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Didactica Magna


Enviado por   •  22 de Mayo de 2015  •  1.491 Palabras (6 Páginas)  •  213 Visitas

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HASTA AHORA HEMOS CARECIDO DE ESCUELAS QUE RESPONDAN

PERFECTAMENTE A SU FIN

En extremo presuntuoso parecerá seguramente el hacer esta afirmación. Pero invito a considerar el

caso y te hago, lector, juez de él, quedándome con el papel de actor. Llamo escuela, que

perfectamente responde a su fin, a la que es un verdadero taller de hombres; es decir, aquella en la

que se bañan las inteligencias de los discípulos con los resplandores de la Sabiduría para poder

discurrir prontamente por todo lo manifiesto y oculto (como dice el libro de la Sabiduría, 7.17); en

la que se dirijan las almas y sus afectos hacia la universal armonía de las virtudes y se saturen y

embriaguen los corazones con los amores divinos de tal modo que todos los que hayan recibido la

verdadera sabiduría en escuelas cristianas vivan sobre la tierra una vida celestial. En una palabra;

escuelas en las que se enseñe todo a todos y totalmente.

2. Pero ¿hay alguna escuela que se haya propuesto llegar a este grado de perfección, cuanto menos

que lo haya conseguido? Para que no se nos diga que perseguimos ideas platónicas o que soñamos

una perfección que no existe y que tal vez no podamos esperar en esta vida, vamos a demostrar con

otros argumentos que las escuelas deberían ser como dejamos dicho y no como son hasta ahora.

3. Lutero, en su exhortación a las ciudades del Imperio para que erigiesen escuelas (año 1525),

exige respecto a ellas, entre otros, estos dos requisitos: Primero. Que en todas las ciudades, plazas y

aldeas se creen escuelas para educar a toda la juventud de uno y Otro sexo (como nosotros

razonamos en el cap. IX que debía hacerse); de tal manera, que aun aquellos que estuviesen

dedicados a la agricultura o a los oficios, acudiendo diariamente a la escuela durante dos horas, se

instruyesen en letras, costumbres y religión. Segundo. Que se establezcan las escuelas con algún

método, mediante el cual, no sólo no se les haga huir de los estudios, sino que, por el contrario, se

les atraiga con toda suerte de estímulos; y conformes dice que no experimenten los niños menor

placer en los estudios que el que gozan jugueteando el día entero a las nueces, la pelota o la carrera.

Así se expresa.

4. ¡Consejo extremadamente sabio y digno de varón tan esclarecido! Pero, ¿quién no ve que, hasta

ahora, no ha pasado más allá de su opinión? ¿Dónde están esas escuelas universales? ¿Dónde se

encuentra el método suave que preconiza?

5. En cambio vemos todo lo contrario, puesto que todas vía no se han creado escuelas en las

localidades pequeñas, aldeas o lugares.

6. Donde existen escuelas no son juntamente para todos, sino para algunos pocos, los más ricos, en

realidad; porque siendo caras, los pobres no son admitidos a ella, a no ser en algún caso, por la

compasión de

alguno. Y en ellas es fácil que pasen y se pierdan algunos excelentes ingenios con daño de la Iglesia

y de los Estados.

7. Para educar a la juventud se ha seguido, generalmente, un método tan duro que las escuelas han

sido vulgarmente tenidas por terror de los muchachos y destrozo de los ingenios, y la mayor parte

de los discípulos, tomando horror a las letras y a los libros, se ha apresurado a acudir a los talleres

de los artesanos o a tomar otro cualquier género de vida.

8. Los que se quedaron (unos, obligados por la voluntad de sus padres o instigadores; otros, con la

esperanza de obtener en algún tiempo alguna dignidad a causa de las letras; otros, por fin, movidos

por un espontáneo impulso hacia estas profesiones liberales) no obtuvieron su cultura sino de un

modo poco serio, nada prudente, más bien de mala manera y falsamente. Pues lo que principalmente

debía arraigarse en sus almas, la piedad y las buenas costumbres, se descuidaba por completo. No

hubo el menor cuidado acerca de esto en todas las escuelas (y lo mismo en las academias, que

convenía que fuesen la cumbre de la cultura humana), tanto que muchas veces, en lugar de mansos

corderos, salieron de allí asnos salvajes, indómitos y petulantes mulos, y en lugar de inclinación

encaminada a la virtud, sacaban una afectada urbanidad de costumbres, algún lujoso y exótico vestido y los ojos, las manos y los pies diestros para todas las humanas vanidades. ¿Cómo se le iba

a ocurrir a nadie que aquellos pobres hombres instruidos durante tan largo tiempo en las letras y en

las artes habían de ser modelos para los demás mortales de templanza, castidad, humildad,

humanidad, prudencia, paciencia, continencia, etc., etc.? ¿Y de qué provenía esto sino de que en las

escuelas no se plantea cuestión alguna acerca de bien vivir? Testimonios de ello son la disoluta

disciplina de casi todas las escuelas; las licenciosas costumbres

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