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Compendio Poesia Jose Angel Buesa


Enviado por   •  27 de Marzo de 2012  •  4.899 Palabras (20 Páginas)  •  860 Visitas

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Poema de la búsqueda

Todavía te busco, mujer que busco en vano,

mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,

sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano

y sin que me escucharas cuando dije: «te quiero...»

Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.

Y ya llega el otoño, y espero todavía:

De lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,

pero sigo soñando que he de encontrarte un día.

Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,

si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,

al comprender, de pronto, que lo que nunca llega

nos entristece menos que lo que llega tarde.

Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,

más allá de la bruma de mis ojos huraños,

la ansiedad de las horas convirtiéndose en días

y el horror de los días convirtiéndose en años...

Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,

ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella...

Y al no decir: «¡Es ella!» —como diría ahora—

seguiré mi camino, murmurando: «Era ella...»

Ella no fue, entre todas, la más bella,

pero me dio el amor más hondo y largo.

Otras me amaron más; y, sin embargo,

a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,

como una estrella desde mi ventana...

Y la estrella que brilla más lejana

nos parece que tiene más reflejos.

Tuve su amor como una cosa ajena

como una playa cada vez más sola,

que únicamente guarda de la ola

una humedad de sal sobre la arena.

Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,

como el agua en cántaro sediento,

como un perfume que se fue en el viento

y que vuelve en el viento todavía.

Me penetró su sed insatisfecha

como un arado sobre llanura,

abriendo en su fugaz desgarradura

la esperanza feliz de la cosecha.

Ella fue lo cercano en lo remoto,

pero llenaba todo lo vacío,

como el viento en las velas del navío,

como la luz en el espejo roto.

Por eso aún pienso en la mujer aquella,

la que me dio el amor más hondo y largo...

Nunca fue mía. No era la más bella.

Otras me amaron más... Y, sin embargo,

a ninguna la quise como a ella.

Señora:

Según dicen ya tiene usted otro amante.

Lástima que la prisa nunca sea elegante.

Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,

se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.

Y me parece injusto discutirle el derecho

de compartir sus penas sus goces y su lecho

pero el amor señora cuando llega el olvido

también tiene el derecho de un final distinguido.

Perdón... Si es que la hiere mi reproche... Perdón

aunque sé que la herida no es en el corazón

Y para perdonarme... Piense si hay más despecho

Si en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.

Pues sepa que una dama con la espalda desnuda

sin luto en una fiesta, puede ser una viuda.

Pero no como tantas de un difunto señor

sino para ella sola, viuda de un gran amor.

Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente

al menos al principio, ya no, naturalmente.

Usted será el crepúsculo a la orilla del mar,

que según quien lo mire será hermoso o vulgar.

Usted será la flor que según quien la corta,

es algo que no muere o algo que no importa.

O acaso cierta noche de amor y de locura

yo vivía un ensueño y... y usted una aventura.

Si... usted juró cien veces ser para siempre mía

yo besaba sus labios pero no lo creía.

Usted sabe y perdóneme que en ese juramento

influye demasiado la dirección del viento.

Por eso no me extraña que ya tenga otro amante

a quien quizás le jure lo mismo en este instante.

Y como usted señora ya aprendió a ser infiel

a mí así de repente me da pena por él.

Sí es cierto... alguna noche su puerta estuvo abierta

y yo en otra ventana me olvidé de su puerta

O una tarde de lluvia se iluminó mi vida

mirándome en los ojos de una desconocida.

Y también es posible que mi amor indolente

desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.

Sin embargo señora... Yo con sed o sin sed

nunca pensaba en otra... si la besaba a usted.

Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas

pero ni los rosales dan solamente rosas.

Y no digo estas cosas por usted ni por mí

sino por... por los amores que terminan así.

Pero vea señora... que diferencia había

entre usted que lloraba... y yo que sonreía.

Pues nuestro amor concluye con finales diversos

usted besando a otro... Yo escribiendo estos versos.

Aquí, sin ti, ya sé lo que es la muerte,

pero no te lo digo para no entristecerte.

Quiero que te sonrías

para que siga habiendo claridad en los días.

Quiero que no se empañe tu mirada,

pues, si no, no habrá estrellas, ni habrá luna, ni nada.

Y, sobre todo, lo que quiero y quiero

es un año que tengo doce meses de enero.

Aquí llueve y no importa, pues la lluvia es tan leve

que al leer esta carta no sentirás que llueve.

Pero cierro los ojos y te recuerdo tanto

que casi se diría que está lloviendo llanto.

Tal vez guardes mi libro en alguna gaveta,

sin que nadie descubra cual relata su historia,

pues serán simplemente, los versos de un poeta,

tras de arrancar la pagina de la dedicatoria...

Y pasarán años... Pero acaso algún día,

o acaso alguna noche que estés sola en tu lecho,

abrirás la gaveta -- como una rebeldía,

y leerás mi libro-- tal vez como un despecho.

Y brotará un perfume de una ilusión suprema

sobre tu desencanto de esposa abandonada.

Y entonces con orgullo, marcaras la página...

y guardarás mi libro debajo de la almohada.

Amigo: sé que existes, pero ignoro tu nombre.

No lo he sabido nunca ni lo

...

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