Cuento de la creacion
Enviado por afrecha • 26 de Mayo de 2016 • Trabajo • 1.407 Palabras (6 Páginas) • 248 Visitas
Asterias.
Erase una vez nueve criaturas desterradas de su planeta, el Danann. Vagaban por el espacio esperando que uno de ellos, fuera el primero en separarse; crear su mundo y vivir sin las melodías castizas que resonaban cada cien años.
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Agnus siendo el más joven de todos, con tan solo trescientos cincuenta y un años, flotaba dando virajes mientras captaba cada detalle de su alrededor ¿Cómo era posible que esos objetos esféricos, diminuto, tan luminosos y con sabor a fresa las usaran para bañarse? ¡Dios, si hasta le daban oleadas de calor cuando pasaba cerca de una! Después de unos segundos, cuando miro atrás, no pudo distinguir la gran pirámide a la que una vez llamó morada. Sintió como su corazón se encogía hasta hacerle un daño que jamás pensó que podría sentir. Cerró sus grandes ojos y siguió nadando por el espacio. Viajaron dos años luz o tal vez más; solo quedaban él y Kolí, una fémina que nunca se quitaba un aro de la cintura, muy divertida, pero algo fría a veces
Cuando la vio alejarse, sabía que era su turno. No miro atrás, no por la pizca de melancolía que sufriría al ver que estaba solo, sino porque su determinación lo obligo a seguir. Cuando llego al paradero, el lugar que Agnus consideraba perfecto para su mundo, pensó en cómo lo haría; inmediatamente, pensó en hacer una réplica su hogar, una pizca de su vida tendría que estar ahí, pero tampoco le gusto mucho la idea A ¿Por qué recordar algo que ya no causaba asombro? Después de cruzar sus grandes piernas en el espacio, se decidió en que tendría que ser algo grande, sin duda alguna. La haría de un redondo imperfecto.
Cuando lo imaginó y el planeta apareció, estiro sus labios y sonrió con gran autenticidad por el don que tenia para creer. Agnus se regocijo por tener algo suyo, algo propio. Las pequeñas esferas brillantes se reflejaban en su nuevo mundo, como si este fuera translucido y entro.
De pronto, sintió como cayó de bruces hacia algo duro y plano, ya no podía flotar y eso lo entristeció, era realmente divertido aparentar que nadaba como si lo hiciera en una Celta, mientras se bañaba. Al pararse, se reviso el cuerpo y se sorprendió cuando cada una de las aletas a ambos lados de sus hombros, ya no estaban, sin embargo, ahora cubrían su nuevo mundo.
Entusiasmado, miro a su alrededor y tan rápido como le llego esa dicha a Agnus, desapareció. El sentimiento de desdicha lo invadió ahora, cuando miro a su alrededor. Estaba desierto, solo había montañas de arenas que siquiera de movían y estas las podía ver hasta el infinito. Camino unos pasos y se detuvo por un frio repentino.
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Si las canicas luminosas daban pequeñas oleadas de calor, haría una que haga desear de nuevo los espeluznos. No lo dudo y lo hizo, pensó como se movían hasta crear una redondez tan grande y amarillo como sus ojos. Empezó a sentir calor, mucho calor y al abrir los ojos y ahí estaba, tan cerca pero todavía, demasiado lejos. Lo llamaría Faetón por lo radiante que es. Al mirar a su alrededor, se fue iluminando mas y mas las montañas de arena, lo único que le hacía compañía en este momento.
Agnus miraba arriba para ver su obra de arte, pero después de unas horas, empezó a extrañar a las bolitas con sabor a fresa y decidió que Faetón tendría a una contraparte; fría, grande, misteriosa…, con un lado oscuro. Imagino que este se movía a un costado dejando espacio a Selene una gran y magnifica canica de color opaco creada por las rocas que flotaban en el espacio, a su lado estarían las bolas de sabor a fresa llamadas Asterias; pero estas no podrían ser solo compañía de Selene; En ellas reposarían deseos y cuando sintieran estas el momento oportuno, bajarían unos segundos a cumplir esa pequeña misión.
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