Reportaje el castillo de Ludovico

El castillo de Ludovico.

Bien sabemos que la gente es muy crédula, y de esta forma se han generado mitos sobre castillos embrujados. Entre ellos podemos encontrar el Castillo de Frankenstein, ubicado en Darmstadt, Alemania, en el que todos aseguran que el mismo Dr. Frankenstein dio vida a su criatura. También se sabe del Castillo de Larnach, en Nueva Zelanda, que ha sido testigo de numerosas muertes. Como estos también existen muchos más, sin embargo, el Castillo de Ludovico es uno de los más famosos.

Ubicado en Arezzo, Italia, sus habitantes advierten no pasar la noche en ese lugar. Su historia habla acerca de su antiguo dueño, Ludovico, del que se dice que construyó aquel castillo a partir de su desgracia. En un instante de locura del corazón apuñaló a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego ordenó a sus perros de guerra que lo despedazaran a dentelladas. Toda la gente asegura que, a la media noche, su espectro deambula por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor. Ludovico no es un fantasma como habitualmente lo pensamos: su presencia nunca aparece, pero eso no quiere decir que no exista; su presencia está en los hechos, en su cuarto, en lo que es inexplicable para la gente en general.[pic 1][pic 2]

Miguel Otero, el actual propietario del castillo, dice haber restaurado por completo la planta baja, y parte de la segunda. Sólo la habitación de Ludovico se mantiene intacta, como si su historia, digna de ser recordada, obligara a los dueños sucesivos del castillo a no invadir ese espacio sagrado.

Uno de los últimos testimonios acerca del castillo fue el del escritor Gabriel García Márquez y su familia, que basado en una visita a su amigo Miguel Otero, escribió uno de sus cuentos, titulado “Espantos de Agosto”.

<>, afirma el escritor.

Nos ha descrito el cuarto: En el medio se ubicaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama aún conservaba la sangre seca de la amante sacrificada. Se encontraba el armario con las armas bien cebadas, y un retrato al óleo de un caballero pensativo en un marco de oro. Lo más extraño es un olor a fresas recientes que permanecía en la habitación sin razón alguna.

La primera impresión que se tiene del castillo no es nada aterradora, sino todo lo contrario, tiene una vista completa de la ciudad y una terraza florida, una imagen acogedora, que invita a quedarse. Después de pasar la noche en el lugar, el castillo se vuelve “sombrío”, y pierde el encanto de la primera impresión. La presencia de Ludovico es palpable, aunque no se pueda ver al personaje en sí.

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