Su Novela Laboral
Enviado por • 6 de Noviembre de 2014 • 2.289 Palabras (10 Páginas) • 214 Visitas
Trabajo de Enfermería. Su Novela Laboral. Por Elen
Trabajo de Enfermería. Su Novela Laboral.
Elena De la Aldea
Silvia Emmer
Virginia Schejter*
¿De dónde procede el carácter de siniestro del silencio, de la soledad, de la oscuridad?
S. Freud “Lo Siniestro”.
La tarea de enfermería, lugar de encrucijada, pivote del equipo de salud, resume una vasta gama de matices que el dolor, el sufrirlo y provocarlo, tiene para el ser humano.
En el trabajo con la enfermedad consideramos el rol de enfermería como riesgoso, tanto a nivel físico como psíquico, como una ocupación con un sufrimiento, un erotismo y un trabajo psíquico intenso.
El personal de enfermería ocupa ese lugar de mediación, de contención de emociones, fantasías y angustias, de contacto, donde el cuerpo se juega en relación a otro cuerpo en peligro, sufriente, en lucha de alguna manera, entre la vida y la muerte.
El dolor, -dice Joyce McDougall--, ese puente privilegiado que asegura el vínculo entre el soma y psique, interroga a todos los que se ocupan del sufrimiento humano (1)
Haciendo un rápido recorrido por los diferentes momentos de la obra de Freud sobre el tema del dolor (2), este aparece en una primera etapa relacionado con la imposibilidad de descargar y ligar dentro del sistema “psi” lo displacentero. Luego es asociado al erotismo como el placer y la excitación de recibir y producir dolor en el sadismo y el masoquismo.
Más adelante, a propósito del narcisismo, Freud habla de la regresión producida por el dolor físico como una vuelta de la libido sobre el yo. Finalmente, el dolor es asociado con el duelo por la pérdida libidinal del objeto amado o de ideales.
La enfermedad remite a lo más desconocido y temido por el hombre. A ese algo incomprensible al que el hospital como institución alude, desafía, pero también oculta. Lugar de recuperación que lleva a la salida –“el alta”-, o depósito de dolor y muerte. Es un espacio donde la sociedad descarga lo finito, la vulnerabilidad humana. Entre paredes claras se produce el silencio.
Zona en que se juega el límite entre la vida y la muerte. Más allá el silencio, el velatorio, el silencio. La enfermera dentro del equipo comparte y disfruta de este desafío y también de este saber y no saber sobre lo imposible de la inmortalidad, fantasía más o menos presente en todos.
Llama la atención una frase escuchada repetidamente en un grupo de enfermería: “me gusta trabajar en UTI” (Unidad de Terapia Intensiva). El quirófano, unidad coronaria y UTI son tal vez los lugares de mayor riesgo con respecto a la vida del paciente, también los más tecnificados , con normas y códigos muy específicos de lo que se debe hacer en cada momento. Aquellos lugares donde el ritmo del cuerpo se mezcla con el ritmo de los aparatos.
Lo específicamente humano se confunde, se borra con la tecnología. Hombres y máquinas juntos en el último recurso para prolongar la vida. “Se conecta, se desconecta” al paciente. La máquina ayuda a mantener esa fantasía de omnipotencia que encubre lo humano-mortal.
En este saber y no saber, en este desafío cotidiano tal vez encuentre más expuesta a sus vicisitudes que otros miembros del equipo. Cercanía del cuerpo, contactos más permanentes, más íntimos, relaciones intensas y poco duraderas –“una se olvida de las caras” dice una de ellas-, la exponen a la necesidad de emplear una energía muy grande en mantener la ilusión y renovar los intentos.
Los fracasos, las distintas situaciones dolorosas, el desborde pueden fácilmente transformar el sueño en una pesadilla. En una investigación como enfermera realizada por Priece y Bergen (3) se concluye:
que la enfermería está constantemente obligada a luchar contra la idea de que ella no es capaz de hacer más para impedir que el enfermo muera.
Aparece así, permanentemente, -sobre todo en este tipo de servicios- la fantasía de que este triunfo sobre la muerte es posible (pero ella no puede) y cuando sobreviene lo inevitable, las ideas de culpabilidad afloran rápidamente.
El hospital como institución repite historias nunca iguales, imprevisibilidad, urgencia, gravedad no permiten anticipar. Es, dicen ellas, “vivir en sobresalto”. Este sobresalto produce un gran desgaste pero también da vuelo a excitantes fantasías mesiánicas y opaca toda intensidad fuera de sus puertas. Guardia, quirófano o sala o ... caras. Motivos, recursos, soluciones: siempre algo distinto, muchas veces urgente, algunas mortal.
En esta urgencia el tiempo se detiene, es sólo el tiempo apremiante de un gesto no el tiempo de los ciclos vitales, de la cotidianeidad. Cantidad de horas. Intensidad de lo vivido, cansancio, tensiones y juegos de poder dentro del equipo, amores, pasiones, deslucen cualquier escenario exterior. “Afuera la vida se opaca” dice una de ellas. Trabajo insalubre, física i psíquicamente. Expuesta al contagio, a accidentes de una tarea que requiere gran esfuerzo físico, presentan gran número de enfermedades profesionales.
Los turnos rotativos, la sobrecarga de trabajo, las situaciones imprevistas interfieren la posibilidad de organizar ritmos centrados en sus necesidades biológicas y psíquicas básicas de alimentación, sueño, eliminación, vida amorosa y familia.
La escasez de personal de enfermería, el elevado ausentismo (íntimamente ahocicado con lo que venimos planteando) y el bajo nivel de remuneraciones, lleva en muchos casos a cubrir más de un turno o a tener más de un trabajo.
El hacer, en este contexto de incertidumbre y exigencia, impide también descargar, pensar, ligar, elaborar (4). En nuestras instituciones asistenciales no existe espacio retórico ni práctico para ello: “Hoy te ríes, mañana lloras”.
La enfermera ocupa también un lugar de encrucijada, de pivote, entre distintos personajes: médico, paciente, familia, otros miembros del equipo de salud, del hospital. Lugar de encrucijada, no de reconocimiento ni de poder formal.
Se le atribuye eficacia, rendimiento técnico, responsabilidad, presencia y al mismo tiempo, se le pide que se borre ante la figura omnipresente-ausente del médico, que asuma errores y torpezas, propias y ajenas, pues la figura de éste debe ser preservada ante los enfermos y sus familiares en su infalibilidad y destreza. “Yo cubro al doctor, porque no vaya a ser que los enfermos le pierdan confianza”, dice una enfermera.
Relación difícil, juego de dependencia
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