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CUENTOS PARA EDUCAR


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2014  •  17.462 Palabras (70 Páginas)  •  461 Visitas

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La tortuga y la hormiga

En un pozo, una tortuga a cierta hormiga decía:

“En este miserable invierno, dime, ¿qué comes, amiga?”

“Como trigo” le responde, “y maíz y otras semillas, de las que dejo en otoño mis bodegas bien provistas.”

“¡Ay! ¡Dichosa tú!”

Exclamaba la tortuga muy arrugada: “¡Qué buena vida te pasas!

¡Qué bien te tratas, vecina!

Mientras yo, ¡pobre de mi!, en este pozo metida todo el año, apenas como una que otra sabandija.”“Pero en ese largo tiempo, ¿qué haces?” pregunta la hormiga.

Y la tortuga responde: “Yo, a la verdad, día por día me estoy durmiendo en el fondo de este pantano, y es raro verme en el suelo arrastrando la barriga.

“Pues entonces no te quejes” le contesta la hormiguita “de las hambres que padeces, ni de tu suerte mezquina: porque es ley muy natural, y al hombre también se aplica, que al ser que nunca trabaja, la miseria lo persiga.

La gallina de los huevos de oro

Un hombre de cierto lugar tenía una gallina que cada día le ponía un huevo de oro, y pretendiendo encontrar en las entrañas de tan productiva ave una gran cantidad del codiciado metal, la mató; pero, al abrirla, tuvo el desengaño de hallar que, por dentro, era totalmente igual a las demás gallinas.

Ansioso por conseguir rápidamente un gran tesoro, perdió el valioso regalo que la gallina le concedía diariamente.

Moraleja: Es conveniente estar contentos con lo que se tiene, y huir de la insaciable codicia.

Teseo el renegón

Teseo era un campesino muy trabajador, pero si algo le salía mal empezaba a renegar así:

- ¡Maldición de las maldiciones malditas!

Así se la pasaba, renegando, refunfuñando, protestando y siempre malhumorado.

Un día, muy temprano, Teseo subió a su carreta y emprendió el viaje rumbo al pueblo. La mañana era fresca y los pájaros cantaban. Todo parecía perfecto hasta que la carreta se atascó. Una rueda se había hundido en el lodo del camino. Entonces Teseo comenzó a manotear y maldecir, pero no hizo nada para resolver el problema.

De pronto, Teseo se acordó de Atlas, un personaje muy poderoso que, según la leyenda era capaz de cargar el mundo en la espalda.

- ¡Atlas! – empezó a gritar Teseo-, ¡Ven y saca mi carreta del lodo!, ayúdame, por favor. ¡Tengo que llegar al pueblo!

Teseo estaba seguro de que Atlas llegaría para ayudarlo, así que lo llamó, y lo llamó hasta que el gran Atlas se hizo presente. Teseo lo miró asombrado.

¿Qué es lo que quieres preguntó Atlas?

- Bueno contesto Teseo, nervioso, mi carreta se atascó y no puedo sacarlo yo solo.

– Continuo Atlas-, toma ese tronco y ponlo atrás de la rueda. Arrea tu caballo y cuando la carreta se mueve empuja el tronco.

Teseo arreo su caballo y cada vez que la rueda se movía él empujaba un poco más el tronco. Así, poco a poco, la carreta salió del lodazal.

- ¡Gracias, Atlas! Sin tu ayuda mi carreta aun seguiría atascada.

Pero si fuiste tú quien hizo todo - señaló Atlas-. Solo deja de renegar y piensa como solucionar los problemas. Tú no me necesitas.

En ese momento Atlas desapareció tan misteriosamente como había llegado.

Teseo continúo su camino hacia el pueblo. Desde ese día reniega menos y trata de resolver sus problemas sin maldecir y ni refunfuñar.

El gusano medidor

Una mañana soleada, el gusano medidor descansaba tranquilamente sobre una rama.

De pronto el ruiseñor, que es un pájaro presumido se acercó para comérselo.

- Espera, no me comas, yo soy muy útil y voy a decirte algo que tú no sabes.

- dijo el gusano.

- ¿Algo que no sé? – preguntó el ruiseñor.

- Sí, cuánto mide tu hermosa cola.

El ruiseñor tuvo curiosidad y aceptó. Entonces el gusano empezó a medir dando pasitos

- Uno, dos, tres, cuatro… tu cola mide cuatro pasos.

- ¿qué otras cosas puedes medir?

- Quiso saber el ruiseñor.

- Todo lo que tú me pidas.

Para probar si era cierto, el ruiseñor llamó al tucán, a la garza y al pavorreal.

- ¡Mide lo más bello que tienen, si no, te como! – le advirtió.

En poco tiempo, el gusano midió el pico del tucán, el cuello de la garza y la cola del pavorreal.

Como premio las aves lo dejaron ir, pero el ruiseñor muy enojado, se puso frente a él.

- Antes de irte, mide lo más bonito que tengo: mi canto.

- Pero yo solo mido cosas, no canciones – respondió el gusano.

Como el ruiseñor ya se lo iba a comer, el gusano pidió asustado:

- Está bien, empieza a cantar.

El ruiseñor inventó una canción tan bonita, que el venado, la ardilla y el pato se acercaron a escucharlo.

Al darse cuenta, cuando por fin el orgulloso ruiseñor terminó de cantar, el gusano ya se había escapado lejos de ahí.

Juan sin miedo

En un reino lejano, hace muchos años, había un rey llamado Jorge el Grande. El rey Jorge estaba muy preocupado porque su única hija no quería casarse. “¿Quién heredará el reino si no tengo nietos ni nietas?”, pensaba el rey.

- Padre – le decía la princesa -, yo quiero como esposo al hombre más valiente del reino. Solo me casaré con quien sea capaz de traerme los tesoros del castillo encantado.

“¿Los tesoros del castillo encantado? ¡Es imposible!”, pensaba el rey.

“Nadie se atreve a ir a ese castillo. Dicen que hay fantasmas horribles y brujas muy peligrosas.

Con gran desesperación el rey convocó a todos los consejeros del reino para buscar una solución.

Pensando y pensando, encontraron una: anunciarían que la princesa tomaría como esposo al joven que le llevará los tesoros del castillo encantado.

Un pregonero real llevó la noticia a todas las ciudades del reino. Al escuchar el mensaje, los jóvenes se entusiasmaban, pero también se morían de miedo. “El castillo es demasiado peligroso”, pensaban.

Nadie quería

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