Tocar el agua, tocar el viento
Enviado por Karla Ocampo • 21 de Agosto de 2019 • Ensayo • 714 Palabras (3 Páginas) • 196 Visitas
Ocampo Ortíz Karla Erayde 5035
Ensayo
La relatividad en “Tocar el agua, tocar el viento. Amos Oz”
Para muchos, el tiempo es algo que simplemente no pueden expresar en palabras, por ejemplo, Agustín de Hipona menciona en su obra Las Confesiones: “¿qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”. A pesar de que “hay un tiempo para todo”, como para comer, ir a la escuela, dormir, etc., no podemos definirlo tan fácilmente. Para mí, el tiempo es algo subjetivo, no podemos tocarlo ni verlo, cada persona lo percibe de una forma distinta y no solo el tiempo, también la realidad, la vida, son difíciles de describir únicamente con palabras. Para Pomeranz, un profesor judío de matemáticas y física hijo de un relojero, el tiempo es una especie de intensa emoción subjetiva, también menciona que los objetos materiales en realidad, no son más que una imagen inestable ya que los cuerpos tangibles no se captan jamás con el pensamiento, en pocas palabras, para este judío, nada existe, estamos sometidos en una especie de realidad subjetiva, que cada quien interpreta a su manera.
La forma de interpretar y afrontar nuestra realidad, a mi parecer es lo que nos distingue a cada uno, podría llamársele a esto el “ser”. Mientras algunas personas basan toda su existencia en algo material, otras simplemente buscan algo más real, como un pensamiento, un ideal, porque como acabo de mencionar, lo material es únicamente un objeto tangible, pero un ideal o una forma de pensar y comprender nuestra existencia, está contigo hasta el día en que te desvaneces.
Pomeranz huyó dejando a su esposa, quién compartía las ideas nacionales; Pomeranz a pesar de no ver a Stefa nunca dejó de pensarla y esperar su reencuentro, se volvió algo irreal en las noches largas mientras se escondía; su anterior vida, su trabajo, su relación amorosa se volvió algo nítido, ya no sabía si en algún momento de su existencia eso había ocurrido, lo único que se mantenía día a día con él era su música, su armónica, su pensamiento abstracto con las matemáticas y la ciencia en sí. Pomeranz lo perdió todo al huir, pero nuevamente al estar instalado en Israel, Tiberíades fue obligado a vender su pequeño local donde trabajaba arreglando relojes, deambulando llegó a un kibutz de la Alta Galilea a trabajar de pastor y dar algunas clases a los niños más atrasados en la escuela; aun sin la asociación de científicos logró publicar su trabajo sobre las paradojas del infinito matemático, un modesto pastor que no convivía con nadie, llegó a publicar un trabajo como ese, porque lo importante es quien eres, lo que te mantiene cuerdo día a día y para él era la ciencia, y no solo eso, también la música, pensaba en la música y se aferraba a ella, de tal manera que lo hacía reír y regocijarse en donde estuviera, incluso, cuando estaba en los bosques escondido, era tanto su deseo por tocar la armónica que el hecho de que lo descubrieran no le causaba miedo ya, únicamente quería reencontrarse con la libertad que sentía al escuchar la música de su armónica, aunque le costara su propia vida.
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