Sin Sentido NO Leer
Enviado por craziitaa • 5 de Septiembre de 2012 • 933 Palabras (4 Páginas) • 425 Visitas
Al cierre de 300 años de dominación española los jóvenes países habían asumido un ambicioso proyecto: el de inventarse como tales, inaugurando sus instituciones y construyendo sus identidades culturales. El problema más urgente de esa génesis era la constitución de ciudadanos a partir de lo que habían sido grupos aislados de siervos, esclavos, artesanos analfabetos, criollos sin influencia política, mestizos, hacendados—todos en busca de una voz “propia,” para lo cual acudían, paradójicamente, a modelos culturales extranjeros. Había que lograr la superación de las divergencias y tensiones entre esos grupos culturales y raciales; unificarlos a través de metas e ideales nacionales, y la literatura se ofrecía en su calidad de facilitadora de significados y soñada o posible transformadora de realidades empíricas. La largamente deseada y precariamente mantenida emancipación parece invitar una optimista composición de hermosas historias de amor y patriotismo que, adecuadamente, llevaban los nombres de sus protagonistas como títulos: María, Tabaré, Clemencia. Son novelas que funcionarían como alegorías de la unificación nacional y de todos sus elementos aislados.
En la Hispanoamérica del siglo XX, esa vocación de la literatura por traer a la realidad algo intuido o deseado continúa en varias transformaciones. Se pasa por un número de movimientos realistas, costrumbristas, naturalistas, mágico realistas, etc., todos con el interés de definir la esencia de lo americano. Cito algunos célebres casos: José Martí, José Vasconcelos, Alfonso Reyes o Octavio Paz en el ensayo; los novelistas de la Revolución, del llano, de la pampa o indigenistas; los proyectos literario-antropológicos inspirados por el surrealismo, como los de Miguel Ángel Asturias o Alejo Carpentier. Acometen la investigación y representación de las calidades esenciales de lo americano, parapetándose en una demarcación más o menos celebratoria de sus diferencias respecto a las culturas que desde fuera competían por el control del imaginario hispanoamericano: las europeas o norteamericanas. Antes de cumplir este siglo la cincuentena, surgen dos actitudes narrativas que se definen tanto por su tratamiento idiosincrático de los elementos realistas y no realistas; por su interés ontológico de definir el mundo que representan, o por el fenomenológico de comentar sobre las prácticas de percepción y conocimiento de ese mundo. Son lo real maravilloso americano y el realismo mágico. Se trasluce tras ambos proyectos un deseo más o menos esperanzado de encontrar en América la inocencia de las culturas primitivas que nos atribuyó, siglos antes, Colón:
La pretensión de ver el mundo con ojos nuevos exigió que se viese como si acabase de surgir de la nada—como en una primicial floración—, según escribió Borges en una de sus proclamas ultraístas—, y nada más adecuado al respecto que una América joven o niña observada por un Occidente que se decía en decadencia y se mostraba ávido de maravilla
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