Alcoholismo
Enviado por claublez • 27 de Enero de 2015 • Tesina • 3.093 Palabras (13 Páginas) • 166 Visitas
En nuestras carreras de bebedores hubo ocasiones en las que estuvimos convencidos de que todo lo que teníamos que hacer para controlar nuestra bebida era detenernos después del segundo trago, del quinto o de cualquier otro; sólo gradualmente llegamos a darnos cuenta de que no era el quinto, el décimo o el vigésimo trago el que hacía que nos emborracháramos......¡era el primero! Ese primer trago era el que nos hacía daño, el que ponía en marcha toda la serie de tragos que no podíamos interrumpir, el que iniciaba una reacción en cadena de la mente alcohólica que nos conducía a beber sin control. A.A. tiene una manera de expresar esto. "Para un alcohólico, un trago es demasiado y mil no bastan".
Otra cosa que muchos aprendimos durante nuestros días de bebedores fue que dejar de beber por la fuerza generalmente no era una experiencia agradable. En ocasiones, algunos fuimos capaces de permanecer sin beber durante días, semanas y hasta años, pero no disfrutábamos nuestra abstinencia, nos sentíamos como si fuéramos mártires. Nos volvíamos irritables y era difícil vivir y trabajar con nosotros; persistíamos en ver hacía el futuro en el que podríamos ser capaces de volver a beber. Al estar ahora en A.A. tenemos una nueva perspectiva de la sobriedad y disfrutamos de una sensación de liberación, de estar libres incluso del deseo de beber. Ya que nunca podremos beber normalmente en el futuro, nos concentramos en vivir hoy una vida plena sin alcohol, Respecto al ayer, no hay nada que podamos hacer y el mañana nunca llega; hoy es el único día del que tenemos que preocuparnos y por experiencia sabemos que hasta los peores borrachos pueden pasar veinticuatro horas sin un trago. Quizá necesiten posponer ese próximo trago durante una hora y hasta un minuto, pero aprenden que puede aplazarse. Cuando tuvimos la primera noticia acerca de A.A. parecía milagroso que alguien que realmente hubiera sido un bebedor sin control, pudiera lograr y mantener la clase de sobriedad de la que hablaban los miembros de A.A., algunos nos inclinábamos a pensar que la nuestra era una especial forma de beber, que nuestras experiencias habían sido diferentes, que A.A. les podría funcionar a otros pero que no podía hacer nada por nosotros. También están en A.A. los que todavía no habían sido dañados seriamente por la bebida y razonaban que A.A. podía ser excelente para los borrachos que se encontraban en las ciudades perdidas, pero que probablemente ellos podrían manejar el problema por sí mismo.
Nuestra experiencia en A.A: nos ha enseñado dos cosas importantes: Primero, que todos los alcohólicos se enfrentan a los mismos problemas básicos, ya sea que estén mendigando por el valor de una cerveza o se encuentren ocupando un puesto ejecutivo en una gran compañía. Segundo, ahora nos damos cuenta de que el programa de recuperación de A.A. funciona para casi cualquier alcohólico que honestamente quiere que funcione, sin importar qué antecedentes ni qué patrones de bebida pueda haber tenido cada individuo.
TOMAMOS UNA DECISION.
En A.A, todos tuvimos que tomar una decisión crucial antes de que nos sintiéramos seguros en el nuevo programa de la vida sin alcohol. Tuvimos que enfrentar real y honestamente los hechos acerca de nosotros mismos y de nuestra bebida; tuvimos que admitir que éramos impotentes ante el alcohol y para algunos de nosotros, éste fue el hueso más duro de roer al que nos habíamos enfrentado. No sabíamos mucho acerca del alcoholismo y teníamos nuestra propia idea de lo que era la palabra "alcohólico" que ésta designaba al miserable degradado y excluido de la sociedad; que indudablemente significaba debilidad de la voluntad, del carácter. Algunos rechazábamos dar el paso de admitir que éramos alcohólicos y otros sólo lo admitían en parte. Sin embargo, la mayor parte nos sentimos aliviados cuando se nos explicó que el alcoholismo es una enfermedad; vimos que era de sentido común hacer algo acerca de una enfermedad que amenazaba con destruirnos. Dejamos de tratar de engañar a otros -y a nosotros mismos - ya que siempre quisimos que creyeran que podíamos manejar el alcohol, cuando todos los hechos indicaban lo contrario.
Desde el principio se nos aseguró que nadie podría decirnos si éramos alcohólicos y que la admisión tenía que partir de nosotros, no de un doctor, ni ministro, ni esposa o marido; que tenía que basarse en hechos que nosotros conocíamos y que aunque nuestros amigos podrían conocer la naturaleza de nuestro problema, nosotros éramos los únicos que con seguridad podíamos decir si nuestra bebida estaba fuera de control. Con frecuencia preguntábamos. "¿Como puedo saber si en realidad soy un alcohólico?" Se nos dijo que había reglas estrictas para determinar el alcoholismo; sin embargo, aprendimos que había ciertos síntomas reveladores; si nos emborracháramos cuando teníamos todas las razones para permanecer sin beber, si nuestra bebida había empeorado progresivamente, si al beber ya no disfrutábamos tanto como antes lo hacíamos; éstos según a prendimos, eran adecuados para considerarse como síntomas de la enfermedad que llamamos alcoholismo. Al repasar nuestras experiencias de borrachos y sus consecuencias, la mayor arte fuimos capaces de descubrir razones adicionales para reconocer la verdad acerca de nosotros mismos. Es muy natural que la perspectiva de una vida sin alcohol pareciera sombría: temíamos que nuestros nuevos amigos de A.A. fueran aburridos o todavía peor, fanáticos evangelizadores pero, por el contrario, descubrimos que eran seres humanos como nosotros, aunque tenían la virtud especial de comprender nuestro problema con cordialidad sin hacer de jueces.
Comenzamos a preguntarnos qué teníamos que hacer para permanecer sobrios, cuánto costaba ser miembro de A.A. y quien la dirigía tanto a nivel local como mundial. Pronto nos dimos cuenta de que no había "debes" en A.A. que a nadie se le exigía ningún ritual formal ni patrón de vida. También aprendimos que en A.A. no se pagan derechos ni cuotas de ninguna clase, que los gastos de los locales, café, refrescos y literatura se solucionan pasando el "sombrero", pero que estas aportaciones no son requisito para ser miembro.
Pero llegó a sernos evidente que A.A. sólo tiene un mínimo de organización y que nadie da órdenes, que la planeación de las reuniones la maneja el grupo de servidores que se cambian con regularidad para dar lugar a otros miembros. Este sistema de "rotación" es muy popular en A.A.
COMO PERMANECEN SOBRIOS
Entonces ¿ como nos la arreglamos para permanecer sobrios en una fraternidad que no tiene formalidades y que está unida con tanta imprecisión? La respuesta es que una vez que hemos logrado la sobriedad, tratamos de conservarla mediante la observación
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