UN DUELO ENTRE DOS CONCEPCIONES DE LA MATERIA EL ANTIGUO CONCEPTO DE PHYSIS
Enviado por heather15 • 2 de Abril de 2022 • Ensayo • 4.936 Palabras (20 Páginas) • 91 Visitas
VII. UN DUELO ENTRE DOS CONCEPCIONES DE
LA MATERIA
EL ANTIGUO CONCEPTO DE PHYSIS
Como la doctrina de los elementos, que está relacionada, la
teoría de los átomos se elaboró por primera vez en la antigua
Grecia mucho antes de que la química tomara su forma
moderna. Aunque sin duda había un considerable
conocimiento práctico sobre variedad de reacciones químicas
(en particular transformaciones de la materia útiles),
principalmente era una cuestión de conocimiento tácito con
base en habilidades y limitado a los practicantes de las que
llegaron a conocerse como artes químicas, como el teñido y la
metalurgia. Las primeras teorías de la materia no se
elaboraron, sin embargo, en el contexto de estas prácticas
químicas, sino en respuesta a los asuntos abstractos
relacionados con el concepto de physis. Aunque en esta
palabra yace el origen del término moderno física, physis
abarcaba un gran conjunto de problemas con respecto a la
naturaleza esencial y el funcionamiento del mundo material.
Fue en este contexto filosófico de physis en el que se
desarrollaron tanto la teoría de los elementos como la teoría de
los átomos. De manera que no sólo presupusieron una
concepción compartida de la naturaleza que ha marcado la
historia de la filosofía hasta el día de hoy, sino que también
ayudaron a construirla. Estas dos filosofías comparten dos
premisas fundamentales: la primera, el principio de
conservación de la materia, y la segunda, la idea de que debe
concebirse el mundo como fundamentalmente fenoménico en
el sentido de ser un conjunto de fenómenos, aunque en el
contexto de interpretaciones marcadamente diferentes de la
realidad que sustenta estos fenómenos.
La mayoría de los estudiantes de química aprenden que fue
Lavoisier quien introdujo en la química el concepto de
conservación de la materia, y que usó este principio para
desechar la idea del elemento flogisto. Armado con el
concepto de la conservación de la materia, podía sostener que
el peso que un metal ganaba en el proceso de calcinación (que
hoy se conoce como oxidación gracias al trabajo de Lavoisier
y sus colaboradores) no podía explicarse con la pérdida del
flogisto, pues habría significado que el flogisto tenía un peso
negativo. La solución congruente era que en el proceso se
absorbía un material. La materia misteriosa era oxígeno
gaseoso, que había escapado a la atención de los científicos
antes del desarrollo de la química neumática. Sin embargo, la
conservación de la materia es una premisa básica que subyace
en la física antigua. La gran mayoría de los filósofos griegos y
los científicos de la temprana edad moderna consideraban que
la materia era eterna e indestructible sin tener ninguna prueba
experimental que sostuviera esta postura. La conservación de
la materia está incrustada tan profundamente en la ciencia
occidental que el filósofo Émile Meyerson la consideraba una
suposición metafísica a priori y la base necesaria para toda
actividad científica.1 En realidad, la cuestión que motivó a la
física antigua no era el origen de la materia, sino más bien
cómo se había transformado el caos original en el universo
ordenado, o cosmos, para usar el término griego, que
habitamos. Con el tiempo, este asunto cedió su preeminencia a
otro: ¿cómo puede haber permanencia o por lo menos
continuidad en un mundo de constante flujo, o, en otras
palabras, cuál es la naturaleza de la identidad en el contexto
del cambio?
La concepción del mundo como un conjunto de fenómenos
es resultado de nuestra naturaleza como seres sensoriales. Es
fácil reconocer, gracias a trucos de luz o ecos, que nuestras
percepciones sensoriales pueden transmitirnos una impresión
falsa del mundo y que a veces podemos saber que es diferente
a la forma como lo apreciamos por medios más confiables. Por
eso, había una sensación de que la calidad del conocimiento
humano del mundo era inferior en comparación con el de un
ser o seres omniscientes, capaces de conocer el mundo tal
como era. Las teorías de los átomos o aquellas que postulaban
elementos tenían como objetivo ofrecer una descripción
definitiva de la realidad. Sin embargo, incluso para los
atomistas, los humanos eran incapaces de experimentar
directamente este mundo atómico real pero invisible, y tenían
que conformarse con obtener conocimiento al respecto a partir
de la observación de los fenómenos perceptibles. Fue el
filósofo de la Ilustración Immanuel Kant quien concibió el
vocabulario con el cual el mundo nouménico, derivado de la
palabra griega noumenon (la cosa en sí misma), se contrasta
con el mundo fenoménico (es decir, el mundo de la
experiencia sensorial, un término que se deriva del verbo
griego phainein que significa “mostrar”).
El término latino elemento sirve sólo como una traducción
aproximada de un concepto relativamente complejo acuñado
en la antigua Grecia.2
De manera que elemento ha servido para
traducir la palabra arche, que se usaba para denotar los
principios primitivos en las primeras cosmogonías, como el
agua o el principio de humedad, que aparece tan
prominentemente en los escritos de Tales de Mileto. Tales
concibió que el cosmos se había originado de una especie de
océano primitivo, del que se había separado la variedad de
sustancias presentes en la Tierra en la actualidad mediante los
procesos de rarefacción y condensación. Pero elemento
también se ha usado para traducir el término rhizomata, de
Empédocles, en el sentido de las raíces de las cosas materiales,
y para traducir los cuatro “elementos” de Aristóteles, que
denotaba con el término stoicheia. Finalmente, el poeta
romano Lucrecio a veces usó el término elemento en su épica
defensa del atomismo de Epicuro De Rerum Natura. Aquí, el
elemento designa las unidades indivisibles o inseparables
también conocidas como átomos (del griego a-tomos, que
significa indivisible). Tomando en cuenta esta proximidad
etimológica y conceptual, sería ingenuo caracterizar la
oposición
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