EL CAMINO HACIA LA FIESTA

EL CAMINO HACIA LA FIESTA

Álvaro Talavera Fernández

Érase una vez, un joven de 18 años llamado Pablo que estaba preparándose para la fiesta de final de curso de su instituto. Estaba en su habitación decidiendo el traje que iba a llevar a la fiesta. En ese momento, su amigo Manuel le llamó para decirle que no podría ir ya que se encontraba mal.

Cuando Pablo había elegido el traje que se iba a poner, su madre, que estaba en la cocina en ese momento, le llamó para preguntarle si quería que lo llevara en coche al lugar de la fiesta, ya que le venía de paso de camino al trabajo, a lo que él contestó que no hacía falta.

Cuando salió de su casa, eran las 23:45. El lugar de la fiesta se encontraba a 20 minutos caminando y durante los 15 primeros tenía que andar por una calle solitaria y poco alumbrada. Al principio le dio un poco de miedo porque hacía dos días había visto una película de terror con sus amigos. Al final suspiró e inició el trayecto.

En los cinco primeros minutos de ruta no hubo ningún problema pero sí que pasó mucho frio. Justo antes de acabar de cruzar esa calle tenebrosa, el joven empezó a oír pasos lejanos que poco a poco se iban acercando. Se puso muy nervioso y miró atrás para ver que era. Al girarse, vio un hombre a lo lejos que andaba de una manera muy extraña. En ese momento, Pablo pensó que se trataba de un hombre que caminaba desorientado, pero a medida que se iba acercando se dio cuenta de que se equivocaba. Era un tipo que venía hacia él bailando y con una sonrisa enorme. Parecía que el hombre estaba mirando a Pablo con esos ojos tan rojos que tenía.

Cuando Pablo se percató de la situación, empezó a correr hacia el lugar de la fiesta mientras miraba hacia detrás para ver si ese hombre seguía siguiéndole.

Tras cinco minutos corriendo, Pablo estaba muy cansado y asustado y se escondió detrás de un coche. Después de 2 minutos de descanso agachado, decidió mirar pon encima del vehículo para observar si aquel individuo seguía cerca de él. Miró pero no vio a nadie y empezó a correr hacia el lugar de la fiesta.

Ya casi llegando al lugar, Pablo tenía que cruzar varios pasos de cebra, pero por las prisas y el miedo pasó por el medio de la carretera. Al empezar a cruzar se tropezó al bajar el bordillo y quedo tendido en medio de la carretera con el tobillo dolido. A lo lejos se empezaban a ver unas luces de un coche que venía hacia Él. El coche fue frenando poco a poco al ver al joven en el suelo y Pablo se percató de que era el mismo coche que el de su madre, que se dirigía al trabajo.

Fue a la ventanilla del coche y efectivamente era su madre.

Se subió rápidamente al coche y le dijo que acelerara. Su madre le preguntó qué le pasaba y él le dijo que en casa se lo explicaba.

Una vez su madre aparcó a treinta metros de la casa, Pablo le iba contando lo que le había pasado. Su madre se sorprendió y le dio un abrazo mientras los dos lloraban. Cuando su madre abrió la puerta de casa el hombre de la sonrisa estaba esperándolos detrás de la puerta y Pablo y su madre empezaron a gritar desesperadamente.

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