Despedida
Enviado por Bolo123 • 11 de Noviembre de 2012 • 1.695 Palabras (7 Páginas) • 503 Visitas
Discurso Graduación Cuarto Medio
Cuando mi profesora jefa, Paulina Faúndez, me solicitó escribiera un discurso de despedida para mi licenciatura de Cuarto Medio, sinceramente, quedé en blanco. Accedí, pero fue más por no negarme que porque realmente haya querido hacerlo. Nunca me ha gustado resaltar, me gusta pasar “piola”, pero tengo un genio que a ratos me lo impide. En fin, accedí a escribirlo, sin saber qué escribir. No soy una persona muy cálida, por eso no sabía qué decirles a mis compañeras por “última vez”.
Hice el primer intento. Frustrado. Segundo. Mal. Tercero. Decente. Lo envié. Una semana después recibo un llamado de la misma profesora, comunicándome que el discurso “estaba bien, pero un poco frío” y preguntando si podía hacerlo “más cálido”. Una vez más, tontamente, accedí a mejorarlo. Y no sé cómo, me encontré el Jueves 26 de Noviembre (año 2009) en el Teatro de mi Liceo con una carpeta con el busto de Javiera Carrera entre mis manos y, dentro de ella, un discurso de despedida. Tampoco sé cómo llegué al escenario, me paré tras el podio y lo leí.
No sé cómo salió, recuerdo aplausos, bajé del escenario (una pequeña niña de Séptimo Básico me ayudó a hacerlo, no sé porqué, si me caía ella no podría afirmarme, pero bueno, cosas extrañas de la vida y las formalidades), llegué a mi puesto y mi profesora dijo que me había salido muy bien. Yo, no sé, no lo recuerdo.
Después, finalizada la ceremonia, mi abuela me preguntó si mi madre había escrito el discurso para mí. Tristeza, ¿qué otro sentimiento podía tener con ese pensamiento? Eso me demostró que, tal como creía, mi abuela no tiene confianza en mis capacidades (tampoco me conoce mucho como para confiar en mí) y, al parecer, yo tampoco, así que no puedo pedir mucho más. De todas formas, mi madre me felicitó, mi hermano también, mis compañeras y profesoras y profesores igual. Supongo que hice un buen trabajo, aunque el discurso nunca me convenció en un cien por ciento.
Y para todos y todas aquellas que lo pidieron, aquí está.
Buenos días señorita directora, subdirectora, inspectoras, paradocentes, docentes, apoderados, estimadas compañeras, presentes:
El día de hoy nos encontramos por última vez en nuestro Liceo, el cual nos acogió durante seis años: seis años de notables cambios, de recuerdos plasmados en algún lugar de nuestra memoria, seis años que se fueron y no volverán más para recordarnos cómo el tiempo pasa y cómo olvida; sin embargo, algunas imágenes quedan guardadas en la esencia misma de este colegio. Ahora, con recuerdos más, con recuerdos menos, nos vamos para cerrar un importante ciclo de nuestras vidas: la Enseñanza Media.
En su poema “El infinito”, Mario Benedetti señaló: “De un tiempo a esta parte el infinito se ha encogido peligrosamente”. Y no se equivocaba. En lo que parecía ser una interminable estadía, el tiempo se ha reducido a un adiós, a una promesa de volver a encontrarnos. Y estamos aquí, de la misma forma en que entramos tiempo atrás, nerviosas, ansiosas, incluso, tal vez, pequeñas.
Seis años atrás, para la mayoría, entramos a este Liceo cargadas de las expectativas propias de una niña. Pero nuestra estadía aquí, modificó toda nuestra vida. El aprendizaje adquirido en las aulas es el legado de nuestro Liceo, los conocimientos entregados por nuestros profesores y profesoras, nos inculcaron una mentalidad distinta, nos convirtieron, dentro de lo posible, en mujeres preocupadas por un ayer, un hoy y un mañana. El mensaje de convertirnos en mujeres íntegras, conscientes, nobles y fuertes se grabó en el inconsciente colectivo y, sin percatarnos, nos formamos en ello, pero no sólo por el Liceo, sino por cada una de nosotras.
Aprendimos mucho aquí, pero ahora nos vamos con algo más: una hermandad. Cada una guarda en su interior lo vivido en este Liceo, como aquellas impertinentes conversaciones en clases, los papelitos y los susurros. Pero, ¿qué más que un pasillo para recordar los momentos de alegría y confesiones? También es cierto que cada pasillo tiene su historia, y así como las hay felices, también tenemos esos momentos de tristeza, en los que todo se pierde y la soledad se hace un universo tan grande que pensamos en abandonar todo, lanzar nuestras vidas al azar. Pero ninguna de las aquí presente lo hizo, porque supimos ser fuertes y enfrentar los desafíos con la frente en alto y la ayuda de nuestra familia y amigas, pues, como dijo Jorge Luis Borges “uno aprende que realmente puede aguantar, que uno es realmente fuerte, que uno realmente vale”. Así, poco a poco, llegamos a nuestra graduación. Y salimos de ella erguidas, fuertes para enfrentar un futuro lleno de obstáculos, pero sobretodo, felicidad.
Hoy, finalmente, tras un largo y complicado recorrido, egresamos de la Enseñanza Media. A pesar de haber sido calificadas como la “generación perdida” y ser aquella que vivió más paros y tomas durante su educación, lo hacemos con nuevas expectativas y sueños, marcadas, sin duda, por lo que vivimos en este proceso; buscando nuestra trascendencia como futuras profesionales, pero, especialmente, como presentes personas. Y podremos alcanzar nuestros ideales si confiamos en nuestras capacidades, pero sin olvidar jamás nuestra esencia, aquello que realmente somos, pues sólo así
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