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El Amo Y El Criado


Enviado por   •  13 de Septiembre de 2012  •  891 Palabras (4 Páginas)  •  478 Visitas

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el amo y el criado es una obra muy buena e interesanteEl amo confiado y el criado inocente

[Minicuento. Texto completo]

Mateo Bandello

En el tiempo en que Maximiliano César estaba con un numeroso ejército sitiando a Padua, un gentilhombre con su familia escapó a refugiarse a Mantua, y me contó que antes de la guerra vino a esta ciudad un joven alemán, que se puso al servicio de un gentilhombre en calidad de mozo de cuadra, porque no sabía hacer otra cosa más que cuidar de los caballos. Era de aspecto simpático, pero de una inocencia tal, que se le podía hacer creer cuanto se deseara.

El gentilhombre al servicio del cual estaba, tenía pasión por los pájaros y pasaba todo el día ocupado en cacería. Como el alemán no se ocupaba más que de la cuadra, el amo creyó poder confiarle el cuidado de que le limpiase las botas y se las engrasara para que estuviesen bien flexibles.

Arrigo, que así se llamaba el alemán, tenía de veinticuatro a veinticinco años, pero aún no había experimentado lo que era meter el diablo en el infierno, y como comía, trabajaba y bebía como un alemán, estaba siempre con el arco tendido, sin saber qué remedio hallar para su mal.

Había notado varias veces que las botas de su amo, por duras que estuviesen, se volvían blandas y flexibles después de engrasadas y puestas al sol, y el inocente joven imaginó encontrar de la misma manera el medio de enternecer y poner flexible su instrumento. Así es que se desabrochó la bragueta y se puso a frotar su miembro con la grasa al sol, sin conseguir ningún resultado, porque siempre estaba hinchado y no se ablandaba nada; pero él perseveraba en la ocupación, pensando que a fuerza de grasas conseguiría su propósito.

Un día, la esposa del gentilhombre salió al patio para hacer ciertas necesidades y vio detrás de la cuadra a Arrigo con su pieza en la mano, en actitud de frotársela con las grasas. La tenía blanca como la nieve, y a la dama le pareció la cosa más bella y dulce del mundo. Se sintió de súbito presa de un gran deseo de probar qué tal servicio le haría, porque la de su marido no era la mitad de gruesa ni de nerviosa. No tardó en hacer llamar a Arrigo para hablarle del servicio de la cuadra, y le dijo:

-Arrigo, yo no sé cómo decirte lo que pienso. En menos de quince días has empleado más grasa para las botas del amo que en tres meses los otros servidores. ¿Qué quiere decir esto? No dudo que haces otro uso de ella o que la vendes. Dime la verdad. Necesito saberlo. ¿Qué es lo que haces?

Arrigo entendió bien lo que le decía, pero no sabía expresar en italiano su pensamiento. Inocente y sencillo, dijo lo que le sucedía, y para explicarlo mejor se desabrochó los calzones y presentó su pieza en la mano delante de la señora, que se estremecía de gusto y ya tenía la boca hecha agua, y le explicó

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