Amistad
Enviado por pileo100 • 2 de Septiembre de 2012 • Ensayo • 504 Palabras (3 Páginas) • 338 Visitas
por esa innata sabiduría de ciertos animales, que comprenden que las piezas habitadas por los humanos no son sitio propio
para perros que acostumbran vivir al aire libre.
El francés juntó sus dedos y los hizo tronar al mismo tiempo que miraba al perro para hacerle entender que debía esperar
algunos minutos hasta que de alguna mesa recogieran un plato con carne, y para gran sorpresa del restaurantero, el perro
interpretó perfectamente aquel lenguaje digital.
El can se retiró un poco de la puerta a fin de no estorbar a los clientes que trataran de entrar o salir. Se tendió, y con la
cabeza entre las patas delanteras y los ojos medio cerrados vigiló al francés que atendía a los clientes sentados a la barra.
Cuando más o menos cinco minutos después una de las meseras recogió en una charola los platos de algunas mesas, el
propietario le hizo una seña y de uno de ellos tomó las respetables sobras de un gran chamorro, se aproximó al perro, agitó
durante unos segundos el hueso ante sus narices y por fin se lo dio. El perro lo tomó de entre los dedos del hombre con la
misma suavidad que se lo hubiera quitado a un niño. E igual que el día anterior, se retiró un poquito, se tendió en la
banqueta y disfrutó de su comida.
Monsieur Rene, recordando el gesto peculiar del perro el día anterior, tuvo curiosidad por saber qué haría en esa ocasión
una vez que terminara de comer y si su actitud del día anterior había obedecido a un simple impulso o a su buena
educación.
Cuando estaba a punto de apostar con un cliente a que el perro se pararía a darle las gracias, observó la sombra del animal
cerca de la entrada. Lo atisbo con el rabillo del ojo, evitando intencionalmente verle de lleno. Después se ocupó de las
repisas y de la caja registradora, pero sin dejar de espiar al perro y procurando que aquél no se diera cuenta, con el objeto
de ver cuánto tiempo esperaría hasta expresar su: “gracias, y hasta mañana”.
Dos, tal vez tres minutos transcurrieron para que el francés se decidiera a mirar frente a frente al animal. Inmediatamente
éste se levantó, movió la cola, sonrió ampliamente en su manera chistosa y desapareció.
A partir de entonces el restaurantero tuvo siempre preparado un jugoso trozo de carne para el perro, tomado de las sobras
de órdenes especiales. El animal llegaba todos los días con la puntualidad con que empiezan las corridas de toros en
México. A las tres y media en punto, monsieur Rene lanzaba una mirada a la puerta y ya encontraba al perro meneando la
cola y sonriendo.
Así transcurrieron cinco o seis semanas sin que ningún cambio ocurriera en las visitas del perro. El francés había llegado a
mirar a aquel animal negro, callejero, como
...