Canasta De Cuentos Mex
Enviado por ayyliin • 1 de Mayo de 2012 • 398 Palabras (2 Páginas) • 598 Visitas
En calidad de turista en viaje de recreo y descanso, llegó a estas tierras de México
Mr. E. L. Winthrop.
Abandonó las conocidas y trilladas rutas anunciadas y recomendadas a los visitantes
extranjeros por las agencias de turismo y se aventuró a conocer otras regiones.
Como hacen tantos otros viajeros, a los pocos días de permanencia en estos rumbos
ya tenía bien forjada su opinión y, en su concepto, este extraño país salvaje no había
sido todavía bien explorado, misión gloriosa sobre la tierra reservada a gente como él.
Y así llegó un día a un pueblecito del estado de Oaxaca. Caminando por la
polvorienta calle principal en que nada se sabía acerca de pavimentos y drenaje y en
que las gentes se alumbraban con velas y ocotes, se encontró con un indio sentado en
cuclillas a la entrada de su jacal.
El indio estaba ocupado haciendo canastitas de paja y otras fibras recogidas en los
campos tropicales que rodean el pueblo. El material que empleaba no sólo estaba bien
preparado, sino ricamente coloreado con tintes que el artesano extraía de diversas
plantas e insectos por procedimientos conocidos únicamente por los miembros de su
familia.
El producto de esta pequeña industria no le bastaba para sostenerse. En realidad vivía
de lo que cosechaba en su milpita: tres y media hectáreas de suelo no muy fértil, cuyos
rendimientos se obtenían después de mucho sudor, trabajo y constantes preocupaciones
sobre la oportunidad de las lluvias y los rayos solares. Hacía canastas cuando terminaba su
quehacer en la milpa, para aumentar sus pequeños ingresos.
Era un humilde campesino, pero la belleza de sus canastitas ponían de manifiesto las
dotes artísticas que poseen casi todos estos indios. En cada una se admiraban los más
bellos diseños de flores, mariposas, pájaros, ardillas, antílopes, tigres y una veintena más
de animales habitantes de la selva. Lo admirable era que aquella sinfonía de colores no
estaba pintada sobre la canasta, era parte de ella, pues las fibras teñidas de diferentes
tonalidades estaban entretejidas tan hábil y artísticamente, que los dibujos podían
admirarse igual en el interior que en el exterior de la cesta. Y aquellos adornos eran
producidos sin consultar ni seguir previamente dibujo alguno. Iban apareciendo de su
imaginación como por arte de magia, y mientras la pieza no estuviera acabada nadie podía
saber cómo quedaría.
Una vez terminadas, servían para guardar la costura, como centros de mesa, o bien para
poner pequeños objetos y evitar que se extraviaran. Algunas señoras las convertían en
alhajeros o las llenaban con flores.
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