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Cuentos Infantiles


Enviado por   •  1 de Noviembre de 2013  •  2.786 Palabras (12 Páginas)  •  460 Visitas

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EL BURRO FLAUTISTA

Esta fabulilla,

salga bien o mal,

me ha ocurrido ahora

por casualidad.

Cerca de unos prados

que hay en mi lugar,

pasaba un borrico

por casualidad.

Una flauta en ellos

halló, que un zagal

se dejó olvidada

por casualidad.

Acercóse a olerla

el dicho animal,

y dio un resoplido

por casualidad.

En la flauta el aire

se hubo de colar,

y sonó la flauta

por casualidad.

«iOh!», dijo el borrico,

«¡qué bien sé tocar!

¡y dirán que es mala

la música asnal!»

Sin regla del arte,

borriquitos hay

que una vez aciertan

por casualidad.

El pastorcito mentiroso

Apacentando un joven su ganado, gritó desde la cima de un collado: “¡Favor! que viene el lobo, labradores”. Éstos, abandonando sus labores, acuden prontamente, y hallan que es una chanza solamente. Vuelve a clamar, y temen la desgracia; segunda vez la burla. ¡Linda gracia!

Pero ¿qué sucedió la vez tercera? que vino en realidad la hambrienta fiera. Entonces el zagal se desgañita, y por más que patea, llora y grita, no se mueve la gente, escarmentada; y el lbo se devora la manada.

La hormiga y la cigarra

Era un día de verano y una hormiga caminaba por el campo recogiendo granos de trigo y otros cereales para tener algo que comer en invierno. Una cigarra la vio y se sorprendió de que fuera tan laboriosa y de que trabajara cuando los demás animales, sin fatigarse, se daban al descanso. La hormiga, de momento, no dijo nada; pero, cuando llegó el invierno y la lluvia deshizo el heno, la cigarra, hambrienta, fue al encuentro de la hormiga para pedirle que le diera parte de su comida. Entonces, ella respondió: "Cigarra, si hubieras trabajado entonces, cuando yo me afanaba y tú me criticabas, ahora no te faltaría comida."

LEON Y EL RATON

Unos ratoncitos jugando sin cuidado en un prado, despertaron a un león que dormía plácidamente al pie de un árbol. La fiera, levantándose de pronto, atrapo entre sus garras el mas atrevido de la pandilla.

El ratoncito, preso de terror, prometió al león que si le perdonaba la vida le emplearía en servirlo; y aunque esta promesa lo hizo reír, el león termino por soltarlo. Tiempo después, la fiera cayo en las redes de un cazador le había tendido y como, a pesar de su fuerza no podía librarse, atronó la selva con sus furiosos rujidos. El ratoncito, al oírlo, acudió presuroso y rompió las redes con sus afilados dientes. De esta manera el pequeño ex prisionero cumplió su promesa, y salvo la vida del rey de los animales. El león medito seriamente en el favor que acababa de recibir y prometió ser en adelante mas generoso.

LA LECHERA

Llevaba en la cabeza

una Lechera el cántaro al mercado

con aquella presteza,

aquel aire sencillo, aquel agrado,

que va diciendo a todo el que lo advierte

«¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!»

Porque no apetecía

más compañía que su pensamiento,

que alegre la ofrecía

inocentes ideas de contento,

marchaba sola la feliz Lechera,

y decía entre sí de esta manera:

«Esta leche vendida,

en limpio me dará tanto dinero,

y con esta partida

un canasto de huevos comprar quiero,

para sacar cien pollos, que al estío

me rodeen cantando el pío, pío.

»Del importe logrado

de tanto pollo mercaré un cochino;

con bellota, salvado,

berza, castaña engordará sin tino,

tanto, que puede ser que yo consiga

ver cómo se le arrastra la barriga.

»Llevarélo al mercado,

sacaré de él sin duda buen dinero;

compraré de contado

una robusta vaca y un ternero,

que salte y corra toda la campaña,

hasta el monte cercano a la cabaña».

Con este pensamiento

enajenada, brinca de manera

que a su salto violento

el cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!

¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,

huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.

¡Oh loca fantasía!

¡Qué palacios fabricas en el viento!

Modera tu alegría,

no sea que saltando de contento,

al contemplar dichosa tu mudanza,

quiebre su cantarillo la esperanza.

No seas ambiciosa

de mejor o más próspera fortuna,

que vivirás ansiosa

sin que pueda saciarte cosa alguna.

El Águila Y La Tortuga

Una tortuga, cansada de arrastrar siempre su concha por la tierra, suplicó al águila la levantase por los aires lo más alto que pudiera. Así lo hizo la reina de las aves, remontando a la tortuga por encima de las nubes. Al verse a tal altura, la tortuga exclamó: - ¡Qué envidia me tendrán ahora los animales que por el suelo se mueven, al verme encumbrada entre las nubes! Al oír esto el águila fue incapaz de soportar tanta vanidad y soltó a la ilusa que, al caer sobre peñascos, se deshizo en mil pedazos.

El Avaro

Cierto hombre ávaro vendió cuanto poseía y convirtió su precio en oro, el cual enterró en un lugar oculto; y teniendo todo su ánimo y su pensamiento puesto puesto en el tesoro, iba diariamente a visitarlo, lo que observado por otro hombre fue a aquel sitio, desenterró el oro y se lo llevó. Cuando el ávaro vino según costumbre a visitar su tesoro, vió desenvuelta la tierra, y que lo habían robado, se puso a llorar y a arrancarse los cabellos. Uno que pasaba viendo los extremos que hacía aquel hombre, se llegó a él, y después de informarse de la causa de su dolor, le dijo: ¿Por qué te entristeces tanto por haber perdído un oro que tenías como si no lo poseyeras? Toma una piedra y entiérrala, figurandote que es oro, una vez que tanto te servirá ella como te servía ese oro que nunca hacías uso.

El perro del hortelano

Un labriego tenía un enorme perro como guardián de sus extensos cultivos. El animal era tan bravo que jamás ladrón alguno se atrevió a escalar la cerca de los sembrados.

El amo, cuidadoso de su can, lo alimentaba

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