La dignidad del cuerpo humano
Enviado por shopaholikj • 7 de Noviembre de 2013 • Trabajo • 2.136 Palabras (9 Páginas) • 321 Visitas
La dignidad del cuerpo humano - Alfonso López Quintás
La recta consideración del cuerpo es una clave para entender adecuadamente los diversos aspectos de nuestra vida personal
Para defender un proyecto de ley proabortista, cierto ministro de Justicia condensó su razonamiento en esta frase: "La mujer tiene un cuerpo y hay que darle libertad para que disponga de él y de cuanto en él acontezca".
A primera vista, parece un razonamiento lógico y concluyente. Si lo analizamos con un método bien aquilatado, descubrimos la profunda razón que ha llevado a la mejor Antropología Filosófica a pulverizarlo desde hace casi un siglo.
El uso del verbo tener es adecuado para expresar relaciones de posesión, que sólo tienen sentido respecto a objetos. Yo puedo tener un ordenador, una finca, una casa, un traje... Pero no tengo cuerpo; soy corpóreo. Si queremos descubrir el abismo que media entre ambas expresiones, debemos afinar la sensibilidad para adivinar el modo de ser de las realidades que parecen objetos pero superan la condición de tales. Sólo así conseguiremos cambiar la mentalidad "objetivista" por otra "relacional".
Paso de las realidades cerradas a las realidades abiertas
Para realizar este giro, debemos tener en cuenta que nuestra vida personal consiste básicamente en convertir las realidades cerradas en realidades abiertas. Esta actividad suscita una serie admirable de transfiguraciones.
1. Cerrado es un objeto que está ahí sin tener relación alguna conmigo. Por ejemplo, una tabla cuadrada que veo en el taller de un carpintero. Si pinto en ella cuadraditos en blanco y negro, convierto la tabla en tablero. He aquí la primera transfiguración. La tabla se convierte en realidad abierta porque me ofrece posibilidades para jugar en ella al ajedrez o a las damas. El tablero tiene un rango superior a la tabla. Es una realidad que se abre a nosotros y nos ofrece posibilidades para hacer juego: crear jugadas, tender a una meta, ejercitar la imaginación. Por ser una realidad abierta y abarcar cierto campo, vamos a llamarle ámbito de realidad, o sencillamente ámbito.
Con la tabla puedo hacer lo que quiero: venderla, canjearla, manejarla a mi antojo, porque es una realidad delimitable, pesable, agarrable, situable en un lugar o en otro. Con el tablero en cuanto tal, es decir, en cuanto estoy jugando en él un determinado juego, no debo actuar arbitrariamente: he de respetar las normas que dicta el reglamento. Si convenimos en que la tabla como objeto pertenece al nivel 1, el tablero -como campo de juego- pertenece al nivel 2. Ya hemos descubierto dos tipos de realidades -objetos y ámbitos- y dos actitudes distintas respecto a ellas: la de simple manejo y la de colaboración respetuosa.
2. Un fajo de papel pautado que está en una papelería es un objeto. Si lo compro y escribo en él una composición musical, transformo el fajo de papel en una partitura, y lo elevo del nivel 1 al nivel 2. El fajo de papel es mío, lo poseo, puedo utilizarlo para cualquier fin: escribir en él, abanicarme, encender una estufa. Pertenece al nivel 1. La partitura no es algo pasivo respecto a quien sabe leer el lenguaje musical; toma iniciativa y me revela una obra y me guía en la tarea de interpretarla. Como fajo de papel, la poseo y la pongo a mi servicio; en cuanto partitura, debo respetarla al máximo, colaborar con ella, serle fiel, ajustar mi acción a las normas que ella me impone. Estamos en el nivel 2. Otra vez nos encontramos con dos realidades de distinto rango y dos actitudes diferentes por nuestra parte.
3. Demos un paso adelante en nuestro camino de transfiguraciones. Me habla alguien de un poema que figura en un libro. Es algo que está ahí; sé que es una obra literaria, pero no me preocupo de asumir las posibilidades que me ofrece y darle vida; lo tomo como una realidad más de mi entorno, y lo sitúo al lado de las mesas, las plumas, el ordenador, los libros que llenan los anaqueles de mi biblioteca... El poema lo considero en este momento casi como un objeto, una realidad que está en mi entorno pero no se relaciona conmigo activamente, ni yo con él. Se halla a mi lado, como si fuera una realidad cerrada, un objeto. Pero un día abro el libro y aprendo el poema de memoria, "de corazón" -como dicen expresivamente los franceses-; es decir, asumo activamente las posibilidades estéticas que alberga y lo declamo creativamente, dándole el tipo de vida que el autor quiso otorgarle. En ese momento, el poema actúa sobre mí, me nutre espiritualmente, y yo configuro el poema, le doy el ritmo debido, le otorgo vibración humana, lo doto de un cuerpo sonoro. Esa experiencia de declamación no es meramente "lineal", no actúo yo solo; es reversible, bidireccional, porque ambos nos influimos mutuamente: El poema influye sobre mí y yo sobre el poema.
Antes de entrar en relación con él, el poema era distinto de mí, distante, externo, extraño, ajeno. Al asumir sus posibilidades estéticas y declamarlo, el poema se me vuelve íntimo, sin dejar de ser distinto, pues nada hay más íntimo a nosotros que aquello que nos impulsa a actuar y da sentido a nuestra actividad. De esta forma, el poema deja de estar fuera de mi, en un lugar exterior a mí. Él y yo formamos un mismo campo de juego. En eso consiste ser íntimos. La unión de intimidad sólo es posible en el nivel 2, el de la creatividad. Esta transformación de lo externo, extraño y ajeno en íntimo da lugar a una forma eminente de unión. Ningún tipo de unión con un objeto alcanza el carácter entrañable que adquirimos al formar un campo de juego con una realidad abierta, que nos ofrece posibilidades creativas.
Al asumir fielmente las posibilidades que me ofrece un poema, me atengo a él, le soy fiel, lo tomo como una norma que me guía, y justamente entonces me siento inmensamente libre, libre para crearlo de nuevo, darle vida, llevarlo al grado máximo de expresividad. Fijémonos qué modo tan fecundo de transfiguración se opera aquí: libertad y norma son entendidas de modo tan profundo que dejan de oponerse entre sí para complementarse fecundamente. En el nivel 2, la libertad que cuenta es la libertad creativa; la norma que nos interesa es la que procede de alguien que tiene, no tanto mando, cuanto autoridad, es decir, capacidad de promocionar nuestra vida en algún aspecto. Un declamador literario, un intérprete musical, un actor de teatro... se sienten tanto más libres cuanto
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