¿Cuál es vínculo entre política y educación?
Enviado por Jean Carlos Soto • 13 de Marzo de 2023 • Ensayo • 1.463 Palabras (6 Páginas) • 62 Visitas
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CFD Sociedad y Educación Docente: Héctor Jiménez Alumno: Jean Carlos Soto C.I.: 14230264[a] Sección 3 |
¿Cuál es vínculo entre política y educación?
Como punto de partida de esta vinculación que pretendo hacer entre política y educación, primero resulta ineludible desarrollarlas separadamente para luego entender cómo operan en conjunto. La política, en palabras de Fullat i Genís es “polisémica”, tiene varias acepciones y significados, es un constructo que a lo largo de la historia ha ido tomando diferentes matices o ha sido objeto de uso en varios referentes, siendo susceptible aun hoy en día, de ser usada inapropiada o descontextualizadamente.
En el marco de tal concepción, Aristóteles ha dicho: “solo el hombre es político, los animales o los dioses no necesitan de la ciudad”, con lo cual nos vislumbra una realidad de la política, ya que por naturaleza, adopta una forma específica de la sociedad humana: la ciudad (Solozabal, 1984). Mejor aún lo desvela el filósofo Maquiavelo, de quien puede obtenerse una visión más objetiva y realista de la política, fundamentada en el juicio fáctico: “lo que es” y no en el juicio axiológico: “lo que debe ser”, por cuanto nos invita a mirarla desde los hechos y no en base a especulaciones[b].
Por largo tiempo, la política ha pretendido entrar en el pensamiento humano adoptando una forma de contienda, de lucha para que reine la moral y los valores, se ha vendido como una actividad ideológica orientada a tomar decisiones en favor de solucionar los problemas de un colectivo, mientras que para, cada vez más pensadores que se apoyan en la tesis Maquiavélica, la política se entiende mejor desde el ejercicio del poder, desde “la buena política”, la cual no necesariamente es “una política buena”, aduciendo al logro de sus propósitos -no pocas veces- a cualquier precio (Fullat i Genis, 1995).
En virtud de lo expuesto, no debemos dejar de lado la concepción que Mosca, citado en Leoni (1991), exhibe en su teoría de la existencia y el funcionamiento de la clase política y la fórmula política, en donde la primera, se refiere a la existencia de una minoría “organizada” que detenta el poder, y la segunda, a la ideología y conjunto de creencias que se producen y promueven con base a una cultura político-social para justificar su dominio sobre los demás (p. 222).
A tal efecto, una dinámica muy utilizada por las clases políticas consiste en exponer esta fórmula: no declarando que se está en el poder por ser el más apto para gobernar, sino mediante la justificación de un principio [c]-siempre o casi siempre- abstracto cuyo fundamento es vociferar que deben su autoridad al “soberano”, a la “voluntad popular”, “al pueblo”, sin dejar de lado cualquier otro procedimiento que se adapte a los tiempos, al contexto y, por supuesto, a sus fines.
Para que esta fórmula política sea efectiva y eleve las garantías de perpetuidad debe ir en consonancia con el principio de legalidad y legitimidad, en donde la legitimidad se refiere al título del poder, y la legalidad, a su ejercicio. Así pues, un poder legítimo, lo es en tanto no se usurpe sino que se tenga el derecho de tenerlo, y un poder goza de la legalidad en tanto se actúe dentro del marco de las reglas establecidas y no de un modo arbitrario (Bobbio y Bovero, 1985).
Así pues, una relación de fuerza se transforma en una relación jurídica, o dicho de otra forma al estilo de Mounk (2018), tal vínculo encajaría en el concepto de democracia liberal, cuyo eje se basa en “construir y equiparse de controles y contrapesos para impedir que un régimen concentre demasiado poder sino fomentar la conciliación de los intereses de diversos grupos” (p. 35).
Lo cierto es que, sin importar las acepciones que pueda dársele, es el poder-dominio que detenta la política en su estado puro quien está a la cabeza de los demás poderes, esto es, el poder económico, cultural, educativo, entre otros, y que al establecer vínculos entre sí, se produce un intercambio bilateral irrefutable: poder-dinero, poder-roles, poder-escuela, poder-programas de acción, etc. (Fullat i Genís, 1995).
En atención a lo antes expuesto[d], política-educación, poder-escuela, parten de un principio asociado al ser humano en su condición de “ser histórico-social” en constante búsqueda por aprender pero, al mismo tiempo, de enseñar, ya que ambas prácticas se hallan en todo el quehacer y actividad humana. El individuo por naturaleza se ha fundamentado en la formación y capacitación de aquello que necesita para solucionar problemas, y en ese aprendizaje, en ese saber que sabe, también está la concepción de saber que puede saber más cada día, y saber que, enseñando, consolida aún más lo aprendido (Freire, 1997).
Sin embargo, en la vocación docente, no basta afirmar y sostener tal afirmación que se inscribe en el individuo como ser educativo por el simple hecho de desearlo, sino por algo mucho más sublime: el hecho de necesitarlo, que se circunscribe a su avidez de leer, interpretar, imaginar, conocer, construir y crear conciencia en sus interlocutores con miras a encauzarlos hacia al conocimiento y al amor por el mismo. Esto en definitiva, es algo que despierta el interés sobremanera en la política porque entiende la importancia y el alcance que tiene la educación en la construcción de conciencias (que sin ser hacedora de todo contribuye en la reinvención del mundo) mediante modelos de escuela, leyes de educación, proyectos educativos, planes de estudio, formación docente y mil canales más, tan enraizados con la formación de la cultura ciudadana y participativa, inseparable del desarrollo social, lo cual se traduce en el sentido más práctico y estratégico, en obtener adeptos, seguidores, partidarios de una fórmula política que anhela perpetuarse en el poder, aun cuando la educación exhiba cierta autonomía (Smith-Martins, 2000).
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