La educación de adultos

otros grupos sociales menos necesitados. La unidad de la sociedad mexicana debe ser fortalecida sobre el fundamento de la justicia.

Según esta misma perspectiva, se requiere un nuevo planteamiento de la educación de los adultos. No se pueden seguir tratando el rezago de los adultos sin instrucción básica (65% de la población mayor de 15 años) con las fórmulas tradicionales y considerando la educación de los adultos como un apéndice del sistema educativo nacional. Por eso se creó el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, que habrá de acometer una ambiciosa tarea, revolucionaria en sus planteamientos y estrategias, significativa por los recursos que emplee, nacional por su cobertura.

Se han propuesto nuevas dimensiones para la acción educativa en el campo de la política cultural. El gobierno ha definido sus principios fundamentales: libertad para la creación, apoyo y estimulo del Estado a la cultura, distribución equitativa de los bienes que ésta produce y protección de nuestro patrimonio artístico y cultural.

De estos principios derivan políticas más especificas para fortalecer y democratizar efectivamente la cultura: para defenderla de la invasión de usos y gustos ajenos y enajenantes; para preservar la lengua nacional de la influencia de vocablos extranjeros; para protegernos de culturas e intereses extraños, que empiezan a menguar la identidad y reciedumbre nacionales; para protegernos de culturas populares; para fortalecer la relación constructiva de la cultura nacional con la universal; para vigorizar, en fin, la identidad cultural de la gran nación mexicana, convencidos de que es el pilar esencial de la soberanía política.

Finalmente se proponen nuevas dimensiones para la acción educativa en lo que se refiere a la orientación nacionalista que se debe dar a la educación de las nuevas generaciones.

A este respecto, ha de insistirse en que educar, en México, debe ser, antes que nada, formar mexicanos, en un doble sentido. Primero, formar mexicanos con recia conciencia nacionalista. Nunca como antes el país se ha visto tan asediado por influencias culturales —en el fondo, económicas y políticas— que amenazan destruir su identidad, borrar su pasado y minar la potencialidad futura de su ser nacional. Una publicidad irresponsable, empeñada en vender a toda costa, abusa de los medios de comunicación colectiva y frecuentemente desvirtúa su naturaleza.

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