CUENTO SOBRE PARTICIPACIÓN

UNA COMIDA ESPECIAL

Había una vez en un bosque, una aldea de conejitos, estaban contentos porque habían trabajado juntos para arreglar sus casitas. Sacaron lo que no servía, resanaron las paredes, las pintaron de blanco que llenaba de luz la aldea. Clarita y Rosita se entusiasmaron y para celebrar lo hecho, se les ocurrió preparar una comida especial, que era sabrosa que rendía y es fácil de servir. Cuando lo pensaron mejor se pusieron tristes: no podían hacerlo solas porque no tenían todos los ingredientes y, además, estaban cansadas por las obras realizadas. Ésa era la situación de todos los demás.

Clarita propuso pedirles su opinión y pidió a sus amigas que reunieran a toda la aldea. Cada quién salió de su casa y se agruparon en el patio. Después de escuchar el problema, Carlitos les propuso: “Así como entre todos arreglamos la aldea, hagamos juntos esa comida especial”. Cada uno puso parte de los ingredientes según podía y realizó su tarea: las conejas cocieron el maíz, los conejos picaron lechuga y lavaron rábanos, los conejitos pusieron la mesa con tostadas, la crema y jarras de agua fresca que habían llevado algunos vecinos de la aldea. Los más viejitos doblaron servilletas de papel y se encargaron de la música. ¡Todo estaba listo y había que compartirlo!, por lo tanto, invitaron a las aldeas vecinas para disfrutar de su comida especial y aprovecharon para mostrarles lo bonita que había quedado su aldea. Los invitados preguntaron cuál era el ingrediente secreto para que la comida fuera especial y la más sabrosa: “Hacerla con la participación de muchos dispuestos a dar lo mejor de sí”, respondió Clarita. ¡Pues a nosotros nos toca lavar los trastes!, exclamaron los invitados.

Y así, las demás aldeas también trabajaron juntos para arreglar sus casas y pidieron a Clarita y su aldea que les apoyaran en realizar esa comida tan especial y sabrosa que habían realizado en aquella ocasión en que los invitaron.

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