EL PRINCIPITO
Enviado por AngieElizarraraz • 11 de Marzo de 2014 • 1.430 Palabras (6 Páginas) • 278 Visitas
Antoine De Saint Exupéry
Antoine De Saint Exupéry Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito, fue un aviador y literato francés
que sólo vivió 44 años. Nació en Lyon, en 1900 y falleció en 1944. En realidad, nunca se supo que ocurrió con
él. Saint-Exupéry desapareció para siempre en una misión de reconocimiento, cuando sobrevolaba la Francia
ocupada por los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial.
Entre sus novelas sobresalen Vuelo Nocturno y El Correo del Sur. Pero su obra más famosa y por la que ha
trascendido es el principito, un cuento largo en formato de libro.
En el prncipito se encuentran algunos valores humanos como: solidaridad, bondad, entere
obre la selva virgen que se
titulaba "Historias vividas", una magnífica lámina. Representaba una
serpiente boa que se tragaba a una fiera. Esta es la copia del dibujo.
En el libro se afirmaba: "La serpiente boa se traga su presa entera,
sin masticarla. Luego ya no puede moverse y duerme durante los
seis meses que dura su digestión".
Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras de la jungla
y a mi vez logré trazar con un lápiz de colores mi primer dibujo. Mi
dibujo número 1 era de esta manera:
Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les pregunté si mi
dibujo les daba miedo.
-¿por qué habría de asustar un sombrero? - me respondieron.
Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente
boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el interior de la
serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran
comprender. Siempre estas personas tienen necesidad de
explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:
Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueran abiertas o cerradas, y
poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. De esta manera a la edad de seis años
abandoné una magnífica carrera de pintor. Había quedado desilusionado por el fracaso de mis di
blar verdaderamente, hasta cuando
hace seis años tuve una avería en el desierto de Sahara. Algo se había
estropeado en el motor. Como no llevaba conmigo ni mecánico ni pasajero
alguno, me dispuse a realizar, yo solo, una reparación difícil. Era para mí una
cuestión de vida o muerte, pues apenas tenía agua de beber para ocho días.
La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de distancia del
lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un náufrago en una
balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al
amanecer me despertó una extraña vocecita que decía:
- ¡Por favor... píntame un cordero!
-¿Eh?
-¡Píntame un cordero!
Me puse en pie de un salto como herido por el rayo.
Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un
extraordinario muchachito que me miraba gravemente.
Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer
de él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos
encantador que el modelo. Pero no es mía la culpa.
Las personas mayores me desanimaron de mi carrera
de pintor a la edad de seis años y no había aprendido
a dibujar otra cosa que boas cerradas y boas abiertas.
Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos de
admiración. No hay que olvidar que me encontraba a
unas mil millas de distancia del lugar habitado más
próximo. Y ahora bien, el muchachito no me parecía ni
perdido, ni muerto de cansancio, de hambre, de sed o
de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un
niño perdido en el desierto, a mil millas de distancia
del lugar habitado más próximo. Cuando logré, por fin,
articular palabra, le dije:
- Pero… ¿qué haces tú por aquí?
Y él respondió entonces, suavemente, como algo muy
importante:
-¡Por favor… píntame un cordero!
Cuando el misterio es demasiado impresionante, es
imposible desobedecer. Por absurdo que aquello me
pareciera, a mil millas de distancia de todo lugar
habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo
una hoja de papel y una pluma fuente. Recordé que yo
había estudiado especialmente geografía, historia,
cálculo y gramática y le dije al muchachito (ya un poco
malhumorado), que no sabía dibujar.
- No importa - me respondió-, píntame un cordero!
Como nunca había dibujado un cordero, rehíce para él
uno de los dos únicos dibujos que yo era capaz de
realizar: el de la serpiente boa cerrada. Y quedé
estupefacto cuando oí decir al hombrecito:
- ¡No, no!Yo no quiero un elefante en una serpiente. La
serpiente es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho
sitio. En mi tierra es todo muy pequeño. N
ulo 4
De esta manera supe una segunda cosa muy importante: su planeta de origen era
apenas más grande que una
...