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EL ENSAYO.


Enviado por   •  18 de Junio de 2015  •  Tesis  •  10.085 Palabras (41 Páginas)  •  331 Visitas

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GUÍA: EL ENSAYO

INTRODUCCIÓN

De Primero a Tercero Medio, has estudiado las literaturas desde la antigüedad hasta el realismo del siglo XIX, cuyos géneros más leídos fueron los tradicionales: narrativo, lírico y dramático, todos ellos, vistos a través de cada particular forma de ver el mundo que tenían los movimientos artísticos de la Europa Clásica, Medieval y Moderna. Podrás recordar que en la antigüedad lo más difundido en el arte de la literatura eran los Mitos y las Epopeyas (La Odisea). De igual forma recordarás el Cantar de Gesta, propio del mundo Medieval, con sus héroes libertadores, conquistadores del orgullo de las nacientes naciones europeas (El Cid). También recordarás que llegada la Era Moderna, con sus grandes crisis y adelantos, llegó con ella una nueva cosmovisión, con un Hombre más intelectual, jacto de sus capacidades para ordenar su mundo. En esta época destacaron el Neoclasicismo, su moralidad y deber ser, el Romanticismo y su libertad de creación, y el Realismo que buscaba retratar la sociedad burguesa de la Europa del siglo XIX.

En esta guía veremos el género más difundido en el siglo XX, el Ensayo. Pero también entenderemos el porqué de su preponderancia. Aprenderemos de la teoría que lo rodea y sus inicios como género literario.

MONTAIGNE

EL ENSAYO

Como se aprecia, el ensayo tiene como tema central el análisis de ideas y el ensayista debe acercarse a esa idea con moderación, dejándose guiar por el sentido común y la racionalidad. Es por ello que el ensayo regularmente está constituido a partir de la lectura de otro escrito, la contemplación de una obra artística o la íntima resonancia de una idea ajena. Para el autor de “El alma y las formas”, la ironía del ensayista consiste en estar aparentemente siempre ocupado de libros, imágenes, objetos artísticos o cosas mínimas, cuando, en verdad, está siempre hablando de esas “cuestiones últimas” de la vida que, de una u otra manera inquietan o atormentan. La ironía es, de este modo, la estrategia o recurso que emplea el ensayista para sus preguntas más radicales. Esto corresponde a lo que, en lo esencial, dice la palabra “ironía”: eironeia fue, para los griegos, lo que hoy llamamos “disimulo”, y derivaba de éromai (yo pregunto), y constituye, por lo tanto, una interrogación enmascarada o, como dice el diccionario, el “arte de preguntar fingiendo ignorancia”. Lo que suele reprocharse al ensayista es, en verdad, que cada vez que se ocupa de pensar un objeto (texto, obra de arte, “forma de vida”), siempre despiensa, al mismo tiempo, lo pensado anteriormente sobre ese objeto. Es aquí donde el ensayista descubre en cada orden de cosas (vida propia, organización familiar, sistema laboral, estructura social) no una “armonía”, un cuerpo orgánico, sino más bien, una pluralidad de conflictos, desequilibrios y contradicciones. Este descubrimiento, usualmente doloroso, lo obliga a preguntarse irremediablemente por la “razón de ser” de cada uno de ellos y, por ende, a enfrentarse con ese otro “orden” de ideas, valores y opiniones que los instituye, justifica o enmascara. Esto explica que el ensayista, cuya vida se encuentra siempre apremiada por los desequilibrios y contradicciones más urgentes, parece vivir solo para discutir ideas, comentar libros e interpretar obras, estilos y formas. Esta perpetua polémica con la cultura instituida, “sacralizada” arrastra, sin embargo, un pleito más radical con la sociedad “sacralizada”. Por eso, justamente, toda “crítica cultural” involucra, de un modo u otro, a la sociedad, y esta, a su vez, estigmatiza, sanciona o margina al ensayista, como decía Theodor W. Adorno, “por puro miedo a la negatividad”.

Este ejercicio de “negar” del ensayista no constituye, sin embargo, una actividad “nihilista”: es solo un acto crítico que infringe al orden represivo de una cultura petrificada como ideología (oficial u oficiosa), que siempre prohíbe, conforme lo observó Adorno, “pensar más de lo que se encuentra ya pensado”. Para el ensayista, en otros términos, se trata siempre de despensar lo ya pensado sobre cada objeto que lo ocupa, para dejar al descubierto esa parte suya que el pensamiento “canónico” había dejado, justamente, impensada, sumergida, insospechada.

No es un azar, en consecuencia, que el ensayo trate siempre, antes que de otro asunto, de problemas, y que proceda regularmente mediante “problematizaciones”. Conviene, sin embargo, entender y asumir el término “problema” en su sentido más urgente, inmediato y apremiante. No se puede seguir hablando de problemas abtracta, frívola o melodramáticamente, como lo hizo el siglo XIX y siguen haciéndolo los “cientistas sociales”, algunos grupos intelectuales y la prensa. Todo problema es siempre el problema de alguien (individuo, corporación, clase o sociedad), y consiste, en último trámite, en encontrarse inmediatamente apremiado por una radical “dificultad de ser” y, por ende, forzado a resolverla con rigurosa urgencia.

ELEMENTOS FUNDAMENTALES

A. ESCEPTICISMO: Una forma de humildad frente a aquello que efectivamente podemos llegar a saber. ¿Qué puedo llegar a saber? El conocer es un camino que se debe recorrer paso a paso, sin apresurarse y dudando de lo que se ha pensado antes sobre el asunto.

B. EPICUERISMO: Poder llegar a comprender la distinción entre lo verdadero y lo falso. Se plantea la duda. ¿Cómo llegar a la verdad desde la razón? Sufrir todos los apremios por encontrarla.

C. METODOLOGÍA: El ensayista no posee la verdad, no tiene el camino, por lo menos finge no tenerlo. El ensayista se hace camino al andar y junto con sus lectores llega a la verdad.

Existen muchos ensayistas, pero pocos han descrito esta actividad como lo han hecho Georg von Lukács en el texto introductorio a El alma y las Formas (1911). También lo hizo, cincuenta años más tarde Roland Barthes al prolongar sus admirables Ensayos críticos (1964). Así también, Martín Cerda, que hizo famoso su ensayo sobre el ensayo titulado “La palabra quebrada”, dejamos una cita importante:

• “La posición de todo pensador “lanzado”, orientado hacia el futuro es análoga a la del navegante que, después de sobrepasar el horizonte de lo conocido, se queda, por así decirlo, fuera del mapa, enfrentado a la pura peripecia y, por ende, sin otra información que la que, por peripecia o inspiración,

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