Narrativa identitaria de las personas en condición de analfabetismo

Narrativa identitaria de las personas en condición de analfabetismo

Por Sandra García

En la historia de la humanidad, el relato siempre ha estado presente. Entre los seres vivos, el hombre es el único que se narra y se interpreta acerca de sí mismo, así es como el relato del yo permite la creación de la identidad de las personas a partir de sus experiencias sociales, pero el analfabetismo, como problema y fenómeno social ―en tanto que limita en el ejercicio de sus derechos a las personas y se produce por distintas causas sociales, culturales y económicas― no sólo margina a las personas que no saben leer y escribir, las excluye y las hace invisibles en la sociedad, pues representa una afrenta para el desarrollo.

Ser analfabeta es una condición y una condición, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRA) son las “circunstancias que afectan a un proceso o estado de una persona o cosa”, pero si las circunstancias que afectan a las personas, como el analfabetismo, forman parte de su historia, entonces por qué no reconocer su identidad y propiciar la construcción de una narrativa identitaria que, como en otros muchos sectores sociales, propicien el reconocimiento y la posibilidad de participar en procesos de cambio social.  

El psicólogo estadounidense y teórico del aprendizaje Jerome Bruner estableció que, sin la capacidad de narrar historias sobre nosotros mismos, no existiría la realidad. Para el pedagogo y filósofo brasileño Paulo Freire (1990), las personas tienen la oportunidad de emanciparse de las restricciones que impiden su participación en la vida social, cultural y política de una sociedad cuando tienen la posibilidad de decir la palabra, de contar su historia (p.20).  A las consideraciones sobre la importancia del hecho narrativo se sumó el filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur (1987) al asentar que la “identidad se construye en un proceso de narrar nuestra vida” (p. 140). Y más recientemente y desde la comunicación para el cambio social, el periodista Alfonso Gumucio (2004) advirtió que cuando las comunidades pueden “tomar en sus manos sus propias historias de vida”, tienen la posibilidad de cambiar las circunstancias de pobreza, discriminación y exclusión (p. 5).

La investigadora Salomé Sola Morales (2012) asegura que la narración de la identidad, de la vida, de la existencia, da sentido a la vida y permite la construcción de una colectividad porque sus relatos, con sus palabras, no sólo reflejan su realidad, también la crean (p. 20).

        Si bien existen esfuerzos extraordinarios, como suele decirse en los discursos institucionales, por enseñar a leer y escribir a las personas que no saben hacerlo con el propósito de “mejorar su calidad de vida”, también es cierto que sus acciones están enfocadas a eliminar un aspecto que forma parte de su identidad y que no existe una narrativa del analfabetismo desde el analfabetismo que sirva como instrumento de apoyo para entender su complejidad y haga visible la historia de quienes ahora son personas adultas, pero que fueron niñas y niñas que no pudieron ir a la escuela y aprendieron a vivir en un mundo sin letras.

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