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Cuento Experimental: Chéjov Y Quiroga


Enviado por   •  13 de Junio de 2013  •  1.095 Palabras (5 Páginas)  •  470 Visitas

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TRABAJO DE LITERATURA MUNDIAL 2

IB Español HL

Número de palabras: 1043

Natalia Chavarría Clever

Justificación

En el presente trabajo se trató de describir el conflicto generado por la duda que surge a partir de un instante en el cuento “Una estación de amor” entre Nébel, novio de Lidia, y la madre de ésta, a fin de retratar la manera en que la relación entre ambas pudo haberse transformado. Al nunca aclarar el tema, el silencio entre ambas mujeres va creando un abismo insondable que se hace más profundo con los años, y que ambas pretenden ignorar por el amor que se tienen la una a la otra. Este relato trata de presentar un enfoque distinto al del cuento original, pues toma la relación entre ambos adolescentes como detonador del distanciamiento emocional entre madre e hija.

Se buscó utilizar un estilo más chejoviano para el trato de la historia, a fin de crear imágenes claras para retratar las tensiones y emociones de los personajes en vez de adjetivar únicamente. El final de la historia, es importante notar, no es absoluto, a diferencia de los cuentos de Quiroga; se ha relatado un momento de la vida de los personajes, que sigue adelante tras el fin del relato. Esto es característico de los cuentos de Anton Chéjov.

El día de campo

Era domingo, y Lidia se había levantado temprano para preparar la canasta de refrigerios que se llevarían ese día al parque. Había convencido a su madre a salir a pasear con ella al parque la tarde de su único día libre, pero empezaba a dudar que la salida fuera a concretarse; unos nubarrones pendían en el horizonte, amenazantes y grises. Con un escalofrío se arrebujó en su bata y terminó de lavar los duraznos.

Llevaban viviendo en Montevideo casi doce años. Ella estaba por cumplir los veintiséis, y llevaba cuatro de maestra en una escuela primaria no muy lejos de su casa. Su madre nunca había trabajado, pero su cuñado aún le enviaba una poquísima cantidad de dinero al mes; y entre eso y el salario de maestra lograban vivir más o menos decentemente. Se querían profundamente, y disfrutaban de su mutua compañía siempre que era posible.

Lidia recordó que había dejado los jitomates a secar en la terraza, y tras poner a hervir agua para el té salió por ellos. Al cabo de unos instantes regresó con la bandeja en las manos, muy satisfecha consigo misma: estaban casi listos. La dejó encima de la mesa de la cocina y se dispuso a cortar el jamón que había comprado por esa ocasión. Su mente empezó a vagar mientras el cuchillo se hundía y reaparecía en las tronchas de carne. Recordó las temporadas que había pasado en Concordia, y sonrió. Apenas había cumplido los catorce años cuando conoció ahí a su primer novio; ella se había enamorado perdidamente de él. Sin embargo cuando quisieron casarse, los impedimentos se volvieron tan dolorosos que su madre había decidido romper la relación y llevársela a Montevideo. Frunció la boca y suspiró. Dejó el cuchillo de lado, puso a freír el jamón en la sartén a fuego lento y empezó a cortar los panecillos por la mitad.

Quizás había hecho lo correcto, pensaba Lidia.

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