiaron tanto en estos quimioterápicos que no ‘hicieron caso’ en un principio a la penicilina, otros como Shama defienden que los esfuerzos angloamericanos
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