Indigenismo

Indigenismo(s)

El indigenismo es un movimiento literario que está ubicado dentro de un conjunto mayor, de movimientos ideológicos, políticos y culturales que en las primeras décadas del siglo XX se comprometieron en el debate sobre la definición de las nacionalidades latinoamericanas. Es uno de los fenómenos más influyentes en las letras contemporáneas de América Latina. Se trata de un movimiento en el campo de las letras que tiene que ver sobre todo con dos géneros: la narrativa y el ensayo, y en menor medida en la poesía.

Sus primeras manifestaciones las podemos encontrar en el indianismo romántico del siglo XIX y en los cronistas de Indias. Pero este movimiento logra configurarse como tal en el período de entreguerras, o sea, entre las décadas de 1920-1930. Sus expresiones mayores las encontramos en Raza de bronce (1919) de Alcides Arguedas, que es un escritor boliviano, en Huasipungo (1934) de Jorge Icaza, escritor ecuatoriano, en El mundo es ancho y ajeno (1941) de Ciro Alegría, escritor peruano. La transición del indianismo al indigenismo está anunciada en una novela de 1889 de la escritora peruana Clorinda Matto de Turner, Aves sin nido.

El indigenismo en su forma clásica entra en decadencia luego de la novela de Ciro Alegría, pero se reactiva en la década de 1950. Pero ahí se empieza a hablar de “neoindigenismo”. Las novelas del neoindigenismo presentan perspectivas más antropológicas que sociales, difuminan el tono denunciatorio y reivindicativo del indigenismo clásico respecto a la situación de los pueblos indígenas, empiezan a emplear nuevas técnicas y usos narrativos que más tarde se vincularán con el “realismo mágico”. Esta reapertura del indigenismo la inician novelas como Los ríos profundos (1958) de José María Arguedas, un escritor peruano y en los años 70 por Manuel Scorza, con el ciclo de Rancas, otro escritor peruano.

El tronco central del indigenismo apunta en la misma dirección que el regionalismo. Contiene una búsqueda o una definición de las identidades nacionales, tiene una vocación mayormente realista, presenta elementos de introspección social (Zama), tiene una fuerte presencia de lo telúrico (tierra, el río, los accidentes geográficos, Zama).

Ahora bien, en términos latinoamericanos, se suele decir que, a grandes rasgos, en el primer tercio del siglo XX, las literaturas latinoamericanas se bifurcan entre el impulso del regionalismo y el impulso de los vanguardismos. En la literatura argentina esa bifurcación se da entre Don Segundo Sombra y El juguete rabioso. El regionalismo se ocupa sobre todo de encontrar ejes históricos-valorativos capaces de identificar y de legitimar experiencias nacionales o de encauzar proyectos sociales más o menos englobadores. Es la figura del gaucho para Güiraldes. La vertiente vanguardista en cambio está orientada por la urgencia de inscribir la literatura en el espacio del nuevo espíritu de la época, la de los cambios vertiginosos. Es el caso del El juguete rabioso de Arlt que de alguna manera registra los cambios vertiginosos de Buenos Aires. De todos modos, este binarismo esquemático y didáctico, muchas veces, en las novelas y en los ensayos, se verifica por medio de la coexistencia de ambas vertientes, por una interpenetración entre los dos términos. Es el caso de El pez de oro (1928 ca.) del peruano Gamaliel Churata.

Si miramos los modos de producción y las características de los textos, podemos decir que la literatura indigenista es una literatura de cruce de dos culturas y de dos sociedades. A ese cruce se refiere José Carlos Mariátegui cuando deslinda dos categorías conceptuales: indígena e indigenista. Cuando Mariátegui habla de indígena se refiere a la producción intelectual, artística y literaria hecha por indígenas, a partir de sus propios medios y con sus códigos. Se trata de una producción destinada al consumo propiamente indígena. En cambio, cuando dice indigenista se refiere a las producciones culturales, literarias, artísticas que tematizan los universos y el ser indígena pero son construidas a partir del trabajo de sujetos latinoamericanos pero pertenecientes al sector “occidental” de nuestras sociedades. Según Mariátegui el indigenismo está integrado por las obras de mestizos (en términos sociológicos y culturales). Di Benedetto es un mestizo cultural y Zama es una novela indigenista porque presenta el diálogo entre dos sociedades: una colonial y otra colonizada. La colonial es española/portuguesa, la otra, indígena (en términos amplios).

La literatura indigenista es heterogénea. Quiero decir que tiene un carácter múltiple y variado de los factores que intervienen en su producción. La literatura indigenista presenta un referente real vinculado con los sectores indígenas pero tanto la producción, como los mecanismos narrativo-textuales, como la recepción caen dentro de la parte “occidentalizada” de las sociedades latinoamericanas. La literatura indigenista revela a la sociedad indígena pero lo hace a través de supuestos ideológicos, estéticos y culturales de la parte “occidentalizada” de las sociedades latinoamericanas. Dicho de otro modo, los sectores medios intelectuales urbanos aplican sus atributos culturales –la escritura en castellano, las convenciones estético-literarias de matriz europea, y su ideología e intereses sociales (positivismo, marxismo, la inquietud por la definición de lo nacional) para interpretar o comprender una realidad que le es (relativamente) ajena. Una realidad campesina-indígena y oral, que se expresa en lenguas indígenas y cuyos imaginarios obedecen a otras racionalidades, a otras formas de pensar y de ser. Es necesario señalar que los intereses sociales del sujeto productor-receptor del texto indigenista no son necesariamente compatibles con los intereses sociales de los sujetos representados: las mayorías indígenas.

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