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Reflexionar desde el género


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2020  •  Apuntes  •  5.619 Palabras (23 Páginas)  •  76 Visitas

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[pic 1] Reflexionar desde el género

Como trabajamos en la Clase 1, todas las personas estamos inmersas en un orden social con un sistema de creencias que define roles, atributos y comportamientos diferenciados para las masculinidades y las femineidades, así como pautas que marcan las relaciones entre ambos.

Las formas de actuar, pensar y sentir en tanto varones y mujeres se constituyen a partir de marcas culturales definidas social e históricamente, y son aprendidas a través de los procesos de socialización que transcurren y vivenciamos en los diferentes entornos de los que formamos parte: la familia, la escuela, el club, instituciones de salud, el Estado, mercado de trabajo, y los medios de comunicación, entre otros.

Fuimos socializados/as y educados/as en estos valores y estereotipos a través de distintas instituciones desde la más temprana infancia. Por ejemplo, mediante la transmisión de mandatos tales como que el juego con las muñecas, “la casita” o el uso de “la cocinita”, son propios de las nenas, y el juego con la pelota, los autitos, los bloques o la construcción, les corresponden a los nenes. La escuela debe constituirse como un espacio en el cual estos mandatos puedan relativizarse y se abran más posibilidades para que tanto niños como niñas puedan participar y sostener diversas experiencias de juego y exploración.

Estas cuestiones también se manifiestan en la vida adulta, cuando, por ejemplo, ciertas carreras, profesiones y empleos se visualizan como más adecuadas para un género que para otro. Si bien hoy es posible percibir indicios de cambios a favor de mayores niveles de participación de las mujeres en espacios extra-domésticos o de formación educativa, también nos encontramos con entornos y roles en los cuales parecen no haber ocurrido cambios que favorezcan una mayor equidad e intercambio en las responsabilidades del ámbito doméstico.

Veamos un ejemplo:

La siguiente investigación  analiza el ejercicio de la medicina desde una perspectiva de género.

 

Un estudio reciente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) muestra el constante proceso de “feminización” de las profesiones abocadas a la salud y la presencia de brechas salariales entre varones y mujeres. De dicha investigación se concluye que son cada vez más las mujeres que completan carreras médicas y, una vez empleadas, ganan menos que sus colegas médicos, además de tener menos acceso a puestos de decisión en sus ámbitos laborales. El estudio explica que en los últimos años se produjo una “feminización” de la profesión de la medicina, a partir de un aumento significativo y constante de la cantidad de médicas graduadas. Mientras que en 1980 las mujeres representaban el 20 por ciento del sector, en 2016 alcanzaban casi el 52 por ciento. Son mayoría, además, en el total de estudiantes de la carrera, un fenómeno que se extiende, sin excepciones, en las principales universidades de todo el país. Sin embargo, este cambio no se tradujo en una mejora en la inserción laboral ni en sus condiciones de trabajo. Las médicas enfrentan los mismos obstáculos que trabajadoras de otros sectores laborales: cobran menos que sus pares —con una brecha salarial que ronda el 20 por ciento—, se concentran en las especialidades con menor rango de ingresos, y asociadas con atributos definidos culturalmente como femeninos, vinculados con el cuidado materno–infantil. Además, tienen menor acceso a puestos de decisión en instituciones hospitalarias, ministerios, asociaciones profesionales e incluso, en el ámbito académico. Fuente: “Género en el sector salud: feminización y brechas laborales”. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Abril de 2018.

Aproximándonos a la perspectiva de género

El concepto “perspectiva de género” surge del ámbito académico a partir de las teorías feministas. Su significado ayuda a superar los patrones colectivos que reproducen discriminaciones, estereotipos y distintos tipos de violencias hacia las mujeres. Esta perspectiva también nos ayuda a pensar y colabora en la adopción de pautas de organización social basadas en el respeto y en la valoración positiva e igualitaria de las diferencias entre las personas.

En tanto herramienta analítica, la perspectiva de género devela la desigualdad y la subordinación entre los géneros. Por ejemplo, las mujeres han tenido oportunidades desiguales a las de los varones en el acceso a la educación, la justicia y la salud. Aún hoy para muchas mujeres las posibilidades de desarrollo siguen siendo desparejas e inequitativas.

En la medida en que la perspectiva de género nos permite analizar más profundamente la realidad social, podemos pensarla como unos “anteojos” que nos permiten ver más claramente los mecanismos sociales que hacen que las diferencias entre los varones y las mujeres se transformen en desigualdades.

Desde el lugar que cada persona y cada institución tienen se puede realizar un aporte para transformar las desigualdades de género existentes. Para ello es preciso asumir el desafío de desaprender algunas pautas culturales e inaugurar otras que promuevan la igualdad entre las masculinidades y las femineidades.

 

¿Cómo actúan los estereotipos de género?

Los estereotipos de género se montan sobre un dato biológico, esto es, sobre el sexo asignado al momento del nacimiento. Este hecho hace que muchas características de los varones y las mujeres se presenten como “naturales” e inmodificables.

Veamos cómo operan los estereotipos de género con un ejemplo concreto: se argumenta que, debido a la capacidad biológica de la mujer para gestar, parir y amamantar, son ellas quienes “naturalmente” deben limpiar la casa, lavar la ropa, cocinar y cuidar de las hijas e hijos. Este razonamiento no toma en consideración que esa “naturalización”, al igual que todas las características atribuidas a los géneros, constituye un producto cultural, no un aspecto “natural”.

Al mismo tiempo, la definición de los atributos para las masculinidades y las femineidades responde a un particular estado de las relaciones de poder entre los géneros, caracterizado por la desigualdad. La expresión de esta desigualdad se manifiesta en todos los ámbitos en donde interactúan las personas: en las relaciones de pareja, en la reproducción y la crianza de los niños y niñas, en la familia, en el trabajo, en la comunidad, en los ámbitos de participación política, en el Estado, etc.

Resumiendo:

Ninguna de las características atribuidas a lo femenino y a lo masculino son inmutables. Cambian a

través del tiempo y de una sociedad a otra.

La atribución de diferencias en relación a lo masculino y lo femenino conlleva una jerarquización,

es decir, una distribución desigual de poder que se expresa en cada aspecto de la vida social.

Hacer visible el carácter cultural e histórico de aquello que se nos ha presentado como natural e

inmutable para mujeres y para varones es fundamental para develar el conjunto de factores que

han contribuido a estructurar relaciones desiguales de poder entre unos y otras.

Por último, es importante comprender que las desigualdades de género se profundizan cuando a

 ellas se suman otras inequidades como las de clase, etnia o edad.

Los estereotipos de género en acción

 

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Antes de continuar, las y los invitamos a ver el siguiente video producido por el Canal Encuentro:

 

https://www.youtube.com/watch?v=ebyxL1QFL9o

 
Los estereotipos de género condicionan y avalan muchas formas de discriminación. En la medida en que las representaciones sociales no admiten variaciones y se usan para evaluar el comportamiento y la forma de ser de la totalidad de las personas que integran los grupos de masculinidades y femineidades, estas representaciones dejan de ser aspectos singulares para convertirse en estereotipos de género. 

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