El Espejo
Enviado por migtor72 • 23 de Octubre de 2014 • 407 Palabras (2 Páginas) • 271 Visitas
Da tristeza intentar estos párrafos: el silencio, aturde; lo invisible, parece palpable y la ausencia, proyecta una sombra inexplicable. Sobran tantas palabras y al mismo tiempo, parecería que la abundancia de oídos sordos reclama más y más información por segundo; la incertidumbre se vuelve neblina de dudas, y a uno no le queda más que refugiarse en la serena obligación de lo callado, el íntimo abrazo, la última mirada antes de dormir. Parece inevitable: quien sólo ha causado dolor, angustia, abandono y abuso goza de una impunidad descarada, o por lo menos, el resquicio de otra oportunidad para disfrazarse. Como en el tango Cambalache de Enrique Santos Discépolo, ya revolcados en el mismo merengue, vivimos como mudos testigos de que quien roba, mata o está fuera de la ley goza de una personalidad, credencial, título y ganancias, mejores incluso que los magros logros de quienes laburan día y noche, como bueyes.
Son tiempos para releer las cátedras microhistóricas de Luis González y la macrofilosofía de Luis Villoro y viajar a un pretérito que parece tan distante que ya ni parece recuerdo. A través de sus párrafos consta en la remota memoria mexicana que el 24 de febrero de 1821 se firmó en Iguala, hoy Guerrero, la Declaración de Independencia de España, ofreciendo tres garantías fundamentales para un país en construcción: la Religión Católica como única creencia de fe, la Unión de todas las clases sociales en esta tierra de siempre mestiza y la Independencia, como enrevesada declaración pues se ventilaba la posibilidad de que México adoptaría como gobierno el de una monarquía con Fernando VII coronado (tal como le gritó su ¡Viva! el cura Hidalgo once años antes en Dolores) o bien, un Infante que lo sustituyera. El 27 de septiembre de 1821, el ejército por ende llamado Trigarante entró a la Ciudad de México comandado por Agustín de Iturbide, que se declararía Emperador y terminaría fusilado como traidor a la Patria cuando el México en construcción se convencía de convertirse en República. Casi dos siglos después, con otras monarquías efímeras encima, no pocas generaciones en guerra, diversas definiciones de república, dictadura o administración en su biografía como nación, México parece cada vez más una mirada borrosa sobre un espejo empañado: quienes tradicionalmente veían en el mapa de México un perfecto dibujo de un inmenso cuerno de las abundancias, se resignan ahora a considerar que el mapa tiene en realidad la forma de un diván de psicoanálisis.
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