Metrologia
Enviado por armandoi • 28 de Julio de 2012 • 1.959 Palabras (8 Páginas) • 443 Visitas
Octavio Paz
Niña
Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento y pleno,
anegando los aires,
verde deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.
Nombras el cielo, niña.
Y el cielo azul, la nube blanca,
la luz de la mañana,
se meten en el pecho
hasta volverlo cielo y transparencia.
Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
baña la tierra negra,
reverdece la flor, brilla en las hojas
y en húmedos vapores nos convierte.
No dices nada, niña.
Y nace del silencio
la vida en una ola
de música amarilla;
su dorada marea
nos alza a plenitudes,
nos vuelve a ser nosotros, extraviados.
¡Niña que me levanta y resucita!
¡Ola sin fin, sin límites, eterna!
QUIÉN PUDIERA VIVIR SIEMPRE SOÑANDO!
Es la existencia un cielo,
cuando el alma soñando embelesada,
con amoroso anhelo,
en los ángeles fija su mirada.
¡Feliz el alma que a la tierra olvida
para vivir gozando!
¡Quién pudiera olvidarse de la vida!
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
En esa estrecha y mísera morada
es un sueño engañoso la alegría;
la gloria es humo y nada
y el más ardiente amor gloria de un día.
Afán eterno al corazón destroza
cuando los sueños ¡ay! nos van dejando.
Sólo el que sueña goza.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
De su misión se olvidan las mujeres,
los hombres viven en perpetua guerra;
no hay amistad, ni dicha, ni placeres;
todo es mentira ya sobre la tierra.
Suspira el corazón inútilmente. . .
la existencia que voy atravesando
es hermosa entre sueños solamente.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
Sin mirar el semblante a la tristeza,
pasé de la niñez a la dulce aurora,
contemplando entre sueños la belleza
de ardiente juventud fascinadora.
Pero ¡ay! se disipó mi sueño hermoso,
y desde entonces siempre estoy llorando
porque sólo el que sueña es venturoso.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
Carta a César Vallejo
Vine aquí
y me doy cuenta que la frialdad de los parisiense es intraducible al calor de nosotros
hermano
Es raro que de todas las casas del mundo
hayas escogido ésta
En nuestros países aún florece la miseria
los cartoneros son dueños de las calles
y el progreso es promesa que aparece
en los diarios
Es raro César
que toda tu cólera sea ahora esta piedra
y que estos heraldos
bajen y se posen sobre tu silencio
Cuántos poemas tuyos no habrán escuchado estos árboles
cuántas cosas no le habrás dicho
a esta tierra gris y fría
Seguramente los otros te observan
cuando sales de tu muerte a caminar en harapos
Seguramente conocen tu poesía
y tú la de ellos
Recuerdo cuando eras tema de charla
y te maltratábamos sintiéndonos los mejores necrólogos
Hoy ante ti
el río que soy se desborda por los ojos
la misma agua que deseaste cuando no era tiempo de partir
Hoy el cielo tiene limpio el rostro
y lejos está aquel deseo tuyo
Pero si debo decir la verdad
si tengo que confesarte la razón
que me trajo hasta aquí
es para decirte que
yo nací no cuando Dios estuvo enfermo
sino el día que los ángeles y yo velamos su cadáver
(escritura hospital de enunciados)
Recuérdalo querido César
toda tu muerte
EL VALLE DE MI INFANCIA
Salud, ¡oh valle hermoso!
Albergue de placer, donde dichoso
entre sueños espléndidos de amores,
vi deslizarse un día,
cual se desliza el agua entre las flores,
los dulces años de la infancia mía.
Valle umbroso, salud: hoy el viajero
tu abrigo lisonjero
busca ansioso con ávida mirada,
bendice la quietud de tus vergeles,
y reclina su frente ensangrentada
a la sombra feliz de tus laureles.
Aquí esta la montaña, allí está el río;
allá del bosque umbrío
la silenciosa majestad se admira;
allí el lago retrata el firmamento;
la fuente, más allá, lenta suspira,
y agitando los sauces gime el viento.
Allí la cruz está donde, inspirado,
el bien del desgraciado
imploraba con místico cariño,
elevando a los cíelos mis plegarias,
y estas agrestes rocas solitarias
las mismas son que amé cuando era niño.
Pero es otro el rocío, otra la brisa
que hoy el abril te da con su sonrisa;
otras las rosas son de encanto llenas
que brillan entre el césped de tu alfombra,
y otras, y otras también las azucenas
que crecen a tu sombra.
Cual las olas que pasan suspirando
los años van pasando;
un instante con flores se embellecen,
un punto brilla su fulgor mentido,
y al fin se desvanecen
en las oscuras sombras del olvido.
¿En dónde están ahora aquellas rosas
tan puras, tan hermosas?...
Están, ¡oh valle!, donde está la calma
de aquellos bellos días tan risueños;
en donde está mi amor, gloria del alma,
y en donde están también mis dulces sueños.
Yo era feliz aquí; yo me adormía
en plácida alegría,
por la dulce inocencia acariciado,
sin más amor que tú, sin otro anhelo
que amar tus flores y cruzar tu prado,
cantar tus fuentes y mirar tu cielo.
Una tarde las aves se alejaban,
y al ver como volaban,
sentí el alma agitarse en ansias locas
y quise, como el águila atrevida,
cruzar las selvas, dominar las rocas,
y aspirar otro ambiente y otra vida:
Y al huracán seguí; y al ver el mundo
sentí en el corazón horror profundo;
anhelé las tranquilas soledades
donde feliz reía,
y sentí que mi espíritu oprimía
la atmósfera letal de las ciudades.
Gozo y placer busqué, gloria y ventura;
...