Cuentos Amado Nervo
Enviado por alexsitho • 30 de Junio de 2014 • 974 Palabras (4 Páginas) • 280 Visitas
El obstáculo
Por el sendero misterioso, recamado en sus bordes de exquisitas plantas en flor y alumbrado blandamente por los fulgores de la tarde, iba ella, vestida de verde pálido, verde caña, con suaves reflejos de plata, que sentaba incomparablemente a su delicada y extraña belleza rubia. Volvió los ojos, me miró larga y hondamente y me hizo con la diestra signo de que la siguiera.
Eché a andar con paso anhelado; pero de entre los árboles de un soto espeso surgió un hombre joven, de facciones duras, de ojos acerados, de labios imperiosos.
–No pasarás –me dijo, y puesto en medio del sendero abrió los brazos en cruz.
–Sí pasaré –respondíle resueltamente y avancé; pero al llegar a él vi que permanecía inmóvil y torvo.
–¡Abre camino! –exclamé.
–No, respondió.
Entonces, impaciente, le empujé con fuerza. No se movió.
Lleno de cólera al pensar que la Amada se alejaba, agachando la cabeza embestí a aquel hombre con vigor acrecido por la desesperación; mas él se puso en guardia y, con un golpe certero, me echó a rodar a tres metros de distancia.
Me levanté maltrecho y con más furia aún volví al ataque dos, tres, cuatro veces; pero el hombre aquel, cuya apariencia no era de Hércules, pero cuya fuerza sí era brutal, arrojóme siempre por tierra, hasta que al fin, molido, deshecho, no pude levantarme…
¡Ella, en tanto, se perdía para siempre!
Aquella mirada reanimó mi esfuerzo e intenté aún agredir a aquel hombre obstinado e impasible, de ojos de acero; pero él me miró a su vez de tal suerte, que me sentí desarmado e impotente.
Entonces una voz interior me dijo:
–¡Todo es inútil; nunca podrás vencerle!
Y comprendí que aquel hombre era mío.
El león tenia dignidad
Los autores primitivos, guiados por apariencias engañosas, por analogías vagas, atribuyeron a los animales cualidades y defectos que están muy lejos de tener. La melena del león, su aspecto majestuoso, les sugirió la idea de ofrecerle el cetro y la corona de los irracionales, y lo hicieron rey, sin que él se diese cuenta de tamaña dignidad ni pareciese importarle un ardite; y lo literaturizaron, y lo esculpieron en mármoles, y lo fundieron en bronces, y lo grabaron en los sellos reales, y estamparon su silueta en escudos, en banderas, en estandartes y lo troquelaron con las monedas, a lo cual se debe por cierto, en España, que los cuartos se llamen «perros gordos» y «perros chicos», por una de esas ironías que suelen perpetuarse...
Pero vinieron los naturalistas modernos y rectificaron desdeñosamente la mayor parte de los conceptos legendarios que a las bestias se refieren. El león, tan exaltado antes, fué deprimido con pasión: ni era valiente, ni era tan fuerte como se creyó, ni merecía en modo alguno el cetro.
Se le negó, pues, la majestad real, que casi por derecho divino creíasele otorgada, y quién estimó que debía conferírsele al toro (que jamás mostró miedo a nada ni a nadie: que lo mismo embiste
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