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Corazon.


Enviado por   •  23 de Marzo de 2014  •  Ensayo  •  28.307 Palabras (114 Páginas)  •  267 Visitas

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Corazón

Edmundo de Amicis

Octubre

Lunes 17.- Hoy ha sido el primer día de clase. Los tres meses de vacaciones, que al principio me parecían tan largos, se han esfumado. Esta mañana, mi madre me ha llevado a la sección Bareti para inscribirme en tercer curso. Durante el camino me acordaba mucho del campo y me daba rabia tener que comenzar las clases de nuevo. Todas las calles próximas al colegio estaban llenas de niños acompañados de sus madres, comprando lápices, cuadernos, libros, etc. Al llegar a la puerta del colegio, alguien me dio un golpecito en el hombro. Me volví y vi a mi antiguo profesor de segundo, que me dijo sonriente: "¡Vaya, Enrique! ¿Conque nos separamos para siempre?." Sus palabras me impresionaron. El vestíbulo del colegio estaba lleno de señoras, criadas, niños cargados de libros, y de él salía un ruido infernal. Sentí alegría al ver de nuevo la gran sala con las siete puertas, ante las cuales había pasado casi diariamente durante tres años. Encontré a algunos de mis antiguos compañeros más gordos y más altos. Los pequeñines que por primera vez iban al colegio no querían entrar en las aulas y chillaban con fuerza, llamando a su mamá. Mi hermano entró en la clase de la señorita Delcato y a mí me correspondió el profesor Perbono. Sólo unos quince muchachos eran antiguos compañeros míos en una clase de cincuenta y cuatro. Entre mis amigos de segundo estaba Deroso, el que siempre sacaba primer premio en todo. Yo me acordaba del campo, y también de mi antiguo profesor, tan alegre y cariñoso; tan rubio y pequeño que casi parecía uno de nosotros. El señor Perbono es alto, con el pelo gris y una arruga recta en la frente. Nos mira a los ojos fijamente uno por uno, como si quisiera leer dentro de nosotros. Yo pensaba: "¡Hoy el primer día! ¡Y quedan nueve meses!". Martes 18.- Desde esta mañana me gusta el nuevo profesor. He visto cómo algunos de sus antiguos alumnos venían y le saludaban. Yo me daba cuenta de que le querían mucho y hubiese deseado seguir con él. A primera hora nos comenzó a dictar, paseando entre los bancos. Uno de los chicos estaba colorado y tenía unos granitos en la cara; el profesor se paró y, levantándole la barbilla, le preguntó qué le pasaba. Entonces, un chico de atrás comenzó a hacer tonterías. Como si lo hubiera adivinado, el maestro se volvió y le vio. Se acercó a él lentamente, le puso una mano sobre la cabeza y le dijo: "No vuelvas a hacerlo". Luego se sentó en su estrado y nos dirigió la palabra: "Escuchadme: hemos de pasar un año juntos, y lo que debemos hacer es estar lo mejor posible. Yo no tengo familia. Vosotros sois mi familia. El año pasado tenía a mi madre, pero se murió; ahora vosotros debéis quererme y respetarme, como yo os quiero. No me prometáis nada; sé que en el fondo del corazón lo habéis hecho ya".

Viernes 21.- Este año han empezado las clases con desgracia. Iba al colegio acompañado por mi padre, cuando vimos un gran tumulto a la puerta. La gente se apiñaba diciendo: "¡Pobre muchacho! ¡Pobre Roberto!". Resulta que un niño pequeño iba a ser arrollado por un autobús cuando se escapó de la mano de su madre; otro chico lo vio y se lanzó valientemente en su auxilio, logrando empujarle para ponerle a salvo, pero él no anduvo lo bastante listo y le pasó una rueda del vehículo por encima del pie. Mientras nos lo contaban entró una señora gritando y llorando: era la madre de Roberto. La madre del niño salvado la abrazó con fuerza. Poco después, el director salió de su despacho con Roberto en brazos y le metió en un coche que le condujo al hospital. Las madres sollozaban, emocionadas ante el magnífico gesto del muchacho.

Sábado 22.- Ayer, por la tarde, entró en clase un nuevo alumno, de pelo muy negro y rostro moreno. El maestro nos contó que era calabrés, de Calabria, región de Italia que había dado hombres ilustres a la nación. Nos recomendó que le tratásemos cariñosamente para que no se sintiera extraño. Dicho esto, llamó a Deroso, como primero de la clase que era, para que le diera un abrazo en nombre de todos. El calabrés le besó ambas mejilla y todos aplaudieron. Cuando el recién llegado se sentó en su sitio, sus compañeros más próximos le regalaron estampas y lápices, y un chico del último banco le mandó un sello de Suecia.

Martes 25.- El muchacho que mandó el sello al calabrés me resulta muy simpático. Se llama Garrón, y es el que más años tiene de la clase: casi catorce. Tiene la cabeza grande y cara de buena persona. Piensa como un hombre. Ahora ya conozco a otros muchos de mis compañeros. Hay uno que se llama Coreta y siempre está alegre. Nelle es jorobado y de rostro descolorido. Hay otro muy bien vestido, Votino, que siempre se está sacudiendo las motas de la ropa. En el banco que está delante del mío hay uno a quien llaman albañilito porque es hijo de un albañil; sabe poner hocico de liebre con mucha gracia, y todos piden que lo haga. A su lado se sienta Garofi, un tipo con nariz de loro que siempre anda vendiendo cromos y estampas, y se escribe la lección en las uñas para, cuando le preguntan, leerla a hurtadillas. Hay un señorito llamado Carlos Nobis, que parece orgulloso; está sentado entre dos chicos que me son simpáticos. Uno tiene un brazo inmóvil y su padre está en América. A mi lado se sienta Estardo, que no habla con nadie, y sobre todo está siempre muy atento a lo que el maestro dice. Otro es Franti, un chico que ya fue expulsado de otra escuela. Hay también dos hermanos que parecen gemelos porque van vestidos exactamente igual. Pero el mejor de todos, el más inteligente, será también Deroso. El profesor ya se ha dado cuenta y siempre le pregunta. Yo quiero más a Precusa, que es hijo de un herrero y tiene la cara muy triste; dicen que su padre le pega y siempre está pidiendo perdón por todo. Pero Garrón es el más bueno.

Miércoles 26.- Precisamente esta mañana Garrón ha destacado en clase. Resulta que a la hora de entrar al aula, en el vestíbulo, algunos estaban atormentando a Crosi, el muchacho del brazo inmóvil que es pelirrojo, imitándole con su brazo pegado al cuerpo. Daba verdadera pena ver al pobre chico con los ojos suplicantes para que le dejasen en paz. De pronto, Franti se puso a imitar a la madre de Crosi, que era verdulera e iba con dos cestas a buscarle al colegio. Fue entonces cuando Crosi perdió la paciencia y le tiró un tintero a la cabeza, pero

éste se agachó y el tintero fue a dar en el pecho del profesor, que entraba en aquel momento. El profesor, pálido, preguntó: "¿Quién ha sido?". Como nadie respondía, a Garrón le dio pena del pobre Crosi y se levantó diciendo: "He sido yo". El profesor le miró fijamente a los ojos y dijo: "No, tú no has sido. Que se levante el culpable. No

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